El dominio inicial del City no le sirvió para ganar en Alemania porque se tumbó luego a la bartola. Empezó bien, pero acabó mal. Y Gvardiol, ese fastuoso y monumental central que asombró en el Mundial de Qatar, frustró a Guardiola, dejando abierta, más que abierta, la eliminatoria, además de asistirse a la noche en que Haaland, desconectado de sus compañeros, tuvo que aburrirse. 

Error alemán con ese imperdonable pase fallido de Schlager, que provocó el gol inglés después de que Grealish robara la pelota y Gündogan se transformara en un túnel humano dejando pasar el cuero para que Mahrez, con un preciso zurdazo, sellara el 0-1.

Tenía la posesión casi de manera dictatorial el Manchester City, pero no llegó su tanto por esa vía. Era tan aplastante que parecía inevitable que acabara cayendo por ese método. Pero se equivocó gravemente el Leipzig en una salida del balón desde atrás, forzado por la presión del equipo de Guardiola que cuando quiso darse cuenta ya perdía el partido. No se había llegado ni tan siquiera a la media hora. Tiempo más que suficiente para comprobar el aplastante dominio inglés ante un Leipzig asustado y temeroso, incapaz de tener la pelota. 

Cuando quiso tenerla, y en pleno arranque de una jugada ofensiva, cometió ese infantil error que castigó con adulta madurez el City, un equipo que jugaba sin De Bruyne -con molestias físicas- diseñado en torno a una línea de cuatro defensas que eran, en realidad, tres centrales (Akanji, Ruben Días y Aké) porque Walker llenaba toda la banda derecha, transformado en lateral, interior y, por supuesto, extremo.

En la izquierda, las conducciones de Grealish sacudían al conjunto alemán, mientras Haaland, el puro nueve, se sentía aislado, solitario y hasta melancólico.

Sin encontrar a Haaland

Gobernó el City en la primera mitad con un demoledor 74% de posesión y luego, ya en la segunda, se diluyó. No parecía el mismo equipo. Su delantero centro apenas tocó la pelota. No, no es ninguna exageración. Acabados los 45 minutos iniciales, las máquinas estadísticas que computan todo recogían los datos de la solitaria noche por Alemania: 0 tiros y solo siete balones tocados, acertando, eso sí, en los pocos pases que dio. Cinco de cinco (100% de eficacia).

Guardiola da instrucciones a sus jugadores durante el Leipzig-Manchester City. EFE

Para entender la dimensión de ese aislamiento de Haaland basta recordar que Grealish (33 toques), Mahrez (35), Gündogan (33) estaban muy por encima de él, sin alcanzar la hiperactividad de Walker (52) o Bernardo Silva (53), el jefe creativo del City. Tocó más el balón Ederson (18) que el propio Haaland (7). 

Se tuvo que llegar al tiempo añadido de esa primera fase del encuentro para que Werner soltara el primer y único disparo del Leipzig, un equipo angustiado porque no tenía ni la pelota ni el control.

Castigado, al mismo tiempo, por la extraordinaria lectura defensiva del City, que dejó caer en fuera de juego a André Silva, el delantero portugués del conjunto alemán. Tres en los 18 minutos iniciales.

Resurgió el Leipzig

Asumido que el plan no le iba nada bien, alteró su rutina el Leipzig porque la noche le era cada vez más desalentadora porque hasta Henrichs desaprovechó una gran ocasión. 

Despertaron en la segunda mitad y asustaron los alemanes como acreditó André Silva, con una jugada excepcional, que topó con el cuerpo de Ederson. Avisaba una y otra vez el Leipzig, con Haaland cada vez más desesperado de vivir en soledad hasta que recibió de Grealish un balón en ventaja (m. 68), mal rematado, todo hay que decirlo, con la pierna derecha, prólogo de una cadena de errores que provocaron el 1-1.

Guardiola no hizo ni un solo cambio en un equipo que empezó dominando y acabó siendo superado

Error de Walker al conceder un córner innecesario. Error de Ederson que vio volar la pelota por su área pequeña a la salida de un saque de esquina y error de los centrales porque Gvuardiol saltó más que nadie, apoyándose en Ruben Días, eso sí, para condenar al City a un empate en el que Haaland se marchó sin tirar ni una sola vez a puerta. ¿Guardiola? No hizo ni un solo cambio.

Terminado el partido, reunió a su equipo y lanzó un discurso vehemente, prueba de su enfado.