Las directrices en el plano económico son claras. Una llegada al poder del líder del PP se traduciría en tres líneas de acción inmediata. En primer lugar, una auditoría de gasto. Núñez Feijóo no quiere encontrarse costes no controlados como le ocurrió a Rajoy al llegar al poder, momento en el que descubrió que el déficit admitido por José Luis Rodríguez Zapatero era del 6% cuando en realidad era del 9%. Esta auditoría se centraría también en una revisión de las ayudas y subvenciones que ahora están en marcha (bono cultural, viajes en tren y autobús más baratos para jóvenes, cine gratis para mayores de 65 años…). 

En segundo lugar, un plan de ajuste presupuestario, con el objetivo de alcanzar sin ningún género de dudas el déficit del 3% que exigirá Bruselas a partir de 2024 (y al que se ha comprometido a llegar Nadia Calviño). Todo esto, sin olvidar un plan de reducción de ministerios, hasta dejarlos en poco más de la mitad de los 22 actuales, es decir, 13 o 14. Este plan de recorte de ministerios se llevará por delante los de Igualdad y Consumo, por poner sobre la mesa dos de los más evidentes, aunque también se aprovechará para fusionar otros, como el de Seguridad Social y Trabajo, así como los de Universidades, Cultura y Educación.

Y en tercer lugar, una reforma (siempre prometida por todos los gobiernos de distinto color) del sistema de financiación autonómica, encaminada sobre todo a clarificar el reparto que reciben los departamentos de Sanidad y Educación de cada comunidad y qué deben solucionar antes. En el caso de Sanidad, con especial atención a la atención primaria.