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El futuro del rey de la tierra

Roland Garros | Rafa Nadal se sorprende a sí mismo

Camino de ganar su 22 Grand Slam y el 14 Roland Garros, después de vencer al número 1, Novak Djokovic, y a dos días de cumplir los 36 años, Nadal lucha, desde hace tiempo, con la decisión más difícil de su vida, atormentado por su lesión crónica en el pie

Rafa Nadal celebra su victoria ante Novak Djokovic en cuartos de final de Roland Garros. EP

Un ligero entrenamiento de una hora en las pistas del club Jean Bouin. Una comida con todo su equipo y la partida de parchís con Carlos Moyà, Francis Roig y Marc López, sus entrenadores y amigos. La rutina habitual de siempre de Rafael Nadal se repitió ayer, eso sí, con una cara de cansancio tras su victoria ante Novak Djokovic que le abrió las puertas de la 15ª semifinal en Roland Garros, que jugará mañana, día que cumple 36 años.

¿Su último Roland Garros? Él lo insinuó para presionar a la organización del torneo parisino por hacerle jugar en la jornada nocturna el martes, pero sus palabras han encendido la alarma de una retirada que, por cuestión de tiempo, ha de llegar en algún momento.

Nadal está viviendo estos últimos años contra el reloj del tiempo. Es el primero en saber que su carrera deportiva tiene fecha de caducidad, pero también que, mientras el cuerpo aguante y pueda disfrutar de batallas como la que vivió en la Philippe Chatrier, en otro partido épico ante Djokovic, al que ganó 6-2, 4-6, 6-2 y 7-6 (4), las sombras del adiós se difuminan. Fue su 110ª victoria en Roland Garros, la octava en París sobre Djokovic, el único que le ha hecho tirar la toalla en París en dos ocasiones (2015 y 2021).

Ni las condiciones de la pista, perjudiciales a su juego, ni ese maldito pie izquierdo que le atormenta, o los pronósticos que daban a Djokovic como favorito, rebajaron la ambición de Nadal. Al contrario. "Sigo jugando al tenis por noches como esta".

¿Sorprendido?, le preguntaron tras su victoria. "Sí, soy el primer sorprendido. Creo que he jugado el mejor partido en los cuatro últimos meses. O jugaba así o me iba a casa", decía orgulloso.

La felicitación de Djokovic

"Nadal ha demostrado que es un gran campeón. Le felicito a él y a su equipo", decía Djokovic, solo molesto por el apoyo del público al manacorí y los abucheos que recibió. "Lo han levantado en los momentos cruciales, ayudándole a encontrar energía", se quejaba tras el partido. 

El tenista serbio no vio ningún problema en el pie de Nadal. Le vio correr como en sus mejores tiempos. "No vi ningún problema físisico, pero no es la primera vez que días después de estar lesionado, Nadal vuelve en plena forma".

El maldito pie

Volver a la Philippe Chatrier, poder jugar un año más, ha sido una inyección de adrenalina incluso más fuerte para su cuerpo que los antiinflamatorios, anestesias o pócimas secretas que le permiten seguir pisando una pista. 

Apenas hace unas semanas había salido de Roma cojo y sin saber si podría venir a Roland Garros. "Juego para ser feliz, pero el dolor te quita la felicidad, y no solo para jugar al tenis sino también para vivir. Hay demasiados días en los que tengo que vivir con demasiado dolor", decía entonces, tras perder con Shapovalov en el Foro Itálico. Nadal, su médico Ángel Ruiz Cotorro, presente en París, y su equipo están haciendo milagros para que pueda competir al máximo aunque cada vez le resulta más complicado. 

"El problema está ahí abajo –dice refiriéndose al pie—, pero de eso hablaremos después del torneo y lo entenderéis un poco todo. Estamos haciendo todo lo posible para encontrar soluciones, pero no las tenemos. No es momento de dar explicaciones", insistía. 

Nadal va día a día y evita hablar de su futuro. "No sé qué puede pasar después de aquí. Ahora puedo competir. Después veremos cómo queda. Esta ha sido una victoria muy importante que me da mucha energía", destacaba.

Nadal es consciente de que tiene fecha de caducidad, pero la retirada es una situación que debe valorar, si vale la pena seguir con el martirio que está viviendo. "Lleva un año sufriendo mucho más de lo que se puede aguantar. En muchos entrenamientos ha tenido que parar y marcharse a casa", asegura un miembro de su equipo.

La retirada de Nadal no es solo una cuestión deportiva, sino también un cambio de vida personal. Él es un competidor nato en todo. Odia perder. Incluso al parchís al que juega con su equipo. Le cuesta asumir un adiós definitivo de las pistas por culpa de la lesión crónica que arrastra desde el 2004. Ese síndrome de Müller-Weiss con el que ha convivido y al que derrotó cuando de joven todos le decían que su carrera profesional duraría poco. De eso han pasado ya 18 años.

No a Wimbledon

La decisión de Nadal después de Roland Garros le podría hacer descartar Wimbledon y tomarse unas largas vacaciones. Pero colgar la raqueta y no volver a París no parece que sean sus planes a corto plazo si aguanta el pie.

 "Nadal siempre dice que no nos enteraremos el día que decida dejarlo", comentan en su entorno, en el que evitan hablar del tema. La cabeza de Nadal ahora mismo solo figura la semifinal de mañana contra el alemán Alexander Zverev. Ahora mismo, solo eso.

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