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Ciclismo

El Tourmalet: el problema de orinar en el Tour de Francia

Hacer pipí en competición es un verdadero quebradero de cabeza porque no hay cuneta sin aficionados y encima si te pillan los jueces con público delante caen 300 euros de multa

Un grupo de corredores en la etapa 13. EFE

Cuentan las lenguas antiguas que Miguel Induráin nunca orinaba, tenía una capacidad innata para retener líquido, así que al pararse no solo se aliviaba su vejiga sino la de todo el pelotón. Nunca se sabrá si esa peculiaridad también formó parte de su éxito al ganar cinco veces el Tour.

Pero, ciertamente, orinar en la ronda francesa no es tarea fácil. El reglamento manda al corredor encontrar un lugar discreto y si se detiene mucho mejor. Pero ¿cómo se va a parar y mucho menos buscar el refugio de los arbustos mientras riega el campo? Supone que el pelotón se pierda en el horizonte, esfuerzo tremendo la caza y hasta el riesgo de que un pipí cueste un Tour de Francia.

Los jueces, a la caza

Los jueces andan vigilantes. Se denomina ‘comportamiento inadecuado al público’, pero ¿qué ocurre si la carretera está llena de espectadores? Es un drama. No se halla un hueco y encima te pueden caer 300 euros de multa. En el Tour hay gente por todas partes y mucha más en las grandes etapas de montaña, como sucedió el jueves en la ruta entre Briançon y Alpe d’Huez. Ya fue un dolor de cabeza para quien circulaba en coche por delante del pelotón. Era imposible encontrar una cuneta sin aficionados y las pocas áreas de descanso que había en el camino estaban al límite de coches y autocaravanas. Y tampoco era plan, como hizo hace unos años Peter Sagan, llamar a la puerta de una de esas caravanas, pedir permiso para utilizar el baño y ahí liberar algo de peso, aunque en el caso del tricampeón del mundo eslovaco fue más sólido que líquido.

Los ciclistas tienen que realizar una media de 160 kilómetros cada día compitiendo en el Tour. Supone alrededor de cuatro horas sobre la bici. Y si bien es cierto que se suda, y mucho, a la vez se consumen litros de agua, se toman sales, se sorben geles y entran ganas de orinar. Ellos levantan la vista, buscan un espacio y no lo encuentran. Puede sonar a ironía, pero es un verdadero quebradero de cabeza. En los Alpes, rotundamente, fue imposible orinar sin que lo vieran los espectadores.

Más cuidadosos

Los ciclistas, ahora, son mucho más cuidadosos a la hora de arrojar todos los envoltorios de barritas energéticas y restos que no han comido en los controles de avituallamiento. Está prohibido tirarlos a la carretera como se hacía en tiempos pretéritos. Hay una zona habilitada para que se puedan lanzar. Los empleados del Tour recogerán los desperdicios al paso del último corredor. Sucede igual con los bidones, aunque la mayoría trata de soltarlos cuando ven espectadores, es decir casi siempre, aficionados que van a por el botellín como si fuera un boleto de euromillones premiado con el gordo del sorteo.

Muchos ciclistas practican cuando entrenan cómo orinar sobre la bici. No es fácil. Hay que mantener el equilibrio y encima es complicado evacuar líquido estando sentados en el sillín. Normalmente, para que no se produzca una caída, los compañeros de equipo agarran la bici del corredor que está usando un lavabo casi imaginario en la carretera del Tour. El realizador de la televisión francesa enseguida cambia de plano cuando descubre a un ciclista en los servicios al aire libre de la Grande Boucle. Y, en ocasiones, hay broncas con los jueces de la carrera: te han cazado como si fuera un radar que ha soltado un destello blanco cuando se ha superado, aunque sea por poco (en Francia casi por centímetros a la hora) la velocidad permitida.

Por eso que nadie se extrañe si un ciclista, antes de subir al podio, se cambia rápidamente de culote: en este Tour ni se dará el primer caso ni será el último con un corredor haciéndose las necesidades encima (líquidas o sólidas) porque cuando llega un apretón, con la carrera al rojo vivo, con el ataque de los rivales o en plena ofensiva, hay que tomar una decisión de inmediato y, evidentemente, pararse plácidamente en la cuneta, aunque esté llena de público, no es la mejor solución.

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