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EN CONTRA

William Graves: «Mi padre Robert Graves no iría hoy a Deià, demasiada gente»

William Graves (Devon, 1940) es el hijo primogénito y el albacea de Robert Graves. Tenía cinco años cuando la familia se instaló en Deià, escribió ‘Bajo la sombra del olivo’ y acaba de lanzar una nueva traducción de ‘Adiós a todo aquello’, la obra paterna que preludia la llegada del escritor a Mallorca.

William Graves B. Ramon

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Robert Graves se nos muere?»

En absoluto. Está más vivo y vigente que nunca, aquí y en el Reino Unido. Mi traducción de La diosa blanca vendió nueve mil copias en tapas duras, y los permisos para grabar otra versión de Yo, Claudio han pasado ya por seis manos.

¿Quién es hoy Robert Graves?

Ante todo, un poeta, que en Gran Bretaña se lee mucho y que nunca se ha podido traducir al castellano. Es mucho más fácil verterlo al catalán.

¿Quién es hoy William Graves?

Un tonto, un geólogo y el albacea literario de mi padre. No nombró a nadie, no me quedó otro remedio.

Se expresa usted en un castellano impecable.

Cuando voy a Madrid, me dicen que tengo acento mallorquín, y hablo los tres idiomas. Vine a la isla a los cinco años, estuve en Deià hasta los once en que fui a Palma a pulirme antes de ingresar en el internado inglés.

¿Su padre tenía prevención contra los idiomas locales?

Ninguna. Su madre era alemana, y podía escribir con fluidez en griego antiguo y en latín.

¿Es cierta la frase de Stein a Graves, «Mallorca, si puedes soportar tanto paraíso»?

Más o menos. Gertrude Stein había vivido en El Terreno y le dijo a mi padre que «Mallorca es el paraíso, si puedes soportarlo». Se refería a la presencia de extranjeros.

Graves puso a Mallorca en el mapa.

A su regreso de las conferencias en el extranjero, siempre destacaba en sus cartas que «ya he vuelto a Deià». Le relajaba, aquí se mantenía fuerte físicamente, bajaba a la Cala hasta dos veces diarias. El ejercicio es bueno para la mente.

Graves se convirtió en un mito de la isla.

Mi padre se reía cuando llegaban a Deià aquellos autocares Musa llenos de turistas, y el guía les decía que «a la izquierda, un olivo milenario; a la derecha, Robert Greyns», porque no sabían pronunciar su nombre.

¿‘Adiós a todo aquello’ es la mejor memoria bélica?

Transmite el feeling de la guerra, pero no los detalles exactos, no puede usarse como historia. Es imposible que mi padre, que padeció estrés postraumático, se acordara de todo. El libro incluye el humor negro en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

¿‘Adiós a todo aquello’ o ‘a todo eso’?

«Aquello», porque era hacer borrón y cuenta nueva. Escribió el libro para dejar Inglaterra, poco antes de establecerse en Mallorca.

¿Graves se instalaría hoy en Deià?

No, francamente. No iría porque hay demasiada gente y demasiados coches. La tranquilidad de Deià solo se conserva en hoteles de lujo como La Residencia o Es Molí.

Ca n’Alluny era un lugar de peregrinación de celebridades.

Solo le interesaban si eran interesantes. Venían a tomar el té, y mi padre se retiraba a los cinco minutos a su despacho si no despertaban su atención.

Borges llegó demasiado tarde a visitar al otro inglés de Deià.

Era ciego y llegó con su lazarillo, mi padre ya estaba completamente gagá. Borges escribió un texto muy corto que serviría de epitafio de mi padre, nunca se sabe si hubieran congeniado.

¿Tocó usted a Ava Gardner?

Tocarla físicamente, no, pero pasamos una velada agradable juntos en Lluc Alcari en 1962. Ella estaba en casa de los Sicre, le llevé un telegrama y tomamos un vinito. Al día siguiente, Ava Gardner agarró una cogorza en Palma y le rompió la cámara a un fotógrafo.

¿Qué eran las diosas blancas de Graves?

Mi padre empezaba a perder la memoria, por lo que solo podía escribir poesía, que en el género amoroso debía dedicar a mujeres de las que se enamoraba. No sé ni he preguntado nunca si había cama, pero eran poemas de angustia, porque los de florecitas son solo versos.

Le pregunté a Beryl Graves si le molestaban las diosas blancas de su marido y me replicó que «no ha entendido usted nada».

Exactamente, porque la relación entre ellos no cambió. Beryl se daba cuenta y no le gustaba mucho la idea, pero se tenía que aguantar. Incluso llegó a viajar a Rusia con la segunda diosa blanca, Margot Callas.

La «indómita, extraterrestre, atractiva y misteriosa» Margot Callas.

Era completamente individualista y egocéntrica, todo le importaba un bledo.

¿Graves esperaba recibir el Nobel en Mallorca?

Fue finalista en 1962, quedó entre Steinbeck, Durrell y mi padre. En Estocolmo encontraron que era demasiado poeta, después se lo darían a Bob Dylan por su poesía. El Nobel es peligroso, Camilo [José Cela] no duró mucho tras recibirlo.

¿Robert Graves crea la magia de Deià?

Mi padre llega a un lugar virgen y deja su sello en Deià, pero no crea los atardeceres rojizos del Teix, aquella magia que se fue hace tiempo, que se esfumó. La Serra sigue allí, pero demasiado sobrecargada.

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