Una bomba en una cervecería de Glasgow. Una explosión en la mismísima catedral. Una llamada anónima a la comisaría. Un agente que garabatea lo que oye en un papel. "Liberaremos a Escocia de la opresión del alcohol y de la influencia de los ocupantes extranjeros. Con nuestra ayuda, Escocia volverá a levantarse. Hoy es el primer día de la guerra de liberación". Un detective (Harry McCoy) que lee y relee el mensaje sin acabar de dar crédito antes de lanzarse al 'pub' para intentar atar cabos. Un líder terrorista (Lindsay) que en la parte final de la novela confiesa por qué fustiga a una ciudad por la que nunca ha sentido gran cariño: "Más borrachos per cápita que en cualquier otro lugar. Un patrimonio vendido por unas pocas monedas que los ingleses han lanzado en el cuenco de los mendigos. Por eso necesito divertirme de algún modo".

Al inicio de 'Muerte en Abril' (Tusquets, 2023), una de las mejores novelas policiales de 2021 para The Times, brota un gran misterio: una bomba casera estalla en un piso en Woodlans, un barrio pobre de Glasgow. Es el viernes santo de abril de 1974. En el apartamento aparece el cadáver de quien estaba fabricando la bomba. McCoy sospecha del IRA. Se pregunta si, de una vez por todas, la ciudad se ha convertido en Belfast. Si las tres primeras entregas de la serie Harry McCoy sirvieron para profundizar en la personalidad de un atormentado detective y situarlo en una época, 'Muerte en abril' acaba de redondear el retrato de una ciudad sumergida en una decadencia que descompone todo. "Mis libros están situados en un lugar y un tiempo específicos, Glasgow, inicio de los años setenta. No creo que pueda ignorar esto cuando escribo. Lo social y lo político son algo vital para los personajes de la historia, dan pistas sobre las decisiones que toman. Ignorarlo debilitaría al libro", asegura Alan Parks a El Periódico de España.

Cruda realidad

Por 'Muerte en abril' deambulan alcohólicos y familias desestructuradas, "secretas" de la policía británica involucrados en la guerra sucia contra el IRA, una actriz que tras triunfar en Hollywood funda una comuna neorrural, prostitutas, gitanos a cargo de atracciones de feria "tratados como mierda" por la policía. La presencia de Andrew Stewart, un rico estadounidense que acude a McCoy para buscar a su hijo marine, hilvana la trama y la dirige hacia la cruzada moral de los terroristas Hijos del 51. "El hecho de que el alcohol esté tan socialmente arraigado es la razón por la que lo atacan. Ven el alcohol como el verdadero opio que mantiene a la gente tranquila e incapaz de ver el verdadero estado de la sociedad", afirma Alan Parks. El trepidante thriller se redondea con la irrupción de Cavendish, un chulesco policía secreto británico, que chantajea a McCoy y le amenaza con vincularlo al IRA. El escritor reconoce que introduce en la novela la guerra sucia que existió contra el IRA porque es un asunto no demasiado discutido. "Muchas personas simplemente se niegan a creer que el ejército o el gobierno británicos se involucraron en algo así. Lo que ejército aprendió en Malasia o Kenia sobre la tortura y el control social fue utilizado en Irlanda del Norte. Provocar estrés, falta de sueño, el denominado ruido blanco (tortura basada en el ruido) etc. Todo esto estaba sucediendo a unas cuarenta millas de Glasgow y nadie lo sabía o no quería saber", señala Parks durante la entrevista.

Mientras continúan explotando bombas misteriosas en la ciudad, el detective McCoy se refugia en pubs apodados como La Puñalada por su dudosa reputación. Como si desafiara al monstruo terrorista al que se enfrenta, McCoy bebe alcohol desaforadamente, a pesar de que en la primera página el médico se lo prohíbe, al diagnosticarle una úlcera en la pared del estómago. El cuerpo de McCoy se convierte en la comprobación carnal del denominado 'efecto Glasgow', que sobrevuela como un fantasma la ciudad y reduce la esperanza de vida de sus habitantes. Al lado de McCoy –dieta insalubre, alcohol a raudales, exceso de drogas, infancia traumática, paternidad frustrada con la pérdida de su hijo pequeño, arrebatos violentos, métodos que no siempre cumplen la ley–, los detectives más duros de la literatura universal parecen ciudadanos comedidos. McCoy deambula como un zombi entre el pub y la farmacia para conseguir el Pepto-Bismol que alivia su dolor de estómago. Vomita fluidos con "aspecto de lodo marrón, con retazos de sangre roja". Vomita y vomita. Aunque nunca había sentido "un dolor como aquel", continúa con su vida incontrolada.

El bien y el mal

La eficiente prosa de Parks dibuja con descripciones dispersas a un McRoy cabezota y agresivo, tierno y leal con los amigos, torturado por los recuerdos de un padre alcohólico y una madre que lo abandonó. En 'Muerte en abril' reaparece Cooper, el delincuente con quien mantiene una histórica amistad. McCoy va a recoger a su amigo a la prisión. No tarda en arrepentirse. Sin que pueda hacer nada para evitarlo, Cooper interfiere y trastoca la investigación sobre los atentados de los Hijos del 51. Cooper, todo un 'alter ego' del detective en el mundo del crimen, es uno de los grandes logros narrativos de la serie. "Cooper, de alguna manera, es la figura más importante en la vida de McCoy. Se conocen desde que eran niños. Cooper siempre ha cuidado de McCoy, pero le exige lealtad a cambio, algo que, según van creciendo y siguiendo caminos diferentes, es cada vez más difícil. Cooper es la persona a la que McCoy acude cuando está en problemas, porque es un amigo antes que un ladrón o un 'gangster'", afirma el escritor. Con maestría y compasión, Parks teje una relación entre ambos, entre personas que no están totalmente definidas por sus profesiones (policía, ladrón). McCoy comparte con Cooper, según el propio Parks, "humor, fobias y sentimientos". Quienes vigilan el cumplimiento de la ley y quienes la subvierten, en el fondo, son cómplices en el epicentro del 'efecto Glasgow', en un gélido rincón del Reino Unido atizado por el desempleo y la heroína.

Sobre la saga de Harry McCoy planean muchas de las grandes influencias del escritor: el paisajismo 'noir' que James Ellroy lanzó contra Los Ángeles, la vocación histórica del maestro del 'thriller' escocés Philip Kerr, la atmósferas cargadas de Don Delillo, el manejo de la intriga de Stephen King. Cuando a Alan Parks se le pregunta sobre el papel de la ficción en la descripción de la realidad, no tiene dudas: "Puede iluminar el tiempo y el lugar sobre los que se escribe, hacerlos más vivos y entendibles. En ficción, el escritor moldea la verdad para contar una historia mejor y que los lectores se interesen por un momento y un lugar con una historia intrigante que los haga querer investigar más a fondo".