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Opinión

Mallorca, la isla del tenis, de la vela y del motociclismo

Algún experto en fenómenos paranormales debería explicar el motivo por el que de un territorio de 3.640 km2 surgen tantos campeones, el último el genial Augusto Fernández

Muriqi controla el balón en presencia de Pau Torres, jugador del Villarreal. Efe

Si hablamos de motos este 2022, Mallorca ocupa un lugar preferencial por méritos propios. Habría que buscar en las hemerotecas para encontrar, si es que los hay, cuándo dos pilotos de un mismo territorio se imponen en dos de las tres cilindradas del Mundial de motociclismo en una misma temporada. Es lo que han conseguido Izan Guevara hace quince días en Moto 3 y, este domingo, Augusto Fernández en Moto2. Sencillamente increíble. Algún experto en fenómenos paranormales debería explicar el motivo por el que de un territorio de tan solo 3.640 metros cuadrados surgen tantos campeones, en tenis, en vela, en motociclismo y otras disciplinas. 

Augusto Fernández

se merece este título más que nadie. Primero, por su sencillez, su naturalidad. Desde ayer a la una de la tarde es campeón del mundo, pero que nadie dude de que el éxito no se le subirá a la cabeza a este motociclista nacido casualmente en Madrid, pero tan mallorquín como el que más, por mucho que la presidenta de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, felicitara al de Sencelles, tratándose de esta señora se supone que por haber nacido en Madrid. Humilde, sencillo, natural en las victorias y en los malos momentos, todos los que le han tratado hablan maravillas de este deportista atípico, que se derrumbó ante los micrófonos porque solo él sabe lo que ha tenido que sufrir para alcanzar la cima. Los últimos tres años, desde 2019, han sido muy duros para un piloto que no conseguía resultados, que nada de lo que intentaba le salía. Otro hubiera tirado la toalla, pero no Augusto, que no pasa por ser uno que se rinda a las primeras de cambio. El isleño ha puesto la guinda a un curso estratosférico de los pilotos mallorquines en un Mundial para el recuerdo. En dos años, la Mallorca motociclista ha tocado el cielo, porque el título de Joan Mir en MotoGP no está tan lejos. Prácticamente ayer. 

El Mallorca de Javier Aguirre, ¿o es más correcto decir el Mallorca de Muriqi?, dio toda una lección en el Ciutat de València

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Mascletá mallorquina en Valencia

El sello de Mallorca en la capital del Turia no se ciñó al mundo de las motos. El Mallorca de Javier Aguirre, ¿o es más correcto decir el Mallorca de Muriqi?, ofreció una lección de practicidad en el Ciutat de València ante un Villarreal al que desquició con el paso de los minutos. El conjunto rojillo demostró que con solo un 29 por ciento de posesión se puede ganar a un rival que acaricia y acaricia el balón hasta la desesperación. El Mallorca volvió a demostrar que, sobre todo lejos de la isla, sabe a lo que juega. Sin la obligación de tener que llevar el dominio del juego, lo fía todo a su gran defensa y a la efectividad de Muriqi, autor de siete goles en once partidos, el mejor promedio de las grandes ligas europeas. Mención aparte merece Amath, que a los cuatro minutos de entrar al terreno de juego firmó un gol de los que pasan las televisiones en los resúmenes de final de temporada. El senegalés ha vuelto con fuerza y el equipo se beneficia. Dieciséis puntos en trece jornadas es un excelente botín. Pero sería un error caer en falsas euforias en la temporada más atípica de la historia, con un parón de un mes y medio por el Mundial de Catar.

Hablando de Catar

Los estadios de la Bundesliga han lucido este fin de semana pancartas reclamando el boicot a la cita mundialista que empieza el día 20. Que cunda el ejemplo.

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