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Opinión | El Madrid llena el Camp Nou

Sin Messi ni Ronaldo, la atención se depositó en la grada. | EFE

El clásico se midió por sus ausencias. El primero sin Messi ni Ronaldo, un conjunto vacío que trasladaba la atención a la grada. No había forma de saciar el caldero barcelonista, por lo que el Real Madrid llenó el Camp Nou, un dato más importante que la victoria. Saturó el estadio, porque le bastaron quince segundos para arrebatarle el saque inicial al Barça.

Sin Messi ni Ronaldo, no hay Barça, no hay Real Madrid y no hay LaLiga que valga. Los dos equipos que encumbraron en Europa a España, y hoy la avergüenzan, carecen de recursos para mantener su estilo de juego. Un duelo a la vez combativo y fúnebre entre aristócratas empobrecidos.

El error del destructivo Casemiro en el pase durante el minuto dos, que acaba en un derribo en el área madridista, refleja esta maestría insuficiente. Los blancos repiten cinco pases horizontales en el minuto doce, los barcelonistas no contemplan en su repertorio la hipótesis de un ataque rival que siempre les pilla desprevenidos.

La desaparición de Messi y Ronaldo obliga a centrarse en las estrellas que los han sustituido. Benzema recibe un marcaje adhesivo, que explica sus pases absolutamente erróneos en el 10 y 43, así como sus remates desafinados tras la pausa. Mientras tanto, un hiperactivo De Jong cabalga por las praderas que un día fueron coto privado del argentino. En fin, Lucas Vázquez imita a Gregorio Benito, disparando a la espinilla para disculpar su físico escuálido.

El primero en conceder status de divinidad a un jugador es el árbitro. Si a Vinícius no le pitan penalti en su malabarismo con los pies del minuto 20, es porque no goza todavía de la protección magnética de sus antepasados. El brasileño es deslumbrante y decepcionante a la vez, como un alumno aplicado a quien le hubieran arrancado páginas del manual del perfecto delantero.

Quienes pensábamos erróneamente que había llegado el momento de despedir a Messi, sufrimos una reconvención adicional en el minuto 24. Desde el centro sagrado del área, el ara sacrificial donde el dios argentino arruinó decenas de reputaciones defensivas, Dest remataba a los cielos como si estuviera invocando a su ídolo en lugar de cumplir con su cometido laboral. Se corrigió en el 72, vale.

La profesionalidad ausente en buena parte de los convocados le valió al Madrid su gol inaugural del minuto 32. Expresado de otra forma, Alaba no es Dest. A partir de la recuperación del balón y hasta que se coló a la izquierda de Ter Stegen, el Barça no intervino ni interceptó la maniobra. Cien metros de revoloteo madridista, sellado en la red. El defensor justificaba sus doce millones al año, porque el fútbol habita las cotizaciones disparadas y disparatadas de las performances más caras del planeta. Véase a Coutinho, el fichaje récord de la historia del Barça.

El fútbol habita ocasionalmente los parámetros de la lógica, y ayer fue uno de esos días. El Madrid ganó porque se permite menos errores que el Barça. Confieso que había llegado a la conclusión antes de empezar este ensayo, pero admitan simétricamente que los participantes en el espectáculo lo pusieron muy fácil. Simon Kuper, el mejor escritor europeo de fútbol, ha publicado su monumental Barça en el momento más inoportuno. La conclusión del libro es desoladora, ni madridistas ni barcelonistas pueden competir hoy con los ejércitos más aguerridos del resto de Europa.

Kuper destaca que el fútbol total ha renacido bajo el formato de 90 minutos incandescentes, sin pausa. Madrid y Barça parecen señorones avejentados, incapaces de concentración y método. Viven de una herencia que ya han malgastado. El mayor espectáculo del mundo ha cambiado de barrio.

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