«Estoy bastante enfadado con la actitud de mi equipo. Me ha faltado sangre y hambre. No me ha gustado la defensa, que es una de nuestras armas, ni que se pierda la disciplina en ataque, que cada uno haga la guerra por su cuenta. Ha faltado comunicación». No pudieron ser más contundentes las primera palabras de Álex Pérez, uno de los técnicos del Palmer Alma Mediterránea Palma, en su rueda de prensa tras el partido en el Palacio Municipal de los Deportes de Huesca (83-65).

Los mallorquines perdieron ante uno de sus rivales directos por evitar el descenso, el Levitec, tras una nefasta actuación, sobre todo en un tercer cuarto para olvidar. Era un encuentro señalado en el calendario, sobre todo después de haber tumbado al Juaristi el pasado miércoles, por lo que esta derrota es un bajón. Cayeron por la friolera de dieciocho puntos de diferencia ante un conjunto aragonés que todavía no sabía lo que era ganar en esta LEB Oro.

Tropezar era una posibilidad, por supuesto, pero no de esta forma tan dolorosa, de ahí el tremendo enfado de sus entrenadores, que se irán quedando sin argumentos si la competitividad mostrada en las primeras jornadas, a pesar de las derrotas, solo vuelve a aparecer en contadas ocasiones. Una defensa blanda, dejando pensar al adversario a la hora de tomar decisiones en el lanzamiento, y un ataque anárquico, en el que la precipitación era una constante, se lo dejaron demasiado fácil a los oscenses, que demostraron tener un enorme acierto en el triple, con 14 de 28, que marcó las diferencias. Con la baja de Fjellerup todo era mucho más difícil, es cierto, pero la monumental empanada con la que salieron tras el descanso fue decisiva para claudicar. Ese parcial de 25-11 fue demoledor y tiró por la borda el trabajo anterior.

El Palmer Palma no estaba brillando, ni mucho menos, pero al menos estaba dando la cara. En el primer cuarto se fue por delante en el marcador (20-21), con Van Beck, Ruesga y Mendy sosteniendo al equipo, mientras que en el segundo la dinámica no cambió demasiado, aunque los locales, con un inspirado Van Oostrum, habían elevado su intensidad y acierto.

Sin embargo, el desenlace de este choque se explica por lo que sucedió en un tercer acto terrorífico, con ataques nefastos de los de Ciutat, unidos a un Huesca que se fue escapando poco a poco. Álex Pérez y Pau Tomàs intentaron frenar la sangría con tiempos muertos, pero sus pupilos tenían la cabeza en otro lado. Estaban desesperados porque no daban con la tecla. De hecho, el periodo se cerró con un preocupante 64-47. Este muro infranqueable se prolongó en el último cuarto, que solo sirvió para que la desventaja no fuera más escandalosa. Un triste final que debe invitar a la reflexión de sus protagonistas. Todavía queda mucho curso por delante.