Aina Velasco, educadora social, ha publicado el libro Ellos hablan. La obra es un conjunto de testimonios donde hombres de entre 35 y 40 años explican desde una perspectiva personal cómo han vivido su masculinidad. La primera presentación del libro será en la galería de arte contemporáneo Natalia Bento, en Alaró, el jueves cinco de octubre.
¿Cómo exploró el concepto de masculinidad en su libro?
El objetivo era distinguir entre lo que es masculino y lo patriarcal. Hay mucha bibliografía desde una perspectiva feminista de lo que es masculino, pero hay poca desde la propia visión del hombre. Me parecía interesante preguntarles qué significa para ellos la masculinidad y si se sienten influenciados por ella. Quería desgranar y analizar esos conceptos porque también salen perjudicados. La rigidez de los roles de género y las etiquetas son lo que hacen daño socialmente.
La pornografía es un tema relevante en la sociedad actual. ¿Cree que influye en las relaciones sexuales?
Muchos de ellos me dijeron que eran muy conscientes de que la pornografía es un espectáculo inconscientemente sí que les influye. Cada vez buscas algo más salvaje y más intenso porque es una adicción. También corroboraban que desde que consumen pornografía tienen mucha menos imaginación, lo que les hace creer que lo necesitan. Tampoco quiero poner la pornografía como algo negativo, porque es verdad que también te sugiere y te ayuda pero es necesario que haya una enseñanza previa para poder entenderla. La solución para que la pornografía no se convierta en un problema es educar desde la afectividad.
Explora las fantasías sexuales en su obra. ¿Qué le inspiró a hablar abiertamente sobre ellas y cómo cree que influyen en la sexualidad humana?
Es un tema que se ha estudiado muy poco porque es tan personal y subjetivo que categorizarlo es complicado pero a mí me resultaba muy curioso. Siempre se dice que los hombres tienen más fantasías sexuales que las mujeres. Ese es el mito. ¿Hasta qué punto es cierto? Nosotras también construimos nuestras fantasías sexuales. Lo que pasa es que se asocia fantasía sexual con algo genital. Tú puedes tener una fantasía que no sea genital y es igual de sexual porque lo afectivo también es sexual. Una chica también puede crear situaciones imaginarias pero inconscientemente las censuramos porque socialmente no está bien visto.
¿Cuál es tu opinión sobre la representación excesiva de las mujeres y cómo lo abordas en tu obra?
La cosificación genera consumo, el cuerpo de la mujer es un producto y actualmente el del hombre también lo es. Muchos de ellos explicaban que se saturan al ver tanta publicidad de este estilo, ya no genera impacto. Los estímulos reales, como por ejemplo ver un escote por la calle o una falda corta, son lo que disparan la testosterona. Algunos declararon pasarlo mal al intentar controlar esa excitación. Como chica también te excitas, obviamente, y es algo natural, no es una cuestión de sexo, pero nosotras dominamos nuestros impulsos de otra forma ya que la sociedad siempre ha sido mucho más permisiva con el género masculino.
¿Cree que a veces nos cosificamos a nosotras mismas?
Sí, pero porque venimos de un sistema patriarcal y en que te aprueban solo por eso. Muchas veces ponemos por encima el valor de lo físico en vez de la inteligencia y otras habilidades, cuando no debería ser así. Como mujer tienes esa presión porque para llegar lejos te aseguro que tienes más puntos si eres guapa.
En su libro habla desde la monogamia al poliamor, ¿cree que es algo actual o algo que ha existido siempre pero ha sido un tema tabú?
El poliamor ha existido siempre pero actualmente se está intentando desestigmatizar. Es sano que este tema se ponga sobre la mesa ya que hay muchas formas de vivir las relaciones de pareja. Tampoco hay que criminalizar la monogamia. Está bien, pero igual no es la única forma. Esta reflexión ya está a la orden del día en las nuevas generaciones.
¿Qué opina sobre el beso de Luis Rubiales a Jenni Hermoso en la celebración del mundial?
El beso es una situación clara de abuso de poder, basta invertir los roles para darse cuenta. Es violencia. Además del gesto de tocarse los huevos, que está muy normalizado, pero es algo muy grosero.