“Los países pueden acabar tan obsesionados con solucionar el problema inmediato de suministro de combustibles fósiles como para descuidar o dejar de lado las políticas para reducir el uso de esos combustibles fósiles. Eso es una locura”, alertaba esta semana el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Pretendía ser un preocupante toque de atención sobre otro de los impactos que puede tener la invasión militar de Rusia sobre Ucrania: que se erija en nuevo obstáculo para avanzar en la lucha para frenar la emergencia climática global. Así lo recoge El Periódico de España.

La guerra emprendida por Vladimir Putin ya ha provocado que los precios energéticos se hayan disparado hasta máximos históricos, desestabilizando la economía global, y amenaza también con provocar una sacudida en el tablero de la geoestrategia y la seguridad energéticas. La carrera por desengancharse del gas y el petróleo procedentes de Rusia están llevando a muchos gobiernos a buscar alternativas urgentes que pasan por sustituirlos por otros proveedores exportadores y también por recuperar soluciones que en algunos países estaban ya en clara retirada, como la reactivación de las centrales de carbón.

La cumbre climática de Glasgow COP26, celebrada el año pasado, se cerró con el compromiso de dos centenares de países de reducir sus emisiones de efecto invernadero con el objetivo de limitar el calentamiento global a un aumento máximo de 1,5 grados desde los niveles preindustriales. La hoja de ruta de la mayoría de los estados participantes contemplaba un recorte del 45% de las emisiones de CO2 para 2030 en relación a las cotas de 2010 y alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050.

Los esfuerzos de los países ya eran demasiado tímidos en la lucha contra la crisis climática. Los compromisos anunciados por los gobiernos hasta ahora ya abocaban a un incremento de las emisiones del 14% para el final de esta década, según la estimación de Naciones Unidas. Y ahora la respuesta a la crisis global desatada por la invasión de Putin y la inflación desatada a escala mundial amenazan con diluir aún más los objetivos comprometidos.

“A medida que las principales economías desarrollan una estrategia de 'all-of-the-above' [consistente en mantener el uso de todas los tipos de energía, también las fósiles] para reemplazar los combustibles rusos, las medidas a corto plazo pueden generar una dependencia a largo plazo de los combustibles fósiles y cerrar la puerta a alcanzar al objetivo de los 1,5 grados (…) Si seguimos así, podemos despedirnos del objetivo de 1,5 grados. Incluso los 2 grados podrían quedar fuera de nuestro alcance, lo que sería una catástrofe”, se quejaba Guterres. “La adicción a los combustibles fósiles representa la destrucción mutua asegurada”, sentenció.

Las advertencias también llegan desde el mundo financiero. “En respuesta al 'shock' energético provocado por la guerra en Ucrania, muchos países están buscando nuevas fuentes de energía. Estados Unidos se centra en elevar el suministro de petróleo y gas, y en Europa y Asia el consumo de carbón puede aumentar el próximo año. Y esto inevitablemente ralentizará el avance mundial hacia el cero neto en el corto plazo”, avisa Larry Fink, presidente de Blackrock -la mayor gestora de fondos de inversión del mundo- en la carta anual a sus accionistas. “A largo plazo, creo que los acontecimientos actuales acelerarán el cambio hacia fuentes de energía más limpias en muchas lugares del mundo”, concedía.

Aunque la guerra en Ucrania y sus consecuencias económicas pueden provocar una vuelta a un mayor uso del carbón en algunos países, lo cierto es que escala global la tendencia en este campo ya era negativa. Tras dos años de descensos, en 2021 volvió a crecer el volumen de carbón utilizado para producir electricidad en el mundo, un 9%, hasta batir un nuevo máximo histórico, según los registros de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). India y China, que aún concentran dos tercios de la demanda mundial, fueron las que registraron mayores incrementos al calor de la recuperación económica tras el parón por la pandemia y por los altos precios del gas natural, que dieron chance relanzar con más fuerza la quema de carbón.

La UE, más renovables, pero...

El discurso oficial de la Unión Europea, principal afectada del golpe energético por la invasión de Putin, pasa por hacer una apuesta clara por acelerar el despliegue de las energías renovables para reducir la dependencia de los hidrocarburos procedentes de países como Rusia. Más renovables para ser más autosuficiente. Un discurso que ha sido refrendado con insistencia también en las últimas semanas como orientación estratégica de la UE.

