Rodrygo es un candidato independiente en las listas del Real Madrid, formación dominante en horas bajas. Tiene la calidad de Vinicius y otras jóvenes estrellas, pero el temperamento de Modric y los talentos maduros. Un tecnócrata que cualquier partido querría en sus filas, porque se toma en serio su trabajo siempre (fue también el autor del gol de la victoria ante el Rayo).

Desde su rol de delantero anotó un doblete en el Sánchez Pizjuán que refuerza a los madridistas en la segunda posición. Meta más económica que moral. El brasileño agitó el duelo con un gol de falta y una contra perfectamente ejecutada que dilapidó la conjura del Sevilla antes de la final de Europa League del miércoles contra el Sevilla (21:00 horas, Puskás Aréna de Budapest). Así, el gol inicial de Rafa Mir quedó reducido a la estadística.

Rodrygo, goleador y el mástivo

Cayó en la previa una tromba que aspiraba a convertir el feudo sevillista en un embarcadero. Pero a este Real Madrid no le afecta ninguna circunstancia climatológica. Está en un invernadero donde espera que la temporada acabe ya. Carece de tensión, salvo casos puntuales. Más si cabe porque la tropa de Ancelotti son unos 15 jugadores como máximo, incluso en estas circunstancias. De ahí que cuando algunos piensan en su renovación -Asensio, Ceballos, Nacho, Modric, Kroos, Benzema...-, saben que lo verdaderamente importante sucede en los despachos.

Nadie espera ya una última oportunidad para Hazard. Si están lesionados Benzema y Vinicius, pues el turno es para Rodrygo como referencia en ataque. El brasileño, en ausencia de su compatriota, desgastado por polémica del racismo en Mestalla, anotó un gol de falta en la primera parte. Fue el más activo y aprovechó el doble error de Bono: en la colocación de la barrera y en su posición. Fallos que el conjunto hispalense no puede repetir este miércoles en la final de la Europa League.

Rodrygo Goes, en la ejecución de la falta que terminó con el gol del Real Madrid. EFE

El Sevilla, pendiente de la final de Europa League

El tanto a balón parado compensó el tempranero de Rafa Mir, reflejo de la indolencia que domina al madridismo después del siniestro total de la Champions. El delantero murciano aprovechó, sin oposición, un rechace en el área de un Real Madrid carente de orgullo. Ni siquiera la acostumbrada rivalidad entre equipos movía al conjunto blanco. Sin Vinicius en el campo, la polémica de la primera parte quedó limitada a las acciones del juego.

Todavía más restringida estuvo la influencia ofensiva, para la que el extremo brasileño es fundamental. Dijo en la previa Mendilibar que el desempeño de este partido, que podía acercar al Sevilla a Europa por otra vía, afectaría a la elección de su alineación titular para la final contra la Roma. Una de tantas lecciones de profesor que en realidad no se necesitan dictar.

Porque el técnico vasco tiene a su equipo enchufado a la alta tensión. Lo demuestran los continuos requiebros de Bryan Gil; los lamentos de Lamela, héroe de la semifinal, ante las ocasiones falladas; o el rebote de Rakitic cuando Ancelotti le pedía rebajar el nivel ambiental.

Carlo Ancelotti, entrenador del Real Madrid, discute con Ivan Rakitic, del Sevilla. AFP

Acuña, expulsado; Ceballos, pitado

La segunda mitad quedaba reservada para las individualidades y los secundarios, porque Mendilibar empezó a retirar a piezas clave. Los focos apuntaban a jugadores como Ceballos, por su pasado bético y por su imaginación; o al 'Huevo' Acuña, que no estará en la final de Budapest por una expulsión absurda ante la Juventus.

El lateral, que parecía cuajar un gran partido, terminó viendo otra roja por una dura entrada sobre, precisamente, el mediocampista andaluz del Real Madrid. Ceballos acabó en todas las refriegas y pitado a coro por el Pizjuán. La roja fue la puntilla para un partido que por aquel entonces ya caminaba con el 1-2 gracias a un contraataque de libro, nacido a la salida de un córner del Sevilla (para disgusto de Mendilibar) que definió a las mil maravillas Rodrygo.