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Entrevista

Claudia Piñeiro: "Las mujeres debemos estar alerta para que no nos quiten los derechos logrados"

La escritora argentina presenta 'El tiempo de las moscas', su nueva novela, negra y muy feminista, en el festival Aridane Criminal de la isla de la Palma

La argentina Claudia Piñeiro, este sábado, en el festival de novela negra de Los Llanos de Aridane, en la Palma. Anna Abella

"Muerte, mujeres y moscas". Es la triple materia literaria con la que juega la escritora argentina Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960), con premios como el Carvalho y el Hammett y finalista del Booker 2022, en su última y redonda obra, ‘El tiempo de las moscas’ (Alfaguara), que ha presentado por primera vez en España este viernes en el Aridane Criminal, festival de novela negra de Los Llanos de Aridane, bajo la sombra del volcán de la isla canaria de la Palma, impulsado por el escritor Alexis Ravelo. La autora de 'Betibú' retoma a Inés, la protagonista de ‘Tuya’, tras cumplir una condena de 15 años por matar a la amante de su marido. "Mi amigo el escritor Guillermo Martínez me animó a contar qué pasó con Inés. Y pensé en cómo Patricia Highsmith siguió con Mr. Ripley, un asesino que queremos saber qué pasará con él".

Es una novela negra absolutamente feminista. 

La novela negra habla de la sociedad, de crímenes y violencia, y muchas veces se olvida de las mujeres. Aparecen como víctimas o como detectives, pero yo trato otras cuestiones relacionadas con la violencia de las mujeres y el mundo en que vivimos que no son los típicos de la novela negra. Aquí ya sabemos quien mató a quién en el pasado y las preguntas son otras: si Inés va a cometer otro delito o no, si va a aceptar el dinero que le ofrece una clienta a cambio de hacer algo que está en la zona gris aún a riesgo de volver a la cárcel. 

Sorprende salpicando la trama negra con una red de voces, anónimas y famosas, como Judith Buttler, Rosa Montero, Marguerite Duras, Vivian Gornick, Rebecca Solnit o Natalia Ginzburg, debatiendo sobre mujeres y temas como la maternidad, el lenguaje inclusivo o la ley trans. 

Es una especie de coro griego que reflexiona sobre el feminismo hacia adentro, no se trata de quejarse siempre del hombre sino de mantener discusiones internas. Y me encanta que los hombres me digan que no lo ven como un libro solo para mujeres. Ese coro funciona como una asamblea, como hicimos para tomar decisiones sobre la ley del aborto, donde todas las voces tienen el mismo peso: debatimos, consensuamos y votamos. 

Llena la novela de moscas... Irene está fascinada por ellas. El lector aprende que disfrutan al eyacular, que las madres mosca enseñan a sus hijas con qué machos copular…

Durante el confinamiento seguí un curso por internet de la universidad sobre entomología forense: insectos para resolver crímenes, que siguen el ciclo de la vida y nos informan de cuándo llegó la muerte con sus huevos, larvas... Era ideal para mí, juntar la vida y la muerte.

"Si denuncias las agresiones en redes te dicen que como en vez de escribir ‘Te vamos a violar’, ponen ‘vio*lar’, no es delito"

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Al salir, Inés, se asocia con la Manca, compañera de prisión. Montan MMM, iniciales de muerte, mujeres y moscas, una agencia de fumigación ecológica y de detectives. ