Somos una secta. Una tribu de artesanos luchadores.

¿Que nos limitan el aforo? Ponemos contadores a la entrada y cartelitos de reservado entre los asientos.

¿Que nos obligan a comprobar el pasaporte sanitario, la PCR, el test de antígenos, el certificado de vacunación? Allí estamos nosotros, leyendo QRs como si no hubiese un mañana.

¿Qué pasa si hay un positivo? Que lo atendemos, lo aislamos, seguimos el protocolo oficial y avisamos a todos los contactos estrechos gracias a la trazabilidad garantizada en el evento.

La mascarilla FPP2, el gel para las manos, el spray para desinfectar los micros, las toallitas hidroalcohólicas y los test de la farmacia son nuestros cómplices, elementos indispensables del renovado kit de organizador de eventos. Higienizo, luego existo. Estamos dispuestos a observar cada palabra de las ordenanzas, decretos y sugerencias de expertos y políticos, políticos y expertos, con tal de que nos dejen trabajar.

La celebración de la última edición de Fitur, con más del doble de la participación profesional esperada, ha supuesto un hito en el calendario de eventos en Europa. Los imprudentes organizadores de la feria se atrevieron a convocarla sopesando riesgos y a pesar de opiniones encontradas: ¿derivará en un maxi brote? ¿Habrá una crisis de reputación de proporciones galácticas? ¿Perderán las marcas la confianza en Fitur, IFEMA, Madrid, España y el planeta Tierra?

Gracias a la valentía de organizadores profesionales de ferias y congresos seguimos cerrando acuerdos comerciales, desarrollando iniciativas de RSC, especializándonos en economía circular o debatiendo el rol de la mujer en el turismo. Los eventos son el terreno de juego de los negocios, la puerta de embarque rumbo a conexiones estratégicas, el escaparate y el medio inmersivo para promocionar, influir, inspirar, conseguir un cambio de paradigma en el equipo o los clientes, alcanzar resultados tangibles.

El sector de los eventos necesita más apoyo institucional para que pueda ejercer su rol de impulsar la economía, porque hay opciones de creación de riqueza más allá de la obra pública, que - permitidme un inciso - mi barrio está que parece el laberinto de Creta, cada día aparece una nueva calle cortada y 20 obreros – según el cartel que agradece nuestra paciencia - se ganan el sueldo con unas obras cuyo fin no parece llegar nunca.

La pandemia ya es parte de nuestra vida, nos acompaña al cole, de tiendas, al estadio a ver nuestro equipo favorito o a la playa. No hemos dejado de viajar en metro ni en autobús, ni hemos renunciado a comprar en el súper de al lado de casa.

¡Hasta nos hemos dado cuenta de que las mascarillas favorecen!

Hemos aprendido a chocar los codos, los nudillos, o­ colocarnos la mano en el corazón en un gesto un poco cursi de paz y de amor.

Todo, menos renunciar a organizar eventos.