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La era post MeToo

Rebecca Solnit: “Las historias de Weinstein no eran nuevas, lo que cambió fue que el mundo decidió escuchar”

La escritora y activista desgrana cómo el feminismo ha cambiado nuestra manera de ver el mundo de forma radical en '¿De quién es esta historia?'

La escritora feminista Rebecca Solnit. TRENT DAVIES

A los 18 años, Rebecca Solnit estuvo trabajando de camarera durante unos meses en un restaurante donde el cocinero solía tocarle el culo. Solnit no sabía cómo parar aquello, hasta que un día decidió asegurarse de llevar una bandeja de vasos limpios durante el rutinario toqueteo: entonces gritó, la soltó, los vasos se rompieron y el cocinero recibió una bronca del propietario. “Los vasos”, escribe Solnit, “tenían una audibilidad y un valor de los que yo carecía”. “Quienes ocupan puestos subalternos tienen fama de falsos porque a veces recurren a medios indirectos si los directos no están a su alcance”, reflexiona. “Cuando no eres nadie, resulta difícil impedir que lo hagan”, escribe. Una frase que es la consecuencia directa de otra sentencia famosa pronunciada por Donald Trump: “Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo”. 

La anécdota de cómo Solnit se libró del jefe que le tocaba el culo en el trabajo mucho antes de que Anita Hill introdujera en la conversación pública el concepto de “acoso sexual” en 1991 es una de las historias personales que la activista feminista incluye en su último ensayo, ‘¿De quién es esta historia?’ (Lumen), donde analiza cómo ha cambiado el relato en los últimos años tras el estallido del MeToo y el Black Lives Matter. Para Solnit, célebre por acuñar el concepto de ‘mansplaining’, ambos son movimientos sísmicos que han alterado nuestra percepción de los derechos, lo justo y la desigualdad, de cuya onda expansiva todavía no somos realmente conscientes. En comparación, Solnit cree que las cosas durante la segunda ola feminista eran mucho más “estáticas” y que el run-rún que empezó hace una década (por un cúmulo de gotas que colmaron el vaso, como la salvaje violación grupal en Nueva Delhi de 2012) y que estalló en 2017 no tiene parangón, pese a toda la contraofensiva machista. 

Abusos y acoso sexual ha habido siempre, explica Solnit, igual que racismo y violencia policial sistémica: lo que ha cambiado es que la sociedad decide ahora escuchar, en lugar de ignorar los hechos. Dicho de otro modo: la credibilidad, ese bien tan preciado hasta hace poco en manos de unos pocos, se ha redistribuido. Y con ella, la autoridad. “Las historias de Harvey Weinstein, Bill Cosby, Larry Nassar y Woody Allen no eran nuevas. Lo que cambió fue que los periodistas decidieron contarlas y el mundo escuchó”. “El poder de la credibilidad”, apunta Solnitt, “se reparte de forma tan desigual como cualquier otro. La policía supone que tiene más que aquellos que están en su punto de mira; los hombres suponen que tienen más que las mujeres; los blancos más que los no blancos. Vivimos en una época en la que se ha allanado la posesión de esa preciosa ventaja”. 

Imaginar 2073

“El mundo ha cambiado dramáticamente a mejor en muchos aspectos”, sostiene Solnit, “aunque todavía quede mucho camino por recorrer”. “Eso es porque la naturaleza del poder y del cambio están desprovistas de perspectiva histórica. Tengo 61 años, más o menos la edad de segunda ola feminista, y a veces me siento como una tortuga en una fiesta de moscas. La gente joven siente una enorme desesperación por el futuro, pero esa angustia viene de la amnesia. Estados Unidos es un país totalmente amnésico. Se han perdido las relaciones intergeneracionales, si los de 20 se juntaran más con los de 80, eso estimularía su imaginación histórica. Del pasado podemos aprender cómo la historia puede sorprendernos: de repente, el Telón de Acero y la Unión Soviética caen, Nelson Mandela sale de la cárcel y se convierte en presidente… el mundo cambia, a veces por cosas que parecen pequeñas e insignificantes”, apunta Solnit. “Pensemos en 1923 y comparémoslo con 2023. ¿Alguien es capaz de imaginarse 2073? ¡Es inimaginable! Pero eso es precisamente lo que hace que merezca la pena trabajar para la mejor versión posible del futuro y evitar lo peor, que estará relacionado con el clima”.

Las grandes tecnológicas lideradas por Elon Musk, Mark Zuckerberg y demás hombres blancos “han creado nuevas formas de opresión” como la pornovenganza

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Hollywood, una industria podrida

Se acercan los Oscar y Solnit tiene una clara favorita: ‘Todo a la vez en todas partes’, por su heroína, encarnada por Michelle Yeoh. “Creo que habría sido una película muy aburrida si la hubiera protagonizado un hombre, pero me parece increíble que una mujer menopáusica, que tiene que cuidar de su padre, su hija y la lavandería que regenta, salve el multiverso”. Sobre Hollywood, Solnit se alegra de que cada vez se estrenen más películas en las que la mujer no es un florero o un objeto sexual. “La industria siempre ha estado podrida, es imposible que una institución con tanto dinero y poder no lo esté. Pero empieza a haber películas que no giran exclusivamente alrededor de los hombres”, apunta, aunque sea por puro interés monetario. Hollywood se ha dado cuenta, por fin, de que las mujeres también son una parte del mercado. 

La serpiente de Silicon Valley

“Hubo un tiempo en que me orgullecía de vivir en San Francisco, pero ahora mismo me siento como un conejito devorado por la serpiente de Silicon Valley”, confiesa Solnit, para quien las grandes tecnológicas lideradas por Elon Musk, Mark Zuckerberg y demás hombres blancos “han creado nuevas formas de opresión” como la pornovenganza. En su opinión, el aislamiento y el individualismo que han traído a nuestras vidas las redes sociales ha hecho que la gente ya no pase tanto tiempo en la calle, las cafeterías o las iglesias, espacios públicos compartidos. “Y la democracia depende de que seamos capaces de sentir un tipo de conexión con extraños, con gente que es distinta a nosotros. Si no salimos, si no nos movemos, perderemos esa sensación de lo colectivo”, avisa, “que es la base de todo”. 

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