El reforzamiento de la transición ecológica y energética y un impulso más rápido de las energías limpias para ganar autonomía es el objetivo indiscutible de la UE a medio y largo plazo. Pero existe un riesgo cierto de que la necesidad de afrontar la crisis energética con medidas inmediatas se haga a costa de los objetivos de descarbonización y poniendo en peligro la agenda climática.

Alemania, enormemente dependiente del gas ruso, ha reconocido su principal prioridad ahora mismo es la seguridad de suministro, por encima de las metas climáticas y se plantea elevar aún más la producción eléctrica con carbón. Francia renuncia a su plan de cerrar todas las centrales de carbón y al menos mantendrá una de ellas. Reino Unido estudia prolongar la vida útil de alguna de las tres grandes centrales de carbón que tenían previsto en 2024. En Portugal, el Gobierno progresista trata de apagar el debate sobre la reactivación de las plantas térmicas que se abierto en plena crisis energética.

España quema más carbón... por el precio

España está a las puertas del apagón definitivo de todas sus centrales de carbón. Pero con el mercado eléctrico marcando precios máximos históricos desde hace meses, las centrales de carbón que ya sólo se preparaban para echar el cierre y que en la mayoría de los casos habían estado mucho tiempo sin funcionar ahora están reactivándose y disparan su producción.

Mientras esperan la autorización definitiva de cierre, las eléctricas están obligadas a tener disponibles sus centrales y a presentar ofertas en el mercado eléctrico para producir si es necesario. La escalada desorbitada de los precios ha hecho que quemar carbón para producir electricidad vuelva a ser rentable en determinados momentos. La escalada de precios ha permitido que las ofertas que presentan las plantas térmicas a veces consiguen entrar en el mercado, y cada vez más.

La generación de las centrales de carbón acumula seis meses consecutivos de subidas en España. Desde septiembre de 2021, mes a mes la generación de las plantas térmicas ha registrado crecimientos interanuales. Algunos meses la producción se ha duplicado y otros incluso se ha triplicado en relación al mismo mes del año anterior, según recogen los registros de Red Eléctrica, el gestor del sistema eléctrico español.

Desde el sector energético nacional y también desde la Administración se insiste en que no hay marcha atrás en ese proceso de abandono de la quema de carbón para producir electricidad. “Aquellos que desde el sector privado aún financian el carbón van a tener que rendir cuentas”, advertía contundente el secretario general de la ONU. “Su apoyo al carbón no solo podría costarle al mundo no conseguir sus objetivos climáticos. Es una inversión estúpida”.

Alemania

Andrés Goldszmidt. Berlín

El rol de Rusia como principal proveedor de gas, carbón y petróleo a Alemania tiene fecha de vencimiento y para el ministro de Economía, Robert Habeck (Los Verdes), la seguridad energética es ahora la principal prioridad, incluso sobre las metas climáticas.

En el caso del carbón y el petróleo, las importaciones representan el 50% y el 35% del consumo alemán, respectivamente. Pero Habeck asegura que ya en otoño el país podría ser “independiente del carbón ruso y a fin de año, del petróleo”. En cuanto al gas la situación es más delicada. El 55% de las necesidades alemanas son cubiertas por las compras a Rusia. Disminuir esa dependencia llevará tiempo.

Con la posibilidad cierta de que las importaciones desde Rusia se interrumpan o disminuyan, la pregunta es si la diversificación de proveedores y la expansión en renovables avanzarán a la velocidad requerida por una creciente demanda de energía. De no ser así será difícil disminuir el peso del carbón en la matriz energética alemana (29,7% de la generación neta en 2021).

Francia

Enric Bonet. París

Debido a la actual crisis energética, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha renunciado a su promesa electoral de 2017 de cerrar todas las centrales de carbón en Francia. Cuando llegó al Elíseo hace cinco años, el dirigente centrista pretendía que las cuatro últimas plantas térmicas de este tipo dejaran de funcionar, al emitir una gran cantidad de CO2. Dos de ellas interrumpieron su funcionamiento y una tercera, en Saint-Avold (nordeste de Francia), hará lo mismo esta primavera. Sin embargo, la administración gala abandonó su proyecto de reconvertir la central bretona de Cordemais en una planta de biomasa y seguirá funcionando con carbón hasta 2024.

