La vida ha vuelto al número 33 de la plaza del Vapor a través del arte. Abuela y nieta se relajan a la fresca frente a una típica casa de Es Jonquet mientras la hermana riega una maceta con flores. Los padres comparten confidencias y ternura ajenos a lo que observa atento el gato, y el otro hermano se asoma sonriente tras la fuente esperando para beber agua, como hace su amiga. También aguarda turno otra niña y una vecina para llenar dos cubos, un quehacer diario hasta no hace mucho en el barrio declarado Bien de Interés Cultural. La tradicional estampa ha sido ilustrada en un mural por Llum Miranda y Daniel Reglero y cuando alguien se lo encuentra de forma inesperada paseando por la plaza experimenta un viaje sentimental al pasado.

La intervención artística «ha tocado la fibra sensible» de más de un residente y «una señora se emocionó tanto que se le saltó la lagrimita», recuerda Daniel. Llum ha sentido una punzada similar porque en la creación encargada por la asociación de vecinos Barri Cívic Santa Catalina i Es Jonquet hay un homenaje implícito a su familia. La intención de la activa entidad vecinal es «aportar un mensaje positivo reflejando cómo era una manera de vivir que se ha perdido debido a todo lo que ha venido después y reivindicar ese barrio añorado». Un ejemplo es que «la fuente de hierro forjado que aparece en el mural existió realmente. Estaba en el centro de la plaza y la quitaron para que los camiones que descargan en la discoteca pudiesen maniobrar», lamenta la artista sobre lo que le contaron los residentes.

Los artistas con la imagen de los padres de ella al fondo M. Mielniezuk

Casi 30 años en el barrio

Ella lleva cerca de tres décadas en Santa Catalina y su abuela, la retratada Socorro Pieras, vivía en una casa situada en el actual solar del Mar i Terra similar a la ahora intervenida «con el permiso del propietario». Para dibujar a sus padres, Petra y Jaume, y sus tres hermanos, Xisca, Marga y Toni, cogió de la vivienda de su madre «una antigua lata de galletas en la que guarda las fotos». Combinó varias, unidas a otras imágenes históricas de Es Jonquet, para crear la composición, que estuvo condicionada por las dos puertas tapiadas y la enrejada.

La ropa tendida bajo el número 33 es de madera. «Primero pensamos en colgar prendas de verdad, pero era más complicado si querían abrir la reja», según indica Llum. Su compañero relata que en este inmueble «había un colmado cuya propietaria, que se llamaba Leonor, fue muy apreciada en el barrio porque fiaba la compra a los pescadores cuando no les iba bien en el mar y no tenían dinero para pagarla al momento».

Historias como esta del arrabal marinero –el guiño está en la caña y el gambanero– reflejan la forma de vivir antaño, donde la penuria se podía esquivar con una mayor solidaridad de la comunidad. «Era un lugar familiar en el que la vida se hacía en la calle y todo el mundo se conocía», resume Llum Miranda. La deriva de Es Jonquet y su hermana Santa Catalina a causa del ocio nocturno que los ha degradado profundamente es contra lo que lucha la asociación de vecinos Barri Cívic, aunque en esta ocasión han querido rendir un pequeño homenaje artístico a lo que fue y quieren recuperar. La ayuda desinteresada de la pareja de ilustradores puede que haga reflexionar a quienes se reúnen los fines de semana en la plaza del Vapor, frente al nuevo mural.