En el aire se respiraba ya otra cosa. El viento, figurada y literalmente, soplaba en otra dirección. Lo que al principio del torneo parecía una quimera empezaba a ser creíble tras la victoría ante De Miñaur el fin de semana. Quizás por primera vez este año, Rafa Nadal entraba a una pista de tenis sintiéndose favorito, obligado a ganar, y la gente que abarrotaba de nuevo la pista central de la Caja Mágica llegaba a ella con la sensación de que lo de este lunes era coser y cantar. El escenario y el rival, un Pedro Cachín que antes de llegar a la capital acumulaba 15 derrotas seguidas, no invitaban a pensar otra cosa que no fuera el ídolo local avanzando.

Error. Lo que parecía un trámite torna en una película de miedo con el paso de los minutos. Y sufre, lo pasa mal, concede un set, pero llega el final, y es feliz, regalándose un nuevo partido en casa, en el Masters 1000 de Madrid, en este caso el miércoles ante el checo Jiří Lehečka (31º del mundo), ya en los octavos de final. Parece que el balear, con pies de plomo e incluso negativo en los últimos tiempos, se lo empieza a creer. Con momentos de brillantez, como el inicio del choque, y otros de resiliencia, esa que tanto le ha caracterizado durante su carrera. Sufriendo hasta el final, pero ganando, como tantas otras veces, aunque esta vez tenga que ser contra un rival que ocupa el 91º del ránking ATP.

Porque el partido tuvo dos partidos dentro del mismo. De inicio, Nadal es una apisonadora. Su bola pesa como en el pasado y se le atraganta a Cachín, desacertado y superado por el escenario en el inicio del choque. 'Break' de arranque y a correr. Todo el tiempo en pista que se pueda ahorrar cuenta en el nuevo Nadal. Rompe en el primero, en el quinto y en el séptimo y en apenas 45 minutos solventa el primer set. Agresivo, abusando del saque y volea, soltando el 'drive'... En definitiva, buscando la forma de no trabajar tanto los puntos y evitar acumular desgaste, aunque eso suponga arriesgar más y a veces conceder errores no forzados extraños de ver hace no tanto tiempo. 

Otra película desde el segundo set

Acostumbrado a batallas de horas, su situación requiere ahora de otro 'timming'O eso cree en ese momento. Todo parece encarrilado cuando, de repente, su realidad vuelve a azotarle. Lo que parecía un paseo se convierte en un calvario en cuestión de minutos. Fatigado, con las energías justas propias de la falta de ritmo competitivo, Nadal se ve en un visto y no visto 4-1 y dos 'breaks' abajo en el segundo parcial. Otro partido en el mismo partido, muy distinto al panorama del primer set. Desconexión y susto en la grada, pero ahí aparece el Nadal de los viejos tiempos. Agarrándose a la pista, remontando, y rompiendo cuando más cruda estaba la cosa, con su rival sacando para llevarse el set y forzar el tercer parcial.

Tiembla Cachín, que con 30-15 y una bola a placer para tener dos pelotas de set marra con todo a favor y da aire a Nadal, enlazando varios errores, entre ellos dos dobles falta y alguna dejada incomprensible. 'Autobreak' del argentino, que vuelve a tener la opción de cerrar el partido con su saque tras romper el servicio de Nadal de nuevo. Pero de nuevo se ve superado por la situación y tras desperdiciar varias bolas de set, deja a Nadal vivo en la muerte súbita, donde ya dice basta. Ahí no regala más y fuerza a Nadal a adentrarse en lo desconocido en el último año y medio: un partido de más de tres horas.

Toca picar piedra y remangarse, y en eso Nadal sigue teniendo un puntito más. Se suelta y como ya hizo en el primer set, rompe de inicio, pero Cachín responde instantáneamente. Por primera vez desde su vuelta al circuíto tras más de un año parado, juega un partido de tres horas y tira de garra, saca fuerza de dónde no la hay, sofoca la rebelión de Cachín y vuelve a los octavos de final de un torneo por primera vez desde 2022. Misión cumplida. (6-1, 6-7 y 6-3).