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Minuto 91: Fuera euforias por un triunfo del Mallorca que no debe llevar a engaño

Todos los astros se juntaron en Balaídos para que el Mallorca sumara ante el Celta los tres puntos con el antifútbol de Aguirre llevado a la máxima expresión

Los jugadores del Mallorca celebran el gol de Muriqi al Celta. Efe

Al fútbol se puede jugar bien, mal y peor. En este tercer apartado se encuentra el Mallorca de Javier Aguirre, que el sábado en Balaídos consiguió la victoria más suertuda que se recuerda al equipo en los últimos años. No se puede conseguir tanto ofreciendo tan poco. La justa pero inmerecida victoria ante un Celta infinitamente mejor debe servir para calmar los ánimos de un equipo y una afición que empezaba a estar preocupada por este pésimo arranque de temporada. Pero con triunfos como el del sábado no hay ningún motivo para la euforia. Sí para seguir con la mosca tras la oreja. Los tres puntos no deben llevar a engaño. El equipo sigue sin jugar a nada, sin proponer algo mínimamente interesante, con un estilo de juego basado únicamente en destruir, para desesperación de una hinchada que ve que hay mimbres de sobra para proponer mucho más de lo que se ha visto hasta ahora.

El equipo sigue sin jugar a nada, sin una propuesta mínimamente interesante, con un estilo de juego basado úniamente en destruir

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¿Cuántos equipos querrían tener

en sus filas a jugadores como Rajkovic    -sin él estaríamos hablando ahora de una derrota segura ante los de Benítez-, Maffeo, Darder o Muriqi? ¿Está diciendo Aguirre que con la calidad demostrada de estos futbolistas no se puede jugar (mejor) a fútbol? ¿De verdad el aficionado ha de soportar cada semana tanto sopor, tanta atonía, un espectáculo impropio de un equipo de Primera? Por centrarnos en los nombres arriba citados, Maffeo, salvador puntual, se dedica a rifar el balón en lugar de jugarlo; Darder está perdido en el centro del campo, sin saber con quién asociarse; y Muriqi es un llanero solitario al que apenas le llegan balones en condiciones. Sacarles rendimiento es responsabilidad del técnico, que el viernes admitió la falta de llegada, de variantes y de gol de su equipo, una grave confesión de unas carencias que solo a él corresponde resolver. Lo que está claro es que difícilmente se volverá a ganar un partido ofreciendo tan poco y con la fortuna tan de cara. El fútbol es un juego de combinación, aunque viendo al Mallorca no lo parezca. La posesión del balón dura un suspiro, pese a los cuatro centrocampistas que puso el técnico ante los celestes. 

Las futbolistas apuestan al todo o nada.

Las jugadoras de fútbol ven en su condición de campeonas del mundo una oportunidad única para conseguir el tan ansiado cambio radical que pretenden en la Federación Española. No se conforman, y hacen bien, en la salida de Rubiales y Vilda. Quieren un cambio en las estructuras del fútbol español y que el profesionalismo de los hombres se traslade a las mujeres. Es su revolución, y tiene pinta de que la van a conseguir.

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