Valentina Cabra, con el cesto de mimbre colgado del antebrazo, observa con resignación la parcela que el día anterior amaneció cubierta con un manto morado. Hoy, sin embargo, apenas se esparcen por aquí y allá unas decenas de flores de azafrán. “No hay quien entienda esto”, explica Valentina junto a sus hermanas Cristina y Ana. “Ayer no paramos. El campo estaba impresionante. Estuvimos como 15 personas recogiendo y acabamos a las dos de la mañana de mondar, pero hoy, mira, nada”.

Las Cabra son la tercera generación de mujeres de la familia que se dedican a la recolecta del azafrán, el oro rojo, un cultivo introducido en nuestro país por los árabes en el siglo IX y cuya recolección sigue métodos ancestrales. Aquí en Madridejos, Toledo, a apenas una hora y cuarto de Madrid, unas 45 familias tienen cultivos de la rosa del azafrán, considerado uno de los mejores del mundo, sino el mejor.

Sus productores, sin embargo, afirman que el cultivo está en peligro de extinción. El año pasado solo se recolectaron 346 kilos, la peor cosecha de los últimos años, en los que la media ha sido 600 kilos. “Es uno de los pocos sectores agrarios que no se ha mecanizado, ni profesionalizado. No hay centros de transformación. La monda se sigue haciendo en casa al calor de la mesa camilla. Como folclore está estupendo, pero nos tiene lastrados y anclados al pasado”, explica Carlos Fernández, presidente de la Denominación de Origen de Azafrán de la Mancha, que representa a los 201 productores repartidos por todas las provincias de la comunidad excepto Guadalajara

A la parcela de las hermanas hay que llegar por caminos de tierra, cruzando cultivos propios de esta zona de La Mancha, como los viñedos, aunque cada vez se ven más pistachos y almendros. Está el día nublado hoy en Madridejos y empieza a hacer ya ese frío de otoño que este año nos estaba siendo ajeno por ahora. “Es que veníamos de días de mucho calor”, razonan las hermanas para explicar por qué quizá hoy apenas han salido las flores.

El azafrán se planta en septiembre-octubre, y tiene su floración prácticamente un año después. Una vez que sale la llamada rosa del azafrán, la recolecta puede durar entre 10 y 15 días. De cada bulbo, normalmente, salen tres tallos, y de cada tallo entre tres o cuatro flores. Cada día salen flores nuevas. “Hay que cogerlas con mucho cuidado”, explican las hermanas sobre el proceso de recogida, que suele realizarse a primeras horas de la mañana para evitar que el calor las marchite porque son muy delicadas. “El calor o la lluvia las perjudican. Hoy como no hay muchas y hay buena temperatura no vamos a recoger”.

En los cestos se van acumulando las flores del suelo, tratando de no dañar el tallo. De cada una de ellas se retirarán luego los tres estigmas o clavos rojos, unidas por un fino hilo, lo que es llamado la monda de la flor, que se suele realizar desde antaño por gente mayor del pueblo el mismo día de la recogida. “Es gente del pueblo, normalmente mayor, que tiene ya la práctica cogida, pero, cuando ellos se jubilen ¿qué pasará?”, se pregunta Félix Patiño, de la cooperativa Bioazafrán de Villafranca de los Caballeros, en una de las plantaciones a las afueras del pueblo.

Las parcelas están perimetradas con una valla alta, y un doble rizo en la parte de abajo, que se hunde en la tierra unos 20 centímetros, para evitar que los conejos causen un estropicio. Los conejos suelen comerse el esparto mientras los topillos, también abundantes por esta zona, atacan más los bulbos. No es la única problemática con la que cuenta el cultivo, que tiene males “endémicos”. El primero, que es un sector “muy pequeño, de minifundios, con producción elemental, secundaria”. Se oscila entre las 99 hectáreas y las 125, si bien este año se ha bajado a 108.

“Es llamativo que sean tan pocas, cuando solo de viñedo en Castilla La Mancha hay 350.000 o solo en Albacete de almendro hay 80.000”, dice el presidente de la Denominación de Origen de Azafrán de la Mancha. “¿Acaso no es una producción ya extinta con apenas 100 hectáreas, cuando desabastecemos a un mercado que valora el producto como el mejor azafrán del mundo?”, se pregunta molesto con la actitud de las administraciones, sobre todo, ya que no están recogiendo el guante de sus quejas.

