En los años antiguos, cuando el Rey de Siam (actual Tailandia) estaba molesto con alguno de sus súbditos más notables, acostumbraba a regalarle un elefante blanco con el objetivo (nada disimulado) de arruinarlo con el costo de su mantenimiento ya que era obligatorio darle una comida especial y permitir el acceso a todos aquellos que quisiseran verlo y venerarlo. En la actualidad esta expresión se utiliza para describir un objeto, proyecto o sistema económico muy costoso de mantener y por tanto de escaso valor futuro. Para los que ya tienen (tenemos) una edad, el elefante blanco era el personaje misterioso que el Teniente Coronel Tejero esperaba en el congreso en aquel lejano y oscuro 23F.

En nuestros tiempos las grandes compañías hoteleras (muchas de ellas en manos de Fondos de Inversión sin alma ni sentimientos) salvo honrosas excepciones, son los elefantes blancos de nuestro tiempo. Han construido sobre los lugares más hermosos y privilegiados de las costas de todos los mares cálidos, han destruido ecosistemas y alterado la vida de infinidad de especies contribuyendo de manera descarada al calentamiento global, han exprimido los recursos naturales, vertido sin pudor sus deshechos directamente al mar, convenciendo a toda la sociedad de que pagando sueldos mileuristas y utilizando al personal como material fungible eran los auténticos motores de la economía y lo que es todavía más perverso, creando mega departamentos de Responsabilidad Social Corporativa (dime de qué presumes y te diré de qué careces) en los que se vanaglorian presentándose como adalides de la protección del entorno que ellos mismos han destruido, de una Sostenibilidad que solo se sostiene porque están a la espera de Fondos Europeos con los que engrosar aún más su cuenta de resultados (y que pagaremos entre todos). Grandes empresas que en el inicio de la crisis congelaron o cancelaron gran parte de sus contratos o aprovecharon para renegociarlos a la baja, pero que siguen apareciendo magníficos en las rutilantes listas de los más megaricos de la Lista Forbes. Las Islas Baleares que a principios de los años 90 eran la comunidad más rica de España, con una distribución de la riqueza mucho más equitativa y equilibrada, ocupan ahora el puesto séptimo y bajando. Como dicen los estudiosos del Cercle d’Economia hay que “repensar Baleares”.

Ahora llega un nuevo fenómeno conocido como “La Gran Dimisión” que ya ha desembarcado en tierras americanas y amenaza con arribar pronto a nuestras costas. Una actitud vital que lleva a miles de trabajadores perfectamente cualificados a abandonar puestos de trabajo supuestamente fijos y seguros, hartos de la sobreexplotación, las pagas miserables y una supervisión permanente cercana al esclavismo gestionada por un perverso algoritmo. No se trata de generar menos riqueza, se trata de redistribuirla de una manera más adecuada en todos los eslabones de la cadena.

Los megaricos nos han regalado un elefante blanco, que el resto de los mortales debemos mantener para que ellos sigan con sus juegos en el Olimpo de los elegidos. Ya no podemos disfrutar ni de nuestras playas (es caló des Moro), ni acceder a rincones privilegiados (Faro de Formentor), multitud de mega cruceros emponzoñan nuestro aire con emisiones repletas de azufre venenoso, construimos y mantenemos carreteras para embutir cada año un millón más de turistas, desalamos agua de mar porque nuestras paupérrimas reservas no dan abasto para todos, vertimos al mar toneladas de deshechos sin tratar, más y más hasta que un día de repente todo estará árido y seco y será imposible de reconstruir o recuperar. No se trata de política, se trata de economía como le recordó Clinton a Bush padre en unas elecciones que ocurrieron hace al menos un millón de años.

Si nuestro negocio es vender madera y talamos todos los árboles, llegará un momento en el que no tendremos nada que vender.

Los mismos que hace unos años satanizaban la Ecotasa son quiénes quieren convencernos ahora de que son los guardianes de las esencias de la ecología y la sostenibilidad con magníficas y grandilocuentes campañas de publicidad y propaganda, casi todas ellas huecas y vacías de contenido. Se avecinan nuevos tiempos, tiempos en los que el empoderamiento de los clientes generará nuevos liderazgos, tiempos en los que la nueva economía sabrá dirimir entre creadores y charlatanes, entre fabricantes de muros o constructores de puentes.

La nueva economía ha llegado para quedarse. El futuro es ahora. Ya hay empresas emergentes de el sector turístico apostando decididamente por los criterios de la nueva economía en las que conceptos como experiencia vacacional, sostenibilidad, electrificación, equilibrio y respeto por el medio ambiente no son keywords de un Plan de Marketing, sino los pilares sobre los que sustentan su nuevo proyecto empresarial.

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