La invasión rusa de Ucrania y las sanciones económicas que ha conllevado no han alterado estos planes. El Gobierno francés mantiene su apuesta, decidida el año pasado, de abandonar el carbón dentro de dos años. El gas ruso representa menos del 20% de las importaciones gasísticas de Francia, uno de los países europeos con una dependencia energética relativamente baja respecto a Moscú.

Gracias a su extensa costa atlántica, prevé suplirlo con importaciones de gas licuado, así como el desarrollo de las renovables. Además, las centrales nucleares producen más del 71% de las necesidades eléctricas francesas. Y Macron pretende dar un rol preponderante a la energía del átomo con la construcción de seis nuevos reactores, una cifra que podría elevarse hasta 14, antes de 2050.

Reino Unido

Begoña Arce. Londres

El gas procedente de Rusia sólo representa el 4% del total que consume el Reino Unido, pero el primer ministro británico, Boris Johnson, está preparando una nueva “estrategia de suministro energético” para rebajar la dependencia externa y frenar la subida de los precios del carburante. Las medidas contempladas pueden implicar dar marcha atrás a algunos compromisos con el medio ambiente, otorgando un nuevo respaldo a combustibles fósiles.

En el caso del carbón el primer ministro estaría estudiando prolongar el funcionamiento de alguna de las tres centrales eléctricas que aún funcionan con este mineral y cuya extinción está prevista para octubre del 2024. De acuerdo con el diario The Times, el Gobierno ha entablado discusiones con el grupo francés EDF para extender las operaciones de una de ellas, que debería dejar de operar este próximo mes de septiembre. Johnson afirma que sigue vigente su compromiso de reducir a cero las emisiones netas de gases efecto invernadero para el 2050 , pero “tenemos que tener en cuenta la realidad de que hay una crisis en este momento”.

Otra opción que divide al Gobierno es la vuelta de la polémica e impopular técnica de fragmentación (fracking) para extraer gas, para la que se aprobó una moratoria por tiempo indefinido desde noviembre del 2019. Johnson también ha pedido a compañías petroleras, incluidos los gigantes British Petroleum y Shell, incrementar sus inversiones en los yacimientos del Mar del Norte en Escocia, con una producción en declive desde hace años. Según fuentes del sector hay diez posibles nuevos yacimientos que podrían ser aprobados el próximo año.

Portugal

Lucas Font. Lisboa

La guerra en Ucrania ha abierto el debate sobre la posible reapertura de las dos últimas centrales de carbón en Portugal, la de Sines y la de Pego, cerradas en 2021. Una posibilidad planteada por la Dirección General de Energía y Geología (DGEG) y la Red Energética Nacional (REN), según avanzó el semanario Expresso, pero que el Gobierno luso por ahora no contempla. “Cuanto más pensamos en eso, más convencidos estamos de que no [es necesario]. Desde el punto de vista de la garantía de abastecimiento nunca hemos sentido esta necesidad”, aseguró el ministro de Ambiente y Transición Energética, João Pedro Matos Fernandes, en declaraciones al mismo medio.

El Ejecutivo de António Costa se mantiene firme en su apuesta por las energías renovables y no ve con buenos ojos retomar la actividad de las centrales. Algo que, por otra parte, podría tardar meses debido a la necesidad de hacer nuevos contratos y de adquirir carbón en el mercado internacional, ya que en este momento ninguna de las dos centrales cuenta con reservas para retomar la producción.

En el caso de la central de Pego, las autoridades lusas lanzaron un concurso para la reconversión en un complejo de energías renovables. La propuesta ganadora ha sido finalmente la de Endesa, que contempla la instalación de un parque eólica, una planta fotovoltaica y producir hidrógeno verde, así el mantenimiento de una parte de los puestos de trabajo en la zona, con una inversión de 600 millones de euros.

Estados Unidos

Idoya Noain. Nueva York

El carbón ha vuelto con fuerza a Estados Unidos y paradójicamente lo está haciendo en el mandato de Joe Biden, un presidente que retomó el compromiso con la lucha contra el cambio climático que había enterrado su predecesor, Donald Trump, y que había vuelto a poner la reducción de gases contaminantes en lo alto de su agenda.

Mientras que el consumo de carbón para generar electricidad cayó el 36% con Trump, en el primer año de Biden en la Casa Blanca creció un 17%. Es la primera subida desde 2014 y ha sido resultado de los precios significativamente más elevados del gas natural, pero la situación se ha exacerbado ahora por la guerra abierta por Rusia en Ucrania.

Aunque la mayoría de los estadounidenses cree que el desarrollo de fuentes de energía limpia debe ser una prioridad Washington (un 69%, según un sondeo reciente del centro Pew) y pese a la ambiciosa agenda de Biden, los defensores de los combustibles fósiles están aprovechando la coyuntura para renovar con fuerza sus llamadas a usar carbón.

Lo hacen en Washington los republicanos, aliados tradicionales de la industria, que están lanzando un aluvión de ideas para acelerar la producción. Lo hace Joe Manchin, el senador demócrata que representa a Virginia Occidental, el segundo estado productor, y que tiene intereses económicos personales en el sector. Y lo hace Trump, que este lunes aseguraba en una entrevista en Fox News que el país se sienta en “oro líquido”, defendía la “nueva tecnología increíble para carbón limpio” y criticaba a Biden por no usarlo.

Chris Hamilton, presidente y consejero delegado de la Asociación de Carbón de Virginia Occidental, asegura que el carbón “podría vivir un renacimiento de proporciones sin precedentes” pero su momento puede ser breve. Aunque el decisivo Manchin ha dado un golpe fatal en el Congreso a los planes ambientales más ambiciosos de Biden, y aunque el Tribunal Supremo conservador podría dar en unos meses otro golpe de mayor impacto aún y limitar la autoridad de la Agencia de Protección Ambiental, el impulso a la transición a energías renovables continúa.

La Administración de Información de Energía ha informado de que las plantas contaminantes que cerrarán este año, el 85% usan carbón. Y hoy la generación de electricidad en EEUU que usa carbón ha caído a menos del 20%, frente al 50% de hace una década.

Buena parte del foco de los productores de carbón estadounidenses esta ahora puesto en los mercados europeos y en las exportaciones. El año pasado destinaron al mercado internacional el 15% de su producción y esas ventas en el extranjero subieron un 23%. Y la Administración de Información de Energía, una oficina federal, ha estimado que subirán por lo menos los próximos dos años por el impacto de la guerra.

El 8 de marzo, cuando Biden firmó la orden ejecutiva que prohibía la importación desde Rusia de carbón, como de petróleo y gas natural licuado, el consejero delegado de la Asociación Nacional de Minería emitió un comunicado asegurando que los mineros estadounidenses “deben jugar un papel crítico en ayudar a satisfacer las necesidades energéticas y siderúrgicas de Europa en los próximos meses y años”.

China

Adrián Foncillas. Beijing

China importa el 70 % del petróleo y el 40% del gas y no quedará indemne frente al encarecimiento de precios. El Gobierno, sin embargo, ya ha prometido que recurrirá a sus vastas reservas para asegurar el suministro. La buena noticia es que no sufre la dependencia europea de Rusia. De ahí solo recibe el 5% de su gas y el 10% de su petróleo y, si algún efecto se espera del conflicto y las sanciones de Occidente, es el aumento de las transferencias a China con precios abaratados. En la evolución del cóctel energético chino, pues, es probable que pesen más las dinámicas internas.

El país se ha esforzado en superar su vieja adicción al carbón que arruinó sus cielos. Ha pasado del 70 al 57% del total energético en una década, un éxito rutilante si atendemos a su paquidérmica economía. Y ante la ONU se comprometió a alcanzar el pico de emisiones en 2030 y la neutralidad de carbono en 2060. Pero contra los ambiciosos planes ha conspirado la realidad. La peor crisis energética que se recuerda dejó este invierno escenas inéditas: comercios y hogares a la luz de las velas, semáforos apagados y ciudadanos encerrados en ascensores.

En la tormenta perfecta había confluido el pico de la demanda, la escasez y carestía del carbón y la agenda ecológica. El forzoso parón de la producción en las provincias manufactureras castigó la economía nacional y aconsejó una política más realista porque la energía solar y eólica, a pesar de su auge, están muy lejos de absorber la demanda. China ha interrumpido los cierres generalizados de plantas carboníferas y en los últimos meses, de hecho, ha abierto nuevas. El Gobierno entiende el carbón como necesario hasta que se complete la transición hacia fuentes no contaminantes.