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Josep Maria Llompart, 30 años sin el poeta "de gran generosidad"

El 28 de enero de 1993 fallecía el escritor mallorquín, todo un referente de las letras catalanas y recordado hoy como un hombre «muy amable», «afable» y «muy querido»

Josep Maria Llompart | TORRELLÓ

Quienes conocieron a Josep Maria Llompart (Palma, 1925-1993) recuerdan que su despacho en la Editorial Moll era punto de encuentro de intelectuales, de jóvenes escritores que acudían a él en busca de consejo. «Siempre era de una gran generosidad. Muchas veces se guardaba las impresiones negativas», recuerda Guillem-Jordi Graells, quien coincidió con el mallorquín en la junta directiva de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC). Este sábado se cumplen 30 años de la muerte de este referente de las letras catalanas, el 28 de enero de 1993.

«Conmoción en Baleares por la muerte del poeta Josep Maria Llompart» fue el titular que junto a una foto de su capilla ardiente instalada en el Parlament balear abría Diario de Mallorca al día siguiente del fallecimiento. La crónica recogía que además de las autoridades políticas, el último adiós estuvo protagonizado por amigos, escritores e infinidad de estudiantes.

Tras dos años enfermo, había fallecido un «referente cultural», el autor de Memòries i confessions d’un adolescent de casa bona, de Mandràgola, expresidente de la AELC, también de la Obra Cultural Balear (OCB), un Premi d’Honor de les Lletres Catalanes y distinguido con la Creu de Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya, entre otros premios. Pero también se había ido un hombre «muy querido», «muy amable», «de grandiosa disponibilidad», por mencionar algunos de los calificativos que aún hoy le dedican.

«Era muy positivo y por tanto, muy alentador, y eso le comportaba que los autores, cuando conseguían acabar sus obras, le pidiesen un prólogo, cosa a la que tampoco se negaba nunca», recuerda Graells. «Como era un caballero, se callaba discretamente las cosas negativas, aunque siempre partiendo de unos mínimos y una solvencia básica, tampoco engañaba a nadie», añade este autor. De esa época en la AELC, este escritor recuerda que «todo el mundo iba a pedirle consejo o pasaba simplemente el rato con él, porque era un gran conversador, de una gran cultura y un gran interés mucho más allá de la literatura. Y cuando salías, tenías la sensación de haber mejorado de alguna manera».

En la Editorial Moll fue donde un joven Antoni Mir, que había entrado a trabajar como secretario de Francesc de Borja Moll, coincidió por primera vez con Llompart, que ejercía de asesor literario. Pero fue después, en la OCB, cuando realmente entablaron una mayor relación.

Mir afirma que «Llompart era el hombre del sí, el hombre de estar siempre dispuesto y apoyar cualquier iniciativa grande, pequeña y mediana en favor de la lengua y la cultura. Ahí estaba siempre Llompart».

Y también su esposa, Encarna Viñas. «Llompart tenía una gran mujer a su lado, eran un tándem y dos personas muy queridas», asegura el actual secretario de la Fundació Moll, que ya está trabajando en la conmemoración de su centenario.

En los 70, Llompart «representó todo el anhelo de democracia y libertad nacionales y políticas de quienes presidían los movimientos civiles» y fue elegido para pronunciar el discurso en la manifestación por un estatuto de autonomía, en la plaza Major, en octubre de 1977.

También fue «un grandísimo rapsoda, no siempre los escritores, ni tan siquiera poetas, saben declamar o pronunciar una poesía y él era extraordinario», añade Mir.

Pese a «la diferencia de edad y de prestigio», tenía un «trato muy próximo, muy afable», destaca Joan Mas i Vives, profesor emérito de la UIB y escritor. «Tanto Encarna Viñas como Josep Maria Llompart eran dos personas encantadores que acogían a los amigos, los trataban muy bien, era una suerte ser su amigo».

También remarca que al poeta le gustaba «tutelar a los jóvenes, creía que era una función muy importante. Tenía una influencia decisiva en los escritores de los años 70».

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