El aumento de la tensión entre Rusia y Ucrania puede tener consecuencias imprevisibles para las vidas de miles de personas, para la política internacional y para el comercio mundial, pero hay otros efectos que son en cambio más esperables: Occidente ya ha avisado de que tiene listas sanciones “rápidas y severas” contra Moscú en caso de intervención militar, y ante ese tipo de medidas no suele tardar en llegar una respuesta recíproca. 

El precedente está muy fresco: en 2014, el embargo ruso contra productos agroalimentarios europeos en represalia por las sanciones de la UE ante la invasión de Crimea terminó prácticamente de un día para otro con las exportaciones de carne, frutas y hortalizas españolas a un mercado de 140 millones de consumidores. Las restricciones -que duran hasta hoy- han causado un desplome del 67% de las importaciones de alimentos españoles por Rusia, según datos del Instituto de Comercio Exterior (ICEX): sumaron 1.111 millones de euros en 2012 y 362 millones en 2020. Ahora, el temor en el campo español es que una nueva ronda de restricciones golpee a productos que se libraron del bloqueo hace ocho años y que además están funcionando bien en el mercado ruso.

Aunque Rusia no es uno de los principales socios comerciales de España -es el vigesimosexto mercado y el vigesimocuarto suministrador- algunos productos agroalimentarios han conseguido mantenerse o ganar cuota de mercado en el país euroasiático en los últimos años. Es el caso de la aceituna de mesa (gracias a las ventas por 74,5 millones de euros en 2020, España es el segundo exportador de conservas vegetales a Rusia, sólo por detrás de China), el aceite de oliva (en el que España mantiene el liderazgo, seguida por Italia) y el vino embotellado (las ventas a Rusia, por más de 100 millones de euros en 2020, colocan a España como tercer suministrador de Moscú, por detrás de Italia y Georgia y por delante de Francia). Todos los sectores destacan que, más allá del presente, las perspectivas comerciales de Rusia son interesantes a futuro, ante la expectativa de que la clase media se asiente y demande más el tipo de productos en los que destaca España, relata este martes El Periódico de España.

Vino y aceite, en peligro

Vidal del Saz es gerente y propietario de las bodegas del mismo nombre en Campo de Criptana (Ciudad Real). Lleva 12 años exportando vino a Rusia, hasta 2 millones de botellas anuales en los momentos álgidos -ahora envía entre 700.000 y 800.000- y no duda de que si escala el conflicto todos los productos españoles líderes se verán afectados: "Tenemos miedo, evidentemente; no somos imprescindibles; sea por cierre de fronteras, sea por las fluctuaciones del rublo, sea por las trabas a las transacciones entre bancos de alguna manera [la situación de tensión] tendrá impacto".

José Luis Benítez, Director General de la Federación Española del Vino (FEV), comparte esos temores: "El vino, por desgracia, se utiliza mucho en las guerras comerciales. Rusia sabe que le hace mucho daño a Europa con este producto; aunque no sea el principal cliente, es muy importante simbólicamente". "Cualquier incertidumbre que afecte al buen clima comercial es un hándicap que puede ser muy importante para nuestro sector; dependerá de si es un chaparrón, una tormenta o un tifón", concluye.

Trabajadores del campo.

El sector del aceite de oliva tampoco oculta su preocupación, en este caso acentuada por la competencia. "Si sólo impusieran sanciones a España, porque se está significando en este conflicto, y no a Italia, que no se está significando, podrían producirse sanciones diferenciadas, que nos harían perder cuota de mercado", alerta Rafael Pico Lapuente, director de la asociación de exportadores Asoliva. "Hay que decirles a los que gobiernan que tengan mucho cuidado con lo que dicen por ahí y los barcos que mandan, que pueden tener consecuencias", añade en referencia al envío de la fragata Blas de Lezo al mar Negro; como ejemplo, señala al conflicto entre la UE y Estados Unidos por las ayudas a sus respectivos fabricantes de aviones, Airbus y Boeing, que implicó sanciones al aceite de oliva español, pero no al de sus competidores europeos.

Igual que sus compañeros del vino y del aceite, entre los exportadores de aceituna de mesa cunde la preocupación por posibles barreras de entrada a un mercado "bastante maduro con mucho potencial de crecimiento en el que el producto español lidera con un 93% de la cuota de mercado", según el Secretario General de Asemesa, Antonio de Mora. "He hecho una consulta reciente entre las empresas exportadoras y por ahora ninguna ha percibido consecuencias del conflicto, pero estamos alarmados porque si las hay nos afectarán mucho", apostilla.

"Hay que decirles a los que gobiernan que tengan mucho cuidado con lo que dicen por ahí y los barcos que mandan"

Caqui y porcino, víctimas del embargo

La experiencia de los sectores que sí sufrieron el embargo de 2014 es aleccionadora. Entre las frutas es especialmente destacado el caso del caqui, muy apreciado en Rusia. Vicente Carmelo Burches, productor en la ribera del Júcar y responsable de la sectorial de esta fruta en la asociación agraria AVA-Asaja cuenta que “la exportación de caquis a Rusia era buenísima, cada año casi se duplicaba”; un mercado -cuenta- no sólo creciente sino menos exigente que otros, de forma que las frutas de un calibre inferior o un poco rayadas se vendían allí igualmente, contribuyendo a aumentar los precios mundiales. Entonces, llegó el embargo: “Fue una debacle; ya no se saca rentabilidad y por eso muchos de los que habían plantado están arrancando [los árboles], porque pasamos de vender a 50-55 céntimos el kilo a 20 o incluso cerca de 10”, se lamenta.

En el caso del porcino el impacto fue también considerable: de las 800.000 toneladas que importaba Rusia anualmente de la Unión Europea antes del veto, España aportaba unas 150.000, según la patronal Anprogapor; ahora, las cantidades son testimoniales, explica el director de esta asociación de productores, Miguel Ángel Higuera: “Fue un susto tremendo, ante las dificultades del sector hasta la propia UE pagaba por congelar carne, para apartarla del mercado hasta que se reajustase oferta y demanda”, rememora.

Higuera aprecia eso sí un efecto positivo del embargo: obligó al sector a abrir nuevos mercados. “Tuvimos que ponernos, por decirlo así, las ‘zapatillas de correr’, buscamos nuevas oportunidades en otros países y eso a medio plazo nos metió en el mercado mundial, a la pelea por la competitividad y a ser los mejores”. Poco después del embargo, asegura, la exportación se reorientó hacia Asia, y singularmente hacia China.

Un agricultor valenciano, en una explotación citrícola próxima a Picassent. F. CALABUIG

Perder cuota de mercado

Uno de los peligros de que se ponga en marcha un embargo, avisan desde todos los sectores, son las dificultades de recuperar la cuota de mercado perdida. “Ya hay países más cercanos a Rusia que han plantado caquis para suministrárselos, veo difícil volver a los niveles de antes”, asegura Burches. “Cuando podamos volver, será como un actor más en la cadena, no a los niveles de antes; los rusos han aumentado el autoabastecimiento [de porcino] y con la UE fuera de juego países como Brasil o Chile ocuparon en parte su lugar”, afirma Higuera.

"Georgia, Moldavia, Argentina o Chile estarían bien situados para aprovechar el hueco que podrían dejar los vinos europeos", añade por su parte el responsable de la FEV, mientras que en aceite y aceituna preocupan Italia y Grecia y, sobre todo, los países del Norte de África y del Mediterráneo Oriental, que con total seguridad quedarían fuera de posibles sanciones.

Además de los embargos y los vetos, una escalada del conflicto podría tener también otras consecuencias graves para el sector agroalimentario español: "Además del incremento de precios generalizado de las fuentes de energía, como el petróleo y el gas, subirían también los productos referenciados o vinculados con ellos, como los fertilizantes y los abonos, de los que Rusia y Ucrania son importantes exportadores", enumera Ignacio López García-Asenjo, director de relaciones internacionales de la patronal agraria Asaja. "También hay que tener en cuenta que somos deficitarios en alimentación animal proveniente de productos vegetales (pipas de girasol, o maíz) en los que Ucrania destaca; si hay problemas de suministro, pueden darse mayores costes de producción tanto en la ganadería intensiva como en la extensiva, si la sequía se hace más crítica", añade.