Hoy hablaremos de los siete pecados capitales y de algún otro pecado de provincias. Como decía el divino Borges El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: Es Envidiable”.

Tiene una situación económica envidiable, tiene un físico envidiable… El español es el único idioma que convierte un pecado de proporciones bíblicas en una virtud. Una virtud envidiable. Nadie, ni siquiera los muy españoles y mucho españolesssss, dicen: tiene una soberbia encantadora, o su avaricia le confiere una personalidad arrebatadora…. Aunque con respecto a la ira, sigue funcionando y mucho, la maté porque era mía y no podía ser de nadie más.

La gula y la lujuria merecen capítulo aparte, ambas tienen unas connotaciones que oscilan entre el pecado y la virtud. Ser un sibarita y poder permitírtelo, además de un símbolo de estatus, está muy bien visto socialmente, a menos que tu volumen corporal tenga que medirse en toneladas Morson y tus adiposidades se desparramen sin orden aparente a lo largo de tu fisonomía. La lujuria entendida cómo éxito con respecto al sexo contrario, propio, binario, pansexual, multisectorial o de Carabanchel, también es entendida como una virtud, siempre que seas un macho alfa, hetero y del Real Madrid. El resto de los mortales no sabemos lo que son las remontadas.

La pereza y su variante milenial, la procrastinación, son el súmmum del éxito social, desarrollado y perfeccionado por parásitos e influencers que lucen palmito y cortedad de luces en todas las alfombras rojas y photocalls, pero que son incapaces de elaborar una frase con un mínimo sentido, pero si son capaces de cualquier cosa por mantenerse en el candelabro.

A todos estos pecados capitales tenemos que añadir uno muy mallorquín: el capdefabismo. Cuenta la leyenda (y si no lo cuenta lo meto yo a piñón porque me queda niquelado), que un prohombre mallorquín se encontró un genio en una lámpara en una playa mallorquina (imagino que mega urbanizada). Una vez superado el engorroso trámite de frotar la lámpara y toda la parafernalia que acompaña a este tipo de cuentos chinos, el genio le dijo al hombre: pídeme lo que quieras teniendo en cuenta que a tu peor enemigo le daré el doble de lo que a ti te conceda. Sin apenas pensárselo ni pestañear, nuestro prohombre contestó casi de inmediato: quiero que me quites un ojo. Con un par.

Y si los pecados capitales tienen su aquel, lo de las virtudes, sean cardinales, teologales o de Cas Concos, merecen una reflexión detallada. En una sociedad hipercompetitiva como la actual, pretender que un líder empresarial, político, religioso, deportivo o del mundo del espectáculo base su personalidad pública en la humildad (Cristiano Ronaldo), castidad (Julio Iglesias), justicia (Vladimir Puttin), paciencia (Elon Musk), generosidad (la Patronal Empresarial), templanza (Díaz Ayuso), diligencia (John Ford & John Wayne) es un auténtico auto de fe. Y no de la Inquisición, precisamente.

A lo largo de mi vida (que ya es larga) me han acusado en multitud de ocasiones de ser soberbio (Yooooo, para nada, minúsculos e insignificantes mortales). Mi Santa me dice por lo bajini que a menudo tengo una pose altiva y displicente. Yo no me doy cuenta y lo achaco más a un mecanismo de defensa, a la timidez y al hecho irrefutable de que tengo un cerebro obsolescente, cargado de datos inútiles, capaz de recordar todos los reyes de Inglaterra desde Guillermo el Conquistador hasta la Reina Ana (no tengo interés por los Hannover, pero si me esfuerzo creo que también podría enumerarlos), los emperadores romanos desde el divino Augusto hasta Pertinax, los reyes españoles desde los católicos hasta nuestros días (incluido Luis I), aunque no me sé la lista de los Reyes Godos, tan importante en la adolescencia de mis hermanos mayores, aunque guardo en mi corazón todo el cariño del mundo a Wamba, que dio nombre a las zapatillas que me acompañaron en mi niñez. Eres un friki papá (Lola’s dixit). Ets un cap de suro (Pep’s dixit).

En un mundo en el que los pecados no son muy pecaminosos, ni las virtudes muy virtuosas, para construir una marca sólida, efectiva y perdurable en el cada vez más cambiante entorno del marketing digital orientado a resultados, hay que basarse cada vez más en el análisis de datos objetivos, sabiendo adaptarse a escenarios cambiantes y actuando como los juncos acamándose cuando sopla el viento asolanado e irguiéndose orgullosos en la bonanza, sin quebrarse nunca. Branding Soberano y a por todas.

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