La última vez que el Nápoles ganó el scudetto era 1990 y Diego Armando Maradona jugaba en el club. Era entonces la segunda vez y después de aquello el equipo vivió su particular descenso al infierno, con una quiebra e incluso la bajada a la serie C, el equivalente a la tercera división española. Este jueves, sin embargo, los partenopeos (también conocidos como albicelestes), un equipo joven entrenado por el detallista Luciano Spalletti e integrado por un conjunto multiétnico capitaneado por el italiano Giovanni Di Lorenzo, vengaron finalmente el honor de aquella máquina de éxitos que había sido el club años atrás. Después de una temporada en la que se ha mantenido prácticamente siempre al frente de la tabla, el Napoli es de nuevo campeón de Italia. Y la ciudad, como no podía ser menos, ha enloquecido.

El secreto menos secreto del calcio se ha resuelto así, con un triunfo excepcional que llega cinco jornadas antes del cierre natural de la serie A y con cifras de vértigo. El Napoli ha acumulado 80 puntos, 16 más que la Lazio, la segunda hoy en la clasificación. Ha ganado 25 partidos, empatado cinco y perdido tres. Ha marcado 69 goles. Un resultado asombroso después de años de vacas flacas. Pero también el desenlace cantado desde hace meses, cuando primero el Napoli empezó a acumular una distancia asombrosa de sus contrincantes y se entendió que la liga italiana ya estaba vendida. “Jugaremos para hacernos con el scudetto”, había prometido Spalletti en el comienzo de la temporada. Cumplió con creces con su palabra. 

Ha sido finalmente el empate del Napoli con el Udinese (1-1) de este jueves lo que finalmente le permitió al equipo napolitano de obtener ese último punto que necesitaba para que matemáticamente el trofeo sea suyo. De nada valió el triunfo el miércoles de la Lazio, la segunda en la clasificación, contra el Sassuolo (2-0), después de que la Salernitana pospusiera el triunfo del Napoli. Un gol al minuto 52 del atacante nigeriano Victor Osimhen, uno de las grandes estrellas emergentes de la temporada, consagró al Napoli campeón de la Serie A italiana. 

Bengalas y coros

Tras ese mismo gol, una masa humana que ya desde temprano se había preparado para la victoria estalló en la euforia en la calles y callejuelas de la ciudad. Allí prendieron petardos y bengalas de color celeste, y se pusieron a corear las canciones más conocidas de la hinchada napolitana. Una de las más pintorescas: “Ha pasado tanto tiempo, no nos separaremos jamás. Somos hijos del (volcán) Vesubio, que tal vez un día estallaraaá. Una vida junto a ti, los domingos a las tres, no logro estar a solas, sin ti”. Una melodía que a ratos pareció oírse, al unísono, por calles y plazas de la ciudad.

La historia futbolística de Italia tenía una deuda con el maltratado sur de Italia, esos scudetti siempre en manos de clubes del norte del país en los últimos veinte años, y en estos días los napolitanos no se olvidaron de hacerlo presente. La respuesta de cada aficionado al ser interrogado daba la magnitud del significado de la victoria para cualquier napolitano con un mínimo interés por el fútbol. “Este scudetto representa una revancha, nos nuestras ganas de salir a la luz, es valentía e inconsciencia”, sintetizaba Archimede, de 45 años. "Nosotros no somos ricos, nos critican, nos desprecian; nos merecíamos al fin una buena noticia. Es difícil expresar la alegría que este trofeo significa para nosotros", añadía su amigo Luca, un obrero de 55 años.

Maradona

Otra figura omnipresente fue Maradona, al que en Napoli tal vez aman más que en Argentina. “Mamá, ¿sabes por qué me late el corazón? He visto a Maradona, he visto a Maradona…”, se ha oído en estas semanas en las calles de Nápoles, una y otra vez. "Olé, olé, olé, Diego...", ha retumbado en barrios acomodados y más humildes. Alrededor del murales dedicado a él en la plaza de los Artistas del barrio español, especialmente en esta última semanas, muchos iban a rezar y a rendir homenaje, en vista de la gran fiesta napolitana.

El georgiano Jvicha Kvaratskhelia (22 años), Osimhen (24 años), el mexicano Hirving Rodrigo Lozano (27 años) y el surcoreano Kim Min-jae (26 años), todos ellos jovencísimos y hasta hace poco grandes desconocidos, pasarán ahora a integrar el panteón de las grandes leyendas napolitanas. Y junto a ellos, por supuesto, también el productor cinematográfico Aurelio De Laurentis, propietario del club desde esa famosa quiebra que hizo que el Napoli resucitara, como ave Fénix, desde sus cenizas. "Queríamos ganar y hemos ganado todos juntos", dijo De Laurentis, en su primera declaración tras el triunfo.