El aeropuerto de Manchester es una ratonera que te engulle en el embudo interminable de su control de equipajes. Una hora atrapado en una cola serpenteante antes de acceder a la zona de tránsito donde las cafeterías y los restaurantes están atiborrados desde las seis de la mañana. Pero hoy las caras, que delataban pocas horas de sueño, eran de satisfacción entre los madridistas. Rubén de la Red estaba sentado en una bancada no lejos de una de las decenas de despedidas de solteras que deambulaban esperando la puerta de su vuelo a Ibiza, Mallorca, Alicante…

Las zancadillas de Guardiola

Los tabloides hablaban en sus portadas de “milagro” y calificaban a los de Ancelotti de “espartanos”. Su indómita resistencia ante las acometidas del Manchester City recogían tantos elogios como sorpresa. La resignación entre la hinchada celeste se resumía en una frase de Guardiola: “Si hay que perder, esta es una forma cojonuda de hacerlo”. El técnico azulgrana, que cambió de hora el entrenamiento previo en dos ocasiones y luego lo retrasó hasta que empezó la intervención de Ancelotti, se saltó también el protocolo tras el choque saliendo a la sala de prensa el primero para ofrecer sus impresiones sobre lo ocurrido ante un centenar de periodistas. Esta vez un Pep abatido no deseó “buen vuelo de vuelta” a la prensa española, como hace un año. Mientras, en el vestuario visitante, Rudiger, el héroe al anotar el penalti decisivo, lideraba la fiesta junto a Camavinga, Vinicius y Militao. Lunin sonrió al entrar, cogió su teléfono y contestó un par de mensajes antes de ducharse y marcharse como si no hubiera pasado nada. “He acabado muy cansado, nunca había jugado un partido de 120 minutos con tanta tensión”, advertía segundos antes de acordarse de sus compatriotas, que siguen siendo bombardeados por Putin.

El partido escondió muchos secretos. El primero, el pulso que libraron en la pizarra Carlo Ancelotti y su hijo Davide. Carletto apostaba por un 4-3-3 de salida para hacer daño a los de Guardiola y guardar la ropa con un bloque medio, consciente de lo que se le venía encima. Su hijo proponía cerrar los pasillos con más gente en el medio y trabajar una defensa profunda para inhabilitar las basculaciones ofensivas de los citizens. Al final el devenir del encuentro dictó sentencia y los dos tuvieron parte de razón. El Madrid marcó rápido, como esperaba Carlo, y el plan saltó por los aires ante un City obligado que embotelló pronto a los blancos, como sospechaba Davide, en busca del empate. El problema del Real Madrid es que se fue deshilachando en ataque con un Bellingham al que le saltó la reserva a la hora de partido, un Rodrygo al que es demasiado fácil sustituir y un Vinicius que se deshinchó tras un primer tiempo notable. Los blancos, que perdieron la capacidad de amenaza, quedaron en manos de Brahim y protagonizaron ataques delirantes, como la contra que concluyó con Mendy asistiendo a Lucas para que este rematase de cabeza. Los pájaros disparaban a las escopetas.

Joselu calentó durante una hora, lo que al menos le permitió soltar los nervios en la banda, donde Pintus tuvo que pedir permiso al cuarto árbitro para colocar los conos de calentamiento. El Etihad se ha quedado pequeño en todos los aspectos. Pese a los temores todos estarán disponibles para el clásico ante el Barça, aunque habrá rotaciones en el once blanco. Se acercaba el partido al final de su agonía cuando Mendy se llevó la mano a la parte posterior del muslo y Carletto ordenó a Camavinga tapar la banda. Entonces Jude, que no podía con su alma, se aculó junto a Valverde siendo jaleado por sus compañeros en cada esfuerzo. El inglés alucinó con el fuelle del ‘Pajarito’ que iba y venía en ataque y defensa en auxilio de sus compañeros.

El único momento en que el Real Madrid perdió fue en el sorteo previo a la tanda de penaltis, donde Kyle Walker le ganó a Nacho la elección del sitio de los lanzamientos, en la grada más lejana a los aficionados madridistas, y el orden, con los locales lanzando primero. Para más inri, Ederson detuvo a Modric el primer penalti, momento en que Rudiger cruzó medio campo para animar a Luka. El alemán parecía conocer el desenlace. Cuando Lucas Vázquez anotó el suyo, señaló a Nacho, quien hizo lo propio con el gallego al marcar su lanzamiento. Para entonces Lunin ya había parado uno a Bernardo y otro a Kovacic. El croata, que coincidió con Kepa en el Chelsea, había acabado el calentamiento previo cruzando pelotazos de un campo a otro entre risas con el vasco. Y el propio Arrizabalaga, antes de la tanda, repasó con el ucraniano los apuntes que Llopis había preparado para los penaltis. Había duda con tres jugadores del City que solían tirar al centro. Por eso Lunin decidió quedarse en medio en el de Bernardo. No perdía nada por no a ir un lado... Era el primero. Y acertó. A Kovacic le sacó una mano dura abajo en el lado natural del lanzador. El trabajo de scouting había dado sus frutos.

Carletto se alejó del resto en los penaltis

Cuando Rudiger atornilló su disparo a la cepa del poste de Ederson estalló la euforia del madridismo. Todos menos un Lunin que ni se inmutó. Los blancos se metían en las semifinales de la Champions por 12ª vez en los últimos catorce años. La décima de Ancelotti, como Guardiola. Carletto, que vio los penaltis alejado del resto, acudió a abrazarse con Pep nada más terminar la tanda. Respeto y admiración mutua y recíproca. Con Carlo el Madrid siempre ha llegado a semifinales y solo ha perdido dos de las 14 eliminatorias que ha jugado (Juventus, en semifinales en 2015, y el City el año pasado en esa misma ronda). Además, las cábalas madridistas recuerdan que siempre que el Madrid eliminó al vigente campeón terminó ganando la Champions (1998, 2000, 2002, 2014 y 2022). Wembley debe la siguiente.

Ancelotti no quería hablar de números en la zona mixta. Solo presumía de la actitud de sus “espartanos”: “Todos nos daban por perdidos”. Valverde reconocía que “nunca antes nadie nos sometió así” y Nacho admitía que “ha sido muy duro aguantar las acometidas del City durante todo el partido”. Nadie se acordó del clásico, ni del Bayern, al que se medirán en doce días. No hizo falta ganar en el Etihad para hacer historia. Valió con sobrevivir a una tortura interminable para sellar el billete en los penaltis. Este desenlace, sin embargo, resquebraja la línea de flotación de los sky blue, sembrando dudas en el equipo como confirmaba Joshua, el taxista que nos acercaba al aeropuerto: “No ganaremos nada con Haaland. Guardiola incita a pensar a sus jugadores para resolver los problemas en el campo y Erling es un martillo percutor. Hablan idiomas diferentes”. Bromeaba un grupo de madridistas durante el paseo de vuelta a la ciudad, apenas quince minutos, “Ancelotti es más cholista que Simeone”. Y algo de razón llevaban. El Real Madrid se sacó la espina en el Etihad. Y Guardiola se lo olía…