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Erik Flakoll Alegría: «Crecí en Deià rodeado de gigantes, Cortázar, Vargas Llosa o Benedetti»

Hijo de Claribel Alegría, ahijado de Julio Cortázar, compadre de Benedetti, comandante sandinista

Erik Flakoll Alegría´, hijo de Claribel Alegría DM

Erik Flakoll Alegría (Santiago de Chile, 1954) es hijo de la activista literaria afincada en Mallorca Claribel Alegría, ahijado de Julio Cortázar, compadre de Mario Benedetti, Comandante de Asuntos Internos de Nicaragua, guardaespaldas de los líderes sandinistas, traductor del chino del Tao de Lao-Tse

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Qué tal padrino era Julio Cortázar?»

Era fantástico, se tumbaba en el piso del apartamento de París cuan largo era y daba rienda suelta a su imaginación inagotable. Decía que era tan alto que en el colegio le llamaban «Julio Largázar». Crecí rodeado de gigantes, Julio, Vargas Llosa, Mario Benedetti, el Miguel Ángel Asturias premiado con el Nobel.

Estuve con Aurora Bernárdez, primera esposa de Cortázar, en su casa de Deià.

Esa casa la construyó mi padre Darwin Flakoll, y desde la terraza se veía la nuestra, Can Blau Vell. La hizo para que viviera Aurora, que estaba divorciada pero siguieron siendo muy amigos con Cortázar hasta el final.

Y Mario Benedetti es el padrino de su hija de usted.

Tenía un sentido del humor muy agudo. Cada vez que se reía, parecía que se escapaba de morir. Tenía el pulso popular, que Julio nunca lo fue porque habías de entrar en su mundo. Mario te atrapaba y te arrastraba.

Pero usted prefiere que hablemos de la degradación democrática de su Nicaragua materna.

No prefiero, lo que tú me digas, pero he combatido allí desde 1980. Era comandante de Asuntos Internos, escolta del ministro de Defensa Tomás Borge y a veces de Daniel Ortega, a quien hoy no digo que ojalá le hubiera pegado un tiro, pero casi. Soy un exiliado y no puedo volver al país.

Menuda decepción.

Matar al somocismo nos trajo un dictador peor, mi madre sostenía que siempre hubiera preferido una revolución al estilo Gandhi.

Usted fue a Nicaragua como Hemingway a la Guerrra Civil española.

Jajaja. Algo así. El 17 de julio de 1979 estábamos tomando tragos de ron en Deià con mis padres, Cortázar y su tercera esposa Carol Dunlop. Allí nos enteramos del derrocamiento del general Somoza y decidimos partir todos hacia Nicaragua con mi amigo Tomás Graves. Para mí se trataba de una escala camino de Japón, adonde nunca llegué.

Cortázar se involucró con la Nicaragua sandinista.

Porque el sandinismo era entonces el faro revolucionario. Cuando llegó en una ocasión al país, yo trabajaba para Tomás Borge y fui el encargado de llevar a Julio a la playa con un Mercedes que había pertenecido a Somoza. Allí escribió Nicaragua tan violentamente dulce. Al verle teclear en la máquina de escribir con solo dos dedos, se me quitaron los complejos por no saber mecanografía.

¿Enloqueció Daniel Ortega?

Es un enfermo del poder. Yo peleé con el fusil, y no para que llegara este dictador totalitario y asesino. Me gustaría que la conciencia mundial lo repudiara, aunque como dice Primo Levi, los monstruos son pocos pero cuentan con los funcionarios serviles.

En la foto de esta entrevista aparece usted en la calle dedicada a su madre en Deià.

Me da un orgullo tremendo, y sobre todo que sea en Deià, que nos marcó mucho y sobre la que mi madre escribió Pueblo de Dios y de Mandinga, un título propuesto por Benedetti.

Antes de que se me olvide, ¿ha matado a alguien?

Estas cosas no se preguntan.

Esa respuesta equivale casi a una afirmación.

Sí.

¿Evitó algún atentado a los líderes sandinistas?

Algunas cosas se pudieron prevenir, pero no hubo nada estilo Carrero Blanco. Y si el autor es un lobo solitario dispuesto a morir, logra su objetivo sin que nadie pueda evitarlo.

Guardaespaldas de Tomás Borge o Daniel Ortega es una profesión extraña.

Ser escolta es lo más aburrido del mundo, oler los pedos ajenos. Si algo sale mal, tú tienes la culpa. Si sale bien, nadie te lo agradece.

Usted ha sido un aventurero.

Así me llamaban, y es un término muy mal visto en términos marxistas, así que Ernesto Cardenal les corregía que «Erik no es un aventurero, es un explorador». Me metí en la revolución sandinista por no saber cómo decir que no, sin tener ni idea de lo que acabaría ocurriendo. Me di cuenta al perder Ortega las elecciones de 1990.

¿El poder de seducción es hereditario?

Con mis hermanas, quizás, pero no conmigo. No tengo ese toque mágico. Mi madre Claribel tenía un magnetismo y un encanto increíbles, era un verdadero imán. Y tenía el apellido de Alegría muy bien puesto, Cortázar la llamaba La Jefa.

¿Por qué todos, de Borges a García Márquez, eligieron Mallorca?

La Deià 101 era muy Robertcéntrica por Graves, y los autores del boom son atraídos por mis padres y quedan fascinados por la montaña, el hippismo, el haz el amor y no la guerra. Mallorca se las trae, todavía hoy me da un vuelco el alma.

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