Una de las principales es que el Ministerio de Agricultura no ha impulsado la certificación de la semilla propia de la Mancha, que requiere estudios de ingenieros agrícolas para demostrar las diferencias fenotípicas del bulbo que se planta en esta zona. Eso provoca que no se tengan las autorizaciones necesarias para usar técnicas ya conocidas, como la dermoterapia, para eliminar problemas fúngicos que están causando daños en los bulbos, reduciendo la producción. Tampoco se ha afrontado la sanidad vegetal de los cormos (bulbos) del azafrán y cómo les afecta el cambio climático, denuncian los productores.

“El aumento de temperatura de los últimos años coincide con una bajada en la floración muy significativa, habría que aplicar la ciencia para mejorarla”, incide Carlos Fernández. En un momento, se planteó al Ministerio, viendo la afección del hongo al bulbo, en traer estos de Holanda, pero éste se negó. “Falta la voluntad de dar soluciones, se necesitan fondos”, añade.

“Nadie invierte lo que hay que invertir, habría que desarrollar algún tipo de mecanización porque el proceso de monda es muy tedioso, cuando la gente que lo hace se jubile esto morirá, será inviable” afirma Félix, que como el resto de productores cada día que se levanta por la mañana no sabe si habrá buena recolección o no. “Es una incógnita”. Hoy, cinco jornaleros se afanan en retirar las flores, aunque los días que hay mucha flor llegan hasta 15 trabajadores en las tres hectáreas que tienen repartidas en varios terrenos alrededor de Villafranca.

“Los primeros días sueles tener agujetas, lo que tiran son los isquios”, es una de los apuntes más repetidos entre los jornaleros, gente normalmente del pueblo que se afana en una recolección que es muy exigente físicamente, constantemente con las rodillas dobladas bajando el espinazo. El año pasado recolectaron en esta cooperativa alrededor de 9 kilos. “Este año esperamos que vaya mejor, el año pasado, no sabemos si por la Filomena o por una semana que hubo de mucho calor a finales de agosto, fue muy malo. Esto va por ciclos”, asegura Félix.

Como la cosecha de este cultivo de secano -se suele regar dos veces al año- es muy baja, el precio se disparó este año. “Todo lo del año pasado lo vendimos hace tiempo ya”. Las comercializadoras pagaron a los productores -que lo dan ya tostado y envasado- entre 4.800-5.000 euros el kilo, aunque luego en las grandes superficies se vende a 10.000 euros el kilo, “o incluso a 12.000 en El Corte Inglés”. El coste de producción, aun así, es elevado, ya que la plantación de una hectárea, que tiene que ser cambiada de terreno cada cuatro años, puede alcanzar los 50.000 euros.

“Con los planes de Desarrollo rural muy potentes que anunció el presidente de la Comunidad [Emiliano García Page] se debería tener la capacidad de invertir en un centro de investigación mecanizado para apostar por la industrialización y profesionalización del sector. Creemos que tenemos las soluciones, pero no nos escuchan”, añade Carlos Fernández, que afirma que ante tan baja producción los clientes más importantes están acudiendo a Irán o a Grecia, “donde sí que están haciendo los deberes, y tienen cooperativas con 2.000 miembros”. “Un sector artesanal no puede sobrevivir en un entorno comercial global”.

En Madridejos, donde hay un Museo de la Historia dedicado a la Azafrán, se esperan turistas llegados de varias partes de España, sobre todo de Madrid, para visitar los campos morados, aunque Valentina, viendo el panorama, no tiene muy claro que a todos los vaya a gustar. “Alguien el otro día nos dijo que esperaba que fuera como el de la lavanda”, asegura la agricultora, que pese a la problemática del sector sigue recogiendo año tras año. “Lo que sacamos es un ingreso que es complemento a otras cosas, y es un orgullo para el pueblo. Aquí se sigue dando el azafrán como un regalo, como al médico cuando superas una enfermedad”, sostienen las hermanas sobre el enorme valor simbólico del oro rojo manchego.  

Más superficie

Entretanto, desde el gobierno de Castilla La Mancha niegan que el cultivo vaya camino de la extinción. “Los datos de superficies declaradas de azafrán muestran que se ha incrementado en un 50% desde 2015 hasta 2022. Además se les ha aprobado un proyecto de innovación para mejorar la sanidad de los cormos", señala Cruz Ponce, directora general de Agricultura y Ganadería de la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural del Gobierno de Castilla-La Mancha.

"Y el Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, a petición nuestra (de la Consejería de Agricultura del Gobierno de Castilla-La Mancha), ha elaborado el reglamento para producción de cormos de azafrán certificados, que se publicará previsiblemente en diciembre”, añade la directora de Agricultura.