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Opinión

Defender el sector del vino

En tiempos de zozobras financieras, bate récords la inversión en vino de calidad

Álvaro Palacios se ha consolidado como uno de los grandes señores del vino en España, uno de los pocos negocios en que este país es líder mundial

Álvaro Palacios se ha quedado con 150 botellas de L’Ermita entre las 2.925 producidas en la cosecha de 2021. El precio de cotización por botella hoy es de 1.500 euros. A lo largo de los próximos años, decenios incluso, hay un 99% de probabilidad de que esta cifra se quede muy corta. L’Ermita, uno de los grandes vinos españoles, cotiza siempre al alza con el paso del tiempo. Palacios cuenta que habitualmente se queda con 300 botellas en cada añada para mantenerlas y poder irlas destapando lentamente en un futuro indefinido; pero, tal ha sido la demanda existente este año, que sus ambiciones iniciales se han visto frustradas.

Gratallops, comarca del Priorat (Tarragona) es uno de los epicentros del vino español. Una tierra que sufrió en los años cincuenta las migraciones del campo a la ciudad. De las 17.000 hectáreas dedicadas al cultivo de vides que había en los años cuarenta se pasó a 780 hectáreas a finales de los ochenta. Las laderas de las colinas que inundan esta zona fueron perdiendo el paisaje de vides que inundaba el territorio. Se dejó de trabajar el campo. A comienzos de los noventa, una serie de pioneros del sector descubrieron de nuevo las cualidades del Priorat para reiniciar la elaboración de un vino que, con los años, ha acabado convirtiéndose en uno de los clásicos más apreciados. Hoy, las hectáreas de vid cultivadas ya suman 2.100 y creciendo. Álvaro Palacios, hijo de bodeguero riojano de Alfaro, fue uno de esos pioneros. Llegó a descubrir el Priorat tras haber pasado por las mejores escuelas de Burdeos y California, empujado por su mentor René Barbier. En 1992, ya lanzaba Les Terrasses, una de sus marcas más conocidas. Junto al Priorat y Rioja, Palacios también produce vino en el Bierzo (León). No quiere oír hablar de vender ni de comprar; sino de consolidar lo que tiene. En su empresa trabajan fijas 115 personas y cuenta con 72 temporeros, sin contar el trabajo indirecto que da a los pequeños viticultores que le venden uva en cada denominación de origen.

El vino de calidad es hoy, tiempos de zozobras financieras y económicas, una apuesta segura. Como el gran arte. Solo en la zona vinícola de la Borgoña, cuenta Palacios, se acaba de cerrar la venta de un terreno de 0,6 hectáreas de viñedo del dominio Ruchottes-Chambertin por 70 millones de euros cuando la cotización de la hectárea estaba hasta entonces en 50 millones. "Cada minuto que pasa está subiendo el precio", explica. Hay botellas de vinos de Borgoña, la denominación que no para de citar Palacios, que se están vendiendo por 20.000 euros. El récord de precio pagado por una botella de vino son 558.000 euros en una subasta de la casa Sotheby’s de Nueva York en 2018. Era un Borgoña de Romanée-Conti del año 1945, donde solo se elaboraron 600 botellas. El precio de salida en la subasta fue de 22.000 dólares. No obstante, no logró superar, explica la publicación especializada Decanter, los 1,1 millones de dólares que se pagaron por una botella de whisky Macallan de 60 años de edad que tenía truco: la etiqueta estaba ilustrada por el pintor italiano Valerio Adami. El fervor de una elite determinada por atesorar vino tuvo su culmen con el robo de cuello blanco, no esclarecido, en el restaurante cacereño de El Trapío de 45 botellas de vinos exclusivos, alguno valorado en 300.000 euros. El robo sirvió para que otros grandes restaurantes y propietarios particulares de vinos valorados en cifras multimillonarias reforzaran sus sistemas de seguridad, como si fueran gigantescas cajas fuertes de última generación.

Nunca sabremos si los compradores de estos vinos con precios que nos suenan a desorbitados y astronómicos lo acabarán bebiendo. Quizás lo hagan al final de su vida. Qué categoriza su valor es imposible de definir. Cuando Álvaro Palacios empieza a detallar los sabores y olores de los distintos vinos que ofrece en sus catas, se introduce en un mundo de misterios que parece solo apto para cuatro elegidos. El esnobismo, las modas y las apariencias -imaginemos a millonarios amantes de beber vino regocijándose entre ellos, mostrándose sus nuevas adquisiciones y conocimientos- también tienen su qué en este mundo tan especial.

Pero más allá de este territorio, en que se mueven personas como Álvaro Palacios, el vino es sinónimo de liderazgo mundial en España. Según la Organización Internacional del Vino (OIV) España fue en 2021 el país con mayor superficie de viñedos en el mundo por delante de Francia y China; es el tercer productor por detrás de Italia y Francia; el sexto en consumo total, superado por EEUU, Francia, Italia, Alemania y el Reino Unido, y el primer exportador seguido esta vez de Italia, Francia y Chile.

En un país, como éste, tan acostumbrado a fustigarse y pensar en términos apocalípticos, es necesario poner en valor aquellas actividades, negocios y sectores en que se tiene una posición de liderazgo. Ayudar a consolidar este liderazgo, defender el vino como un bien nacional y, por qué no, cultural, por lo que representa en el cuidado el paisaje y de las tradiciones, debería ser un proyecto común de todos, más allá de localismos e ideologías.

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