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Graziella Moreno, jueza y escritora de novela negra: «La gente opina desde fuera y es muy complicado juzgar y condenar a una persona»

La novelista catalana ha presentado este viernes en Quars ‘Los animales de ciudad no lloran’

Graziella Moreno Manu Mielniezuk

Graziella Moreno (Barcelona, 1965) es jueza, pero desde joven ha tenido vocación de escritora. En 2015 publicó su primera novela negra y este viernes por la tarde ha presentado en Quars Llibres la sexta, Los animales de ciudad no lloran (AdN), dentro del ciclo Febrer Negre. La autora, titular del Juzgado de Primera Instancia 58 de Barcelona, dedicado a incapacidades, y durante años anteriores magistrada en otro penal, no oculta que su carrera judicial le sirve de inspiración para idear tramas y construir personajes.

¿Qué encontraremos en su última novela?

Los animales de ciudad no lloran es un thriller, una novela de abogados ambientada en la ciudad de la justicia de Barcelona. Refleja la manera de trabajar del abogado en un caso de maltrato. Es un caso de versiones contradictorias y de estrategias legales que utilizan los abogados en la vida real, de cómo hacen uso de la ley en su beneficio, porque básicamente lo que le interesa al abogado es ganar el caso y que su cliente quede libre o que se condene al otro.

La novela negra, cada vez más, permite exponer subtemas, cuestiones sociales. En este caso habla del maltrato...

La novela negra que escribimos ahora, no solo en casa, sino por todo el mundo, es más una novela social, porque lo que nos interesa es saber el porqué de las conductas, por qué hacemos lo que hacemos, por qué los seres humanos son capaces de grandes maldades, de cómo llega la gente a enfrentarse en un caso determinado. Muchas veces es esto, reflejas la sociedad, la vida de determinadas personas, que no solo se trata de personas que no tienen recursos, sino también ver que el ser humano es el mismo, ya sea en estratos sociales elevados como gente que no tiene recursos. Las emociones humanas es lo que tratamos en la novela y son las que dan pie a las tramas.

Su trabajo como magistrada le da para idear tramas y personajes.

Desde este punto de vista, una de las ventajas de mi trabajo es que tratas siempre con personas, estás viendo conductas humanas, qué ha sucedido después, quiénes vienen a declarar... Ves cómo somos los seres humanos y esto hace que las novelas sean bastante reales. En general, los escritores de novela negra sí hacemos una novela actual, realista de la sociedad y mentimos poco. A veces es la misma realidad que supera la ficción, hay cosas que si las pusiéramos en una novela, aunque sean reales, la gente diría que nos las estamos inventando...

¿Le ha supuesto algún problema en su carrera de jueza ser escritora de novela negra e inspirarse en casos reales?

Todavía no [risas], no he tenido este problema, aunque nunca se sabe. He tenido un par de novelas que estaban basadas, sobre todo la primera, en un caso real, y la de Invisibles, que también hablaba de desaparecidos. Pero siempre pones una nota indicando que está inspirado en hechos reales, pero que realmente no corresponden ni los nombres de las personas ni las nacionalidades, ya das a entender que es una ficción. De momento, afortunadamente, no he tenido problemas.

Como escritora, ¿qué historias le interesa mostrar?

Muchas veces no me intriga un hecho muy criminal, que sea muy aterrador o con mucha sangre. Lo que me interesa son los porqués, los detalles. Ha habido novelas en los que he analizado el tema de los desaparecidos, que mencionaba antes, y las causas por las que desaparecen las personas, y reflejar esa angustia de no poder dar respuesta. O delitos tan graves como la pederastia, en mi segunda novela, uno de los delitos más horribles que se pueden cometer. A veces no es un caso concreto, sino ciertas actitudes de la conducta humana. En esta última novela son las versiones contradictorias. A veces, la gente se piensa que en el juzgado sabemos la verdad como si tuviéramos algo que nos permita saber quién miente o quién dice la verdad. A veces te quedas con las ganas de saber qué es lo que realmente ha pasado.

¿Le ha sucedido que su instinto le diga una cosa diferente a las pruebas y a los hechos?

Sí, claro. La gente, desde fuera, opina y una de las cosas que he querido reflejar en esta novela es que es muy complicado juzgar y condenar a una persona. A veces, la opinión pública va orientada hacia un lado u otro, o hay una serie de indicios con lo que dices «este señor es el autor de los hechos», pero esto se tiene que demostrar, nuestro sistema es muy garantista y exige que haya una serie de pruebas indudables. Y si el día del juicio, esas pruebas no se dan o no son suficientes, aunque tú interiormente puedas pensar «estoy segura de que ha sido este hombre», no puedes condenar. A nivel personal, esto implica a veces una cierta rabia. Y a veces tampoco se entiende desde fuera.

Cuando aparecen jueces en novelas y películas, ¿se siente representada?

En general no mucho, porque están muy influenciadas por el sistema americano y nos pensamos que las cosas funcionan como en ese sistema. De hecho, con mi primera novela, Juegos de maldad, uno de los motivos de escribirla era para reflejar cómo funciona un juzgado de verdad, cómo trabaja un juez, un fiscal, los funcionarios, los forenses, los policías... que no tiene nada que ver con lo que vemos en las películas, son realidades muy diferentes. La realidad que sí es igual en todo el mundo es la de los abogados, tal y como se mueven en mi última novela es como se mueven en Estados Unidos, en China o Rusia. Tanto los despachos grandes como los pequeños. Pero nuestro sistema judicial es muy diferente al anglosajón, funcionamos absolutamente a la inversa.

Normalmente, en la novela negra, la figura del juez es secundaria y suele ser quien pone freno a la investigación.

Exacto, no tiene mucho glamur... Intenté que fuera al revés, en la primera novela y en la tercera, que la protagonista fuera una jueza. En las películas vemos al fiscal al estilo americano, tiene protagonismo, está muy en contacto con la policía y aquí es al revés. Los héroes de las novelas y de las películas son los policías, son los que están en contacto con el delito, y el juez tiene que velar por las garantías legales. A veces la policía te pide una orden de registro y si no hay una serie de requisitos legales, por muchas ganas que tengas, no la puedes conceder... Por esto sí que podemos parece el malo de la película...

En su novela, Olivia es una abogada que hace gala de buen humor e ironía en su trabajo. ¿Está inspirada en usted?

Más que inspirada, lo que sí reflejo es cuando ya llevas unos años en el trabajo, ella lleva más de 20 años y yo llevo 32 en los juzgados, no entiendo las cosas con tanta formalidad como otras personas, puede porque comencé como funcionaria y después aprobé las oposiciones a la judicatura, veo las cosas desde la base. A todos nos llega una época en la que puede que necesites cambiar, o una distancia o ironía, plantearte las cosas diferente.

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