La economía china ha confirmado el frenazo de su recuperación pospandémica con un crecimiento del 4,9% en el tercer trimestre del año. La cifra es menor de la pronosticada por los expertos y subraya los problemas y amenazas que se le han acumulado a China en los últimos meses como la escasez energética, la incertidumbre del mercado inmobiliario, el encarecimiento de las materias primas o las disrupciones del transporte marítimo

El ejercicio había empezado con la estratosférica subida del 18,3% en el primer trimestre, explicada por el contraste con el parón provocado por cuarentenas y cierres en lo más crudo del coronavirus, y seguido con la del 7,9% en el segundo. Los expertos pronostican este año un crecimiento del PIB chino del 8%, muy superior al 6% planeado por Pekín, pero la desaceleración mitiga el optimismo global y obliga al Gobierno a afinar las políticas fiscales. “Están aumentando las incertidumbres en el mercado internacional y la recuperación económica interna es aún desigual e inestable”, ha justificado Fu Linghui, portavoz de la Oficina Nacional de Estadísticas.  

China fue la única de las grandes economías que escapó de la recesión el pasado año gracias a la recuperación de la actividad tras haber expulsado el coronavirus. Las noticias inquietantes, sin embargo, se han sucedido en los últimos meses. La crisis de Evergrande, el gigante inmobiliario que adeuda 300.000 millones de dólares, ha enfriado un sector que aún concentra el 30% del PIB nacional, y los problemas de efectivo confesado por otras compañías del sector alimentan los temores a una reacción en cadena que afecte a los mercados financieros. Han caído las ventas, las inversiones y la construcción, sin que la intervención gubernamental haya devuelto la confianza. Sectores asociados al mercado inmobiliario como el cemento o el acero han padecido las mayores contracciones. 

También sufre la actividad manufacturera, sobre la que se cierne la tormenta perfecta: sufría ya el aumento de precios de las materias primas y los fletes cuando los compromisos medioambientales de Pekín obligaron a cerrar el grifo de la luz. Dos tercios de las provincias sufren recortes de suministro que han parado las fábricas cuando la actividad debería alcanzar sus máximos para satisfacer la demanda global navideña. La producción industrial decayó hasta el 3,1% en septiembre frente al 5,3% de agosto. Las ventas minoristas, en cambio, subieron el 4,4 % gracias al levantamiento de las restricciones provocadas por rebrotes del coronavirus.