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En contra

Andreas Fontana: «El banquero suizo nunca deja nada escrito, tiene una cultura oral»

Director de cine suizo multipremiado por su primer largometraje 'Azor'

Andreas Fontana, director de cine suizo DM

Andreas Fontana (Ginebra, 1982) es un cineasta suizo de familia de banqueros que acapara premios con su primer largometraje ‘Azor’, un fresco sobre la relación financiera entre Suiza y la Argentina de la dictadura militar. El jueves presentó la película en el ciclo Cinema d’Autor de la UIB

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Su próxima película será sobre el Credit Suisse?»

Tendrá que ver con Suiza, pero bajo el prisma de la neutralidad política, en torno al ambiente diplomático antes y después de la caída del Muro de Berlín. Es una casualidad que haya coincidido con una guerra al viejo estilo en Ucrania.

¿La neutralidad suiza es una virtud?

Decía Dürrenmatt que la neutralidad no era una virtud, sino una táctica política, un cálculo propio de países pequeños.

El banquero suizo es un estereotipo, como el espía inglés o el intelectual francés.

Me gustaba tratar con el prejuicio del banquero, con su imagen preconcebida. Ese estereotipo nunca deja nada escrito, tiene una cultura oral por prudencia, le favorece la imagen de hombre gris.

¿El dinero ya no está seguro en Suiza?

No estropearé un buen chiste con una respuesta.

Pero su país sufre ahora una crisis de identidad.

Sí. Credit Suisse lleva el nombre del país, por lo que supone una humillación colectiva. Los suizos no se autocritican mucho, se ven modestos y tienen poco orgullo nacional. Por eso cierran filas, ejercen una sabiduría pragmática.

Debió dolerles que Orson Welles solo les atribuyera el reloj de cuco en ‘El tercer hombre’.

No tanto, porque incluso Welles reconoció que sabía que el reloj de cuco lo inventaron los alemanes, pero lo adoptó para salvar el tono cómico.

‘Azor’ se estrena en 2021, durante la covid que mató al cine.

En mi caso no hubo frustración, porque la película participó en Berlín y permaneció doce semanas en Nueva York , entre dos olas de la pandemia. Un publicista me dijo que se debió al eco de los años de Trump, y de Boris Johnson en Londres donde también funcionó.

Hay una frialdad inherente a Suiza.

¿Desde el punto de vista humano? Se dice que somos como el pâté foie, duros por fuera y fríos por dentro.

El triunfo de la democracia es que nadie conozca al presidente de Suiza.

Estuve a su lado en un festival, y no es extraño que suceda, sin escoltas aparatosas. El nacionalismo suizo no puede existir, falta una cultura común. No cabe la glorificación patriótica en una confederación de cantones.

¿La dictadura argentina es una anécdota para el banquero suizo de ‘Azor’?

No diría una anécdota, pero encaja en la tipología de la dificultad administrativa, se pregunta cómo zafarse de la cuestión de imagen. El banquero carece de problemas morales, la situación argentina no le afecta.

¿Su objetivo era histórico o genérico?

Me interesaba representar el secreto, porque parece poco apropiado para el cine, que consiste en mostrar las cosas.

¿La caja fuerte es la materialización del secreto?

Es la estampa del banco, pero filmar una caja fuerte no es nada, una puerta cerrada. Prefiero un salón con gente que conversa relajadamente. Hablan para esconder lo que pretenden, utilizan el lenguaje para no decir.

¿Por qué buscó el vínculo entre Suiza y Argentina?

Conozco también Argentina, he vivido allí muchos años y me identifico con la literatura fantástica porteña de Borges, Cortázar o Bioy Casares, así como con la situación de crisis permanente.

¿Es más argentino que suizo?

Crecí en Suiza, pero vivo un conflicto incluso estético. Estoy dividido en dos.

¿Le gustó ‘Argentina, 1985’?

Su guionista Mariano Llinás colabora conmigo en mi próxima película. Argentina, 1985 es una película necesaria pero que no pertenecer a la misma categoría que Azor. Es más familiar y dirigida a un público amplio, pero no cae en las trampas de la simplificación. Es valiente, políticamente audaz sin ser militante.

En España escuchas ‘Azor’ y sigues pensando en el yate de Franco.

Fue más complicado en Grecia, donde es la palabra que define a las mascotas, por lo que hubo que añadirle una frase al título para situarla.

¿La historia debe pasar por encima del estilo?

Para mí, la forma es tan importante como la narración, hago un cine político formal.

¿Se halla usted en la tradición de Costa-Gavras?

No. Costa-Gavras responde al contexto de la izquierda de aquellos años, que tenía un gran ímpetu. Yo vengo de una gran decepción política, porque militaba en movimientos alternativos, así que disecciono más crudamente. Sin concepciones dogmáticas ni militantes.

¿Cuál es para usted la mejor película del año pasado?

Pacifiction es muy buena.

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