Es que creer va más allá de la pruebas. Ya podía haber hecho el Barça su peor partido en la ida, ya podían las dudas sobrevolar un equipo que está al límite en cuanto a la físico. Ya podía lo que quisiera, que si a este Barça le pones un reto delante y dudas de que lo podrá logar, te callan la boca a base de fútbol. Es un escándalo lo que han conseguido estas jugadoras y Stamford Bridge no iba a ser una excepción. El conjunto dirigido por Jonatan Giráldez, con las mallorquinas Cata Coll, Marona Caldentey y Patri Guijarro, se desquitó ante el Chelsea (0-2) y remontó la eliminatoria. Estarán en Bilbao para el delirio culé.

La gesta fue inmensa y el partido fue tosco. Al Barça le duraba poco el balón. Le quemaba, necesitaba encontrarse, respirar con pausa después de lo de Montjuic. Las culers tenían prisa, no solo por poner la igualdad en el marcador sino de reivindicarse. De volver a hacerlo. De que la historia se acuerde de ellas y vitoree sus nombres. De plantarse en la final de Bilbao, sin renunciar a lo que son.

Toda esa celeridad estaba detrás de cada pase. La construcción era fluida, harmoniosa, con los tempos de un metronomo. El césped, un pelín largo para el gusto azulgrana, se espabiló con la lluvia. Empezó a deslizar, a acompañar las prisas culés facilitando la construcción, sobre todo por la banda derecha, bajo los mandos de Lucy Bronze y Caroline Graham Hansen.

La noruega es magia. De hecho, tuvo la primera clara para el conjunto catalán con un remate desde fuera del área, como un látigo, que acabó impactando contra Hampton. Era imposible pillarla con su caracoleo entre línea. Rebrincó entre defensas y se escabulló de mediocampistas a placer. No por falta de oposición, sino por exceso de talento. Ve el fútbol a otro ritmo y en Stamford Bridge el Barça aprovechó su genialidad una vez más.

Pasaban los minutos y en el banquillo se impacientaban. Cada vez estaba más cerca y algunas de las jugadoras suplentes se removían en sus asientos. Faltaba ese algo. Lo que diferencia un equipo ganador de uno campeón. Eso que hacer que centenares de culés se recorran Europa para verlas. No es solo el triunfo, hay algo más. Eso que te hace creer a oscuras en un equipo.

Y Aitana Bonmatí recogió el balón en el balcón del área. Con un golpe seco paró el pase de Patri Guijarro, para acomodársela en la pierna izquierda mientras cambiaba la dirección. Ya de cara a portería, lo vio. O hasta más bien lo sitio. No hizo falta pausa ni pensar. Se escabulló de Niamh Charles que la esperaba en la central y, con la derecha disparó. Se quedó quita, igual que el resto del equipo, mientras el balón avanzaba. Un escalofrío. Era el momento. Cuando la red lo cobijó, echó a correr.

Coraje y rabia se podía ver en sus ojos. Estalló la euforia. Las culés que estaban sobre el verde corrieron a abrazarse mientras que el banquillo pegó un bote. Gritaron, se abrazaron, cayó alguna colleja y algún zarandeo. Puro desquite. Aitana miró al córner donde las gradas del mítico Stamford Bridge se teñían de azulgrana. Pidió más, demandó ese apoyo que las ha alzado en la rocosa remontada.

Tras el tanto, el Chelsea se revolvió incomodando de pies a cabeza al equipo azulgrana. Primero Leupolz remató a placer un pase de Lauren James que terminó estampándose en el travesaño. Después Macario reventó el balón desde la esquina del área, enviando el esférico justo al lado opuesto de la portería. Cata Coll la intuyó y se lazó tapando lo justo para rechazar el balón.

El segundo tiempo empezó como un suplicio para el Barça. El Chelsea contó sus ocasiones a pares mientras la lluvia helaba el ambiente. Las blues, envalentonadas tras dos buenas acciones, dejaron de medir y Kadeisha Buchanan en poco más de 3 minutos fue amonestada con dos amarillas y tuvo que emprender el camino a vestuarios más temprano de lo que a Emma Hayes. El Chelsea se quedaba con diez, no había mejor momento para apretar. El Barça usó los primeros compases con superioridad para reordenarse. Tocaba hacer que su posesión, esteril en el primer cuarto de hora desde la reanudación, se impreganara de su voracidad.

Al compás de Aitana, con sus acceleraciones de infarto, todo se pausó en el momento en que cayó al suelo. Jessica Carter la derribó con un empujón. A Fridolina Rolfö se le dibujó media sonrisa cuando la colegiada señaló la pena máxima. Entre la voragine de jugadoras 'blues' que atosigaban a la árbitra, ella colocó el balón sobre el punto de penalti. Entró ajustadita al palo izquierdo, para completar la sonrisa de Rolfo mientras empezó a correr y extender los brazos. El Barça estaba en Bilbao, ahora no podían fallar.

Aguantó el 0-2 como hacen los campeones. Sin jugarretas más dignas de otros, con la ntensidad que requiere ser finalista de la Champions. Bilbao las espera y ellas vuelven al lugar que siempre les ha pertenecido. Cambiar la historia ya lo han hecho. El 25 de mayo toca hacer ensordecedor su reinado.