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Entrevista

Éric Vuillard: "Importantes políticos europeos están en los consejos de administración de las grandes empresas rusas"

El escritor francés, ganador del Goncourt, regresa con 'Una salida honrosa', autopsia minimalista de la participación francesa en la guerra de Indochina

El escritor francés Éric Vuillard, en la Biblioteca Agustí Centelles, de Barcelona. RICARD CUGAT

Antes que Vietnam fue Indochina, una guerra absurda en la que Francia se empeñó en mantener su 'grandeur' a golpe de napalm. Allí, en la Cochinchina, se lanzaron más bombas que en la Segunda Guerra Mundial, en un conflicto olvidado que se prolongó durante 30 años, al tomar el relevo Estados Unidos. David contra Goliat. Cómo un grupo de políticos esclerotizados dirigió aquella contienda tan dispar que acabaron perdiendo en Dien Bien Phu, lo cuenta con un estilo apasionado y elíptico el Goncourt Éric Vuilllard (Lyon, 1968), sin apartarse un paso de la forma literaria. Es 'Una salida honrosa' (Tusquets / Edicions 62), la última 'delicatessen' del celebrado autor francés.

¿Por qué escribir novelas en las que los pequeños detalles explican de una manera más verídica la gran Historia ya conocida?

Me gusta escribir con una lógica que podríamos llamar policiaca. Observo detalles y los pongo en relación con otros hechos y, como si fuera un investigador, saco mis conclusiones. Nos han contado la Historia de una manera bastante conservadora y nos hemos acostumbrado a ello, pero yo revelo detalles significativos que nos permiten dudar de esa versión. En mis novelas encadeno estos detalles a través de la narración. El método es parecido al que utilizó Jean-Jacques Rousseau cuando en su ‘Discurso sobre el origen de la desigualdad’ dijo que la historia del primer individuo que puso una cerca a un trozo de tierra explica el origen de todos los problemas del género humano.

Explique uno de esos benditos detalles.

Muestro por ejemplo a un inspector francés en Indochina que a pesar de ver a tres vietnamitas atados y torturados, se deja convencer por el director de la plantación cuando le dice que los han atado para evitar que se mutilen a sí mismos. Ese momento es significativo.

¿Por qué existe un relato propio norteamericano respecto a la guerra de Vietnam y no existe el equivalente francés con Indochina?

Desde el principio de la guerra de Indochina, Francia está arruinada. Como es incapaz de llevarla a cabo se presta a que la financie Estados Unidos y cuanto más dura la guerra, más participan los americanos. Así que estratégicamente son ellos los que están haciendo ya la guerra. Por otra parte, Hollywood construyó casi un género sobre Vietnam. Michael Cimino fue un poco más crítico, enseñándonos el origen social de los soldados, hijos de obreros. Pero en general, en esas películas no aparecen las causas de la guerra. No sabemos por qué luchan. Lo que se muestra sigue siendo la visión del poder y los vietnamitas no aparecen.

'Apocalipse Now' tampoco aclara estas cuestiones. 

Eso es. Muestra una guerra metafísica, cruel y absurda. Es una gran película pero esconde los problemas auténticos y la densidad de su discurso político es muy débil.

Su novela es muy política y muestra cómo las decisiones bélicas eran tomadas por los hijos de las grandes familias francesas, por lo que la guerra se muestra también como una cuestión de clase social.

Los cargos se repartían según ese origen, especialmente en los ámbitos militar y económico. Es un mundo en el que la aristocracia francesa está muy presente, donde la riqueza se transfiere directamente a las familias poderosas. Ahora Elon Musk tiene un poder enorme, pero en el pasado ese poder se repartía entre las familias como los Rockefeller, por ejemplo.

La economía centra todas sus novelas, pero en esta, tratándose de una guerra, resulta crucial. En este caso, la necesidad de una salida honrosa al conflicto no la dictó el gran número de muertos, sino la constatación por parte de los franceses de que en la colonia no se podía sacar más dinero.

Hubo 400.000 muertos entre Estados Unidos y Francia y tres millones trescientos mil muertos vietnamitas. La colonización de Indochina es una relación dura y pura de explotación humana. No es una colonia de población, porque apenas había franceses viendo allí y esos pocos llegaron para explotar el látex y las minas. 

¿Cree que Occidente ha hecho una crítica profunda de lo que ha significado la colonización?

 Creo que evidentemente todos los libros y las reflexiones son necesarios, incluso los discursos políticos, más bien artificiales, son útiles. Pero pueden esconder cosas. Cuando el presidente Macron fue a Africa a disculparse de los errores del pasado fue arrogante, les habló como si fueran niños, con condescendencia. Esto se ve en sus gestos, que a menudo contradecían sus palabras.

Hoy hablamos de globalización como si con eso hubiéramos solucionado el problema.

En el fondo vivimos en un espacio totalmente estructurado por la colonización. Cualquier ciudad francesa está estructurada por la vida colonial porque vemos los suburbios donde viven los descendientes de los emigrantes que vinieron con la descolonización. Sigue siendo parte de nuestros espacios de vida y parece que no la queremos ver. La globalización sencillamente es la continuación de la colonización.

El momento en que John Foster Dulles, secretario de Estado estadounidense, le ofrece al ministro francés de Exteriores Georges Bidault dos bombas atómicas para acabar con la guerra, supongo que estará perfectamente documentado.

Contó eso en sus memorias. Había sido profesor de Historia, un hombre discreto y prudente. Estaba en shock porque Foster Dulles se las ofreció como se ofrecen dos cubitos de hielo en el whisky. Esto me interesaba porque tiene su parte cómica. Francois Mauriac escribió: cuanto más nos acercamos al poder, más irresponsables nos sentimos. Es el caso de Dulles, hay que echarle un vistazo a su clan familiar: su hermano dirigía la CIA, otro hermano y sus abuelos eran senadores. Además tenía unos de los gabinetes de negocios más importantes en Estados Unidos.

¿Qué le está diciendo esta novela a un momento como el actual con una nueva guerra en Europa?

Lo que más me ha sorprendido es algo que casi habíamos olvidado: la cantidad de políticos y grandes mandatarios que estaban y siguen estando en consejos de administración de grandes empresas rusas. En Francia están François Fillon o Dominique Strauss Kahn; en Italia, Mateo Renzi, y lo mismo ocurre en Gran Bretaña, Finlandia y Austria. Además no quieren dejar sus cargos. No son la excepción, sino la regla y eso complica mucho el discurso del mundo político respecto a la guerra. Un discurso que aparentemente es marcial y orgulloso con todos unidos, pero que permite estas irregularidades. Es algo inquietante.

¿Si le preguntamos a un joven francés que fue Dien Bien Phu, lo sabría?

Quizá no. En el imaginario colectivo esa derrota ha sido secuestrada por la extrema derecha, que explica que Francia fue asediada por una cantidad increíble de soldados vietnamitas. Eso es ridículo, porque el ejército vietnamita no tenía armamento en condiciones ni aviación. Sus cascos eran de hojas trenzadas y se movían en bicicleta.

¿Y cómo en esas condiciones pudieron vencer?

Es una pregunta compleja pero hay un elemento que me interesa. Los militares franceses eran hombres mayores, gastados, tenían comportamientos responsables y maduros. Gyap, el jefe de las fuerzas armadas indochinas, era joven y hay que recordar que los revolucionarios franceses o los ejércitos de Napoleón también lo eran. La juventud es un signo de vigor democrático. Francia era una sociedad de castas esclerotizada. Le importaba demasiado el honor. En cambio, Gyap era todo lo contrario. No se presentaba como un ser superior. 

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