Los homenajes, mejor en vida. No hay debate. Lo saben el Atlético y el Metropolitano, que se fundieron como hacía tiempo que no hacían en un abrazo con Simeone. El argentino ya era histórico y ahora es eterno, tras convertirse con la victoria ante el Sevilla (6-1) en el entrenador que más partidos ha dirigido al conjunto rojiblanco. Hasta 613 duelos, 359 de ellos con resultado triunfal, con los que ha superado a un mito como Luis Aragonés. Uno de sus hijos le otorgó una camiseta en la previa con la inscripción de 'leyenda'.

En el campo, un temprano doblete de Memphis Depay inició el recorrido anotador que tuvo en la defensa rojiblanca el mayor obstáculo. En su primera titularidad en el Atlético, el neerlandés sumó un doblete que añade a los dos goles que ya tenía en una cuenta inaugurada en el mercado de invierno. Ha encontrado su hábitat en un escenario que encumbra a los jugadores que combinan coraje y talento. El Metropolitano empezó unido en un canto por el 'cholismo' que mantuvo afinado en diferentes fases.

Depay, estrella titular

Los intereses del Atlético y del Sevilla, por proyecto, deberían ser similares, pero sus trayectorias en LaLiga son diferentes, aunque en el global resulten decepcionantes, cada una en su medida. Los de Sampaoli empezaron y terminaron fuera de control, convertidos en un cruce de caminos defensivos que no llevaban a ningún lugar.

Las parejas Gudelj-Nianzou y Jordan-Rakitic dejaban espacios a sus espaldas. Eran un dulce en manos de Memphis, que con apenas dos minutos de juego transcurridos pudo inaugurar su cuenta. No supo definir en un mano a mano con Bono, donde imaginó todos los finales posibles: control, definición, primer toque... Acabó en nada.

Esto provocó el primer alarido del técnico sevillista, que terminó tapándose los ojos tras las acciones que desembocaron en el 2-0. En apenas cuatro minutos, Depay definió a la perfección un pase magistral de Griezmann y acto seguido llevó a la escuadra un disparo desde la frontal. Fue el tanto número 1.000 con el Cholo en el banquillo rojiblanco. El internacional neerlandés se sacudió el fallo inicial. Frente a un Sevilla que coquetea con el descenso e incapaz de remontar un partido esta temporada, el partido parecía encarrilado.

Gueye, factor discordante

Pero en el cuadro hispalense había un factor discordante: el de Gueye, mediocampista que llegó cedido en invierno al Sevilla del Olympique de Marsella. El hecho de no estar imbuido tan de lleno por la dinámica negativa del equipo y el estar privado de jugar la Europa League permiten al senegalés ser una inyección de confianza. Al borde del descanso, luchó por una pelota en profundidad que parecía perderse por línea de fondo. Así lo creyó Giménez, quien en un desliz que odia su entrenador dejó de presionar y permitió rematar libre a En-Nesyri para dejar abierta la lucha por los puntos.

Pero esta era la fiesta de Simeone. No podía empañarse con un acto de fe y resurrección del Sevilla. De eso se encargó Griezmann en la segunda parte con otra delicia por la escuadra. Bono pareció esta noche un portero vulnerable ante los gestos de inspiración de dos jugadores diferenciales. Nadie ametralla desde fuera del área en LaLiga al nivel del francés. Sin embargo, los defensas del Atlético se empeñaron en tirar por tierra la genialidad de la dupla atacante.

El alivio de Morata

Suso todavía está pensando que falló a la hora de juego, cuando Savic cometió un error garrafal que sirvió en bandeja una clara ocasión en contra. Con Oblak vencido a la izquierda, el atacante sevillista la envió fuera, dilapidando la confianza en una remontada. En el infame duelo por ver qué zaga era peor, Llorente cometió un penalti sobre el incansable Gueye, que ante el esfuerzo y la multiplicación terminó expulsado de modo injusto.

Rakitic envió el lanzamiento al poste. Al final, el mayor descrédito se lo llevó el Sevilla, apaleado con un tanto final de Morata, quien en el rechace alivió una nueva suplencia. Repitió en el descuento con una excelente maniobra para completar el set. Un triunfo más en la 'era Simeone'. Un periodo glorioso que, según el tono que emplea últimamente el argentino, como en la carta que dedicó a Luis Aragonés, suena a larga despedida. Mientras, el 'Sabio' y el 'Cholo' disfrutan, cada uno a su manera, de un club del que son arquitectos fundamentales.