Virtudes Atero (1951), más conocida como Chispa, fue el primer amor de Joaquín Sabina, la musa detrás de 'Una de romanos' y el motivo detrás de muchos otros versos del jiennense. El pasado viernes 5 de mayo Sabina vino a Málaga y Chispa fue al Martín Carpena a escucharle. Se reunieron en el backstage, ella le pidió que le dedicase una canción, como hace cada vez que el artista viene a Málaga. Él le dedico el concierto entero. "Para mi fue mi primer amor, mi primera novia, esa de los 15 años, que nunca se olvida. Yo, que no he podido ni he querido olvidarla, ella me ha dicho que le dedique una canción, yo le voy a dedicar el concierto entero. A Chispa", contaba Sabina antes de arrancarse a cantar 'Cuando Era Más Joven'. A la natural de Fuente de Piedra, hoy día catedrática de Literatura de la Universidad de Cádiz, se la conoce por sus apariciones en las biografías del famoso cantautor, esta es su parte de la historia.

Se conocieron en la misma pandilla de amigos, yendo a bares a bailar o montando sus propios guateques a los que Sabina acudía siempre con su guitarra. Comenzaron a gustarse cuando ella tenía tan solo 12 años, aunque ya con 15, en 1966, Chispa podía presumir de él. Ella recuerda que Sabina ya era un gran escritor cuando se conocieron y para un Día de la Inmaculada le pidió que le escribiese un poema. “Se lo llevé a las monjas y hasta me aplaudieron”, comenta nostálgica. Por ese entonces, Sabina formaba parte de un grupo al que bautizaron ‘Los merdellons’ y que hizo sus pinitos por Úbeda, llegando a tocar en el cine de la ciudad. 

Cuando el joven Sabina marchó a estudiar a Granada en el 68 siguieron viéndose de manera esporádica, pero el flujo de cartas fue inaudito. Hoy en día, Virtudes atesora dos maletas llenas de ellas. Sin embargo, a los 18 años y una vez más siguiendo el trabajo de su padre, Chispa tuvo que partir. La familia se mudó a Granollers, en Cataluña. “Al día siguiente de llegar, cuando me levanté por la mañana oí una guitarra y era él, que se había venido detrás de mí y había colocado una tienda de campaña en el solar de al lado”, recuerda Chispa.

“Cuando vio mi padre que era él, no dijo ni media, pero yo le vi una cara…”, apunta entre risas. En las biografías de Sabina quedó por escrito el rechazo frontal del padre de Chispa a la relación que mantenían los jóvenes. Pero ella, si bien confirma que el joven músico no era santo de la devoción de su progenitor, no está de acuerdo con lo que se escribió de él. "No estaba de acuerdo porque Joaquín era muy rebelde, tenía el pelo largo, llevaba la guitarra. A mi padre le gustaba regular, pero tampoco es todo lo que se cuenta, no me prohibían nada", apunta Chispa.

Relación a distancia

Ya asentada en Cataluña, Chispa empezó a estudiar en Barcelona, lo que no detuvo a Sabina de intentar reunirse con ella. “El iba a verme haciendo autostop, no tenía un duro. Yo estaba en la clase de la facultad y el abría la puerta y decía: ¡Bichiiito! Porque a me llamaba bichito, y yo salía corriendo”. Para facilitar sus estancias en Barcelona, Chispa intercedió para que las monjas del colegio mayor en el que se alojaba le diesen de comer. “Como no tenía un duro yo les decía que mi novio era cantante, que no era cantante ni era na’, era un niño todavía y que lo invitasen a cenar”. 

Por ese entonces, recuerda, Sabina no dejaba de cantar canciones de Atahualpa Yupanqui y, en general, letras sudamericanas. Para la promoción de esas pequeños recitales, Chispa hacía lo que ella llama “papelillos”, pero hoy en día se conocen como “flyers”. En ellos escribía “Recital de Joaquín Sabina”, acompañado de dibujos de indios. “Se los repartía a las niñas y las monjas también iban a oir. ¡Ay, Dios mío, la prehistoria!”, comenta entre carcajadas. 

La mili

Sus caminos se separaron cuando a Sabina le tocó cumplir el servicio militar obligatorio. “Me llamó por teléfono, estábamos regular por otras historias que no voy a contar, y me dijo: ‘Si tú quieres que nos veamos, me quedo en la mili, si no, me voy para Inglaterra’. A lo que yo le dije que hiciese lo que quisiera. Y se fue a Inglaterra”. A partir de ese momento, le perdió la pista, pero eventualmente supo que empezó a cantar en los bares de Londres ciudad a la que Sabina marchó con 21 años tras lanzar un coctel molotov a una sucursal del Banco de Bilbao. Aunque aquello duró poco, Sabina tuvo que regresar a España y, pese a haberlo prorrogado hasta en seis ocasiones, tuvo que hacer la ‘mili’.

Joaquín Sabina ofreció dos conciertos en el Palacio Martín Carpena el pasado fin de semana. ÁLEX ZEA

Su salto al estrellato

Chispa cuenta que volvió a oír de él de nuevo en 1973 cuando Sabina comenzó a tocar en La Mandrágora, el local de Madrid desde el que catapultó su carrera musical tocando junto a Javier Krahé, Alberto Pérez y Joaquin Carbonell. “Tenía una prima hermana que me dijo que Joaquín estaba en La Mandrágora y fui a verlo. Y bueno, bueno, bueno, ahí todavía no era famoso, eh, pero ya estaba a punto”, recuerda. Poco después, Sabina aparecería en el programa de RTVE conducido por Fernando García Tola ‘Si yo fuera presidente’. “En esa época compuso ‘Pongamos que hablo de Madrid’ y la cantó en televisión. Y a partir de ahí ya empezó a hacerse famoso, pero yo no sabía al principio que iba a llegar a eso”. 

Chispa, por su parte, hizo carrera en la universidad, llegando a ser vicerrectora de la Universidad de Cádiz. “En 2003 o 2004 yo lo llamé para que viniera a un acto y él me dijo que a cantar no iba y dije: ‘Pues bueno, vente a leer un poema o algo’. Entonces fue cuando tome conciencia de que era una auténtica estrella. No te puedes imaginar las colas que se hicieron para ir a aquel acto, las madres llevando a los niños con escayola para que Joaquín se las firmara. Fue cuando empecé a tomar consciencia de que mi antiguo amor, mi primer amor, era un hombre súper famoso”. 

El hijo de Chispa murió a causa de un cáncer de pulmón en mayo de 2011. Sabina se enteró de su condición por unos amigos en común, pero ya era tarde, cuando llamó, la familia acababa de enterrarlo. Su madre lo recuerda como un hombre con una enorme conciencia social, que llegó a crear una ONG en Perú centrada en la escolarización. A su muerte, sus allegados decidieron hacer una fiesta para recaudar fondos para esa misma ONG. La hicieron en El Bosque, un pueblo de la sierra de Cádiz donde la familia tenía una casa . "Decidimos celebrarlo, celebrar la vida, no la muerte", comenta Chispa. La académica pidió a Sabina que acudiese a la fiesta. La estrella no dudó un segundo y allí se presentó con un poema.

Contacto recuperado

Desde ese entonces, estuvieron en contacto con más frecuencia hasta la llegada de la pandemia. Su primera reunión después del encerramiento fue la del concierto del pasado 5 de mayo. "Salí corriendo porque me llamó muy tarde porque Joaquín se pone muy nervioso antes de los conciertos, tiene que quedarse solo, un rito que hace", apunta Chispa.

Hoy día mantiene una muy buena relación con Jimena, actual esposa de Sabina. Ella, además de una gran amiga sirve de enlace entre Chispa y Joaquín, que en pleno siglo XXI sigue sin tener teléfono móvil. Es gracias a ella que Chispa y Joaquín pudieron verse. "Es bonito que después de más de 40 años sigamos alegrándonos tanto de vernos, sigamos siendo amigos y que tengamos ese calor de lo que significó en una época", afirma Chispa. "El resto de la gente lo tiene como un ídolo, estaba nerviosa al principio, pero cuando vi la reacción del público, sentía como si algo muy mío estuviera triunfando", sentencia.