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Teatro
Carla Nyman y Lluna Issa Casterà Dramaturga e intérprete, respectivamente

Carla Nyman: "El poliamor ya estaba presente en el siglo XVII"

La dramaturga presenta 'Yo solo vine a ver el jardín' sobre la sexualidad femenina en el Teatre Principal de Palma con dos funciones este fin de semana

Lluna Issa Casterà en 'Yo solo vine a ver el jardín' que llega este fin de semana a Palma.

En un contexto de euforia femenina e interrogantes, Carla Nyman y Lluna Issa Casterà lo tienen claro: ellas, solo han venido a ver el jardín. Sin embargo, es más que eso. La adaptación libre y macarra de la obra de Feliciana Enríquez de Guzman, Yo solo vine a ver el jardín llega este fin de semana al Teatre Principal de Palma para “dislocar” y “transgredir”. Una producción del colectivo madrileño Amor&rabia que se ha descrito en la crítica como “sincera” y que pretende cuestionar “estructuras cerradas” sobre el placer o el cuerpo de la mujer.

Una pregunta para Carla Nyman, formó parte de la decimoséptima promoción de jóvenes creadores de la Fundación Antonio Gala, ¿algunas palabras ahora que ha fallecido?

Carla Nyman: La experiencia fue fantástica. Fue un trampolín para poder desarrollar, no solo a nivel profesional, si no a nivel personal y de autoestima, tu ejercicio como creadora. Nadie me había dado ese impulso y me dio la fuerza para poder tomármela (su carrera) desde la seriedad. Antonio Gala era una persona extraordinaria, siempre tuvo una mente muy lúcida y era un tipo muy divertido. Recuerdo una vez que estábamos en un bar tomando unas cervezas, él mordió una patata y me ofreció la otra mitad llena de saliva y me dijo: “Esta es para ti”. Eso significa que tengo ADN de Antonio Gala en mi cuerpo ahora mismo.

Tengo ADN de Antonio Gala en mi cuerpo ahora mismo

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¿Qué les viene a la mente con la palabra “puta”?

Lluna Issa Casterà: Me vienen a la mente la cara de un montón de hombres, un grupo de hombres. Me gustaría que no fuera así.

Carla Nyman: La obra plantea justo eso. Cómo la mujer reflexiona en torno a su deseo y a la naturaleza de su propio deseo, si este viene impuesto, por la sociedad o la familia, o si de lo contrario puede explorar hasta el fondo y tocar hueso para conocer el origen de su deseo. Toda la obra viene a ser esa especie de reflexión sobre el placer, el autoplacer femenino, dentro de un juego bastante lúdico y macarra que se verá a lo largo de la obra. Todo liberándonos de esa etiqueta que han puesto los hombres a lo largo de la historia sobre el comportamiento de las mujeres.

Durante la representación, sacan a hombres al escenario para interpretar a los amantes de la protagonista, ¿cómo reaccionan frente a esa situación?

C.N.: Eso es lo divertido, que reacciona de una manera muy lúdica, muy divertida y con mucha predisposición y respeto a la vez. Es algo muy enriquecedor.

L.I.C.: También el hecho de involucrarse dentro de la obra les interpela directamente y hay algo en el estar reflexionando con la actriz principal acerca de estas cosas que es diferente a estar en el patio de butacas, que es un sitio muy seguro. Allí arriba no puedes escaparte de pensar y de estar liberándote de ciertos conceptos.

Plantean muchas reflexiones y preguntas sobre qué es el cuerpo y la relación de las mujeres con el suyo propio a través del placer. ¿Han conseguido alguna respuesta?

C.N.: Creo que la obra es un gran interrogante. En ningún momento buscamos respuestas claras. Aglaya es un personaje que va oscilando entre muchas preguntas. Queremos que el espectador salga del teatro transformado, no con una resolución, porque eso al final cierra muchas puertas, si no con nuevas preguntas sobre el cuerpo de la mujer. A veces los hombres lo tocan como si fuera de su propiedad y a nosotras nos da vergüenza o asco explorarlo a través de nuestras manos.

A veces los hombres tocan nuestro cuerpo como si fuera de su propiedad y a nosotras nos da vergüenza o asco explorarlo a través de nuestras manos

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¿Qué generan estos interrogantes en el público?

L.I.C.: Genera debate. Genera que una madre y una hija, que una profesora mayor de literatura y una alumna, puedan estar hablando de estos temas. Es dar pie a gente que a lo mejor no hablaría del cuerpo y del deseo y eso supone una liberación para la mujer. Hay una necesidad que tenemos nosotras y la humanidad de liberarse.

C.N.: Es curioso ver como la gente mira esta obra. Siempre es con algo de intriga y, a veces, de susto incluso. De pronto poder conocer de primera mano y de manera tajante cuál es la reflexión en torno al deseo de la mujer explicado por una mujer. Es algo hasta cierto punto abrumador, pero luminoso. Es algo muy bello.

¿Necesitan liberarse?

C.N.: Todas las generaciones tienen una necesidad de liberarse.

L.I.C.: Vivimos en una sociedad que te corta mucho la creatividad, las posibilidades de desarrollo, de creación. No solo en el ámbito artístico si no en cualquier ámbito. Es el querer arriesgar con la palabra, con el pensamiento o con la idea.

C.N.: Nos ha ocurrido mucho en estas funciones que han venido señoras muy mayores y han salido eufóricas porque creo que tocaba lugares con los que ellas se sentían reconocidas en su pasado y que con el tiempo han ido llenando con otras responsabilidades. Esto es algo que nos ha gustado mucho ver. En una vimos muchas risas nerviosas, casi se convirtió en una bacanal, y es un poco eso: darse el permiso de desear y ser deseadas.

L.I.C.: Vivimos en estructuras muy cerradas. Claro que necesitan liberarse de todo.

Su adaptación parte de Tragicomedia de los Jardines y los campos sabeos de Feliciana Enríquez de Guzman, ¿qué elementos han rescatado que tengan vigencia con las ideas del siglo XXI?

C.N.: Lo que vimos en ese texto que nos gustó mucho fue la libertad frente al deseo femenino que dialoga muy bien con estas ideas que están despuntando en la actualidad como el poliamor, o el amor líquido, incluso el consumismo de cuerpos de Tinder y las redes sociales,… Esto ya estaba presente, aunque con otras nomenclaturas, en esa obra del siglo XVII.

El poliamor ya estaba presente en el siglo XVII

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L.I.C.: También el hecho de no seguir esa tradición familiar, ese deseo del padre que se ha visto en todas las obras de teatro. Esas historias de cómo las hijas cuidan a sus padres y siguen el camino que se les dicta. Feliciana Enríquez de Guzman en su siglo decide romper con esa idea de casarse con una sola persona y es lo que hemos trasladado al presente. Guzman es una voz femenina del pasado a la que no se le ha dado espacio en nuestro siglo y por eso es importante también destacarla.

¿Qué simboliza el jardín?

C.N.: Para nosotras es como una vagina gigante (risas). Por eso le pedimos al público que se meta en ese jardín. 

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