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MÚSICA. CRÍTICA

Un Requiem alemán y una emoción mallorquina

Empecemos por el final, por la emoción. Una vez terminado el concierto, el director de la Simfònica, Pablo Mielgo, micrófono en mano, dio las gracias a la Coral Universitat i, en particular a su director, Joan Comapny, por sus colaboraciones con la orquesta, que han sido múltiples y variadas, pero también agradeció el trabajo de Company al frente de la formación coral después de más de cuarenta años llenando veladas musicales aquí y más allá. Pero eso no fue todo, la sorpresa fue a más cuando el propietario del Auditòrium de Palma, Rafel Ferragut, entregó al mismo Company la insignia del teatro, la mayor distinción que ofrece el templo del paseo marítimo. Reconocimiento por partida doble. O mejor, triple, pues los músicos de la orquesta y todo el público de la Sala Magna, puesto en pie, también agradeció con sinceros aplausos la labor que durante casi medio siglo ha realizado Joan Company con su coro universitario. Emoción a raudales, sin duda, con lágrimas incluidas, y no solamente saliendo de los ojos del homenajeado. Pues eso.

Y ahora sí, vayamos a la parte musical que no tuvo desperdicio. Difícilmente en directo tendremos ocasión de escuchar una versión mejor de Ein deutsches Requiem de Brahms. Todo, repito, todo, sonó perfecto. Mielgo supo transmitir a los músicos cómo quería que sonara la orquesta, con matices sonoros muy conseguidos, situando a cada sección en el plano acústico que le corresponde: metales precisos, cuerdas en estado de gracia, maderas equilibradas, incluso el sonido del arpa llegó claro, entre tanto ajetreo musical. Enhorabuena.

Los solistas, muy bien. El barítono, Hanno Muller Brachmann, que ha grabado esta obra nada menos que con Zubin Mehta, destacó por su manera de decir las frases, de enlazarlas. Se nota el maestrazgo de su mentor, Fischer-Dieskau. Musicalidad a raudales. La joven soprano, Maria Sardaryan, con su única pero decisiva intervención, mostró que tiene un futuro muy prometedor, pues cantó con emoción y belleza su aria con coro Ihr habt nun Traurigkeit.

Y el coro. ¿Qué podemos decir de la coral UIB que no hayamos dicho antes? Pues que siguió con ese saber cantar bien, modulando cuando es preciso, cantando unos pianos imposibles para pasar a la explosión sonora si es necesario, y todo sin perder ni un ápice de musicalidad y de buena dicción. ¿Puede cantarse mejor ese enorme segundo movimiento, Denn alles Fleisch, es ist wie Gras, una de las páginas de la historia de la música en las que mejor se alternan los matices vocales? La respuesta es: no.

En resumen: gran velada, musical y emocionalmente, que quedará para el recuerdo.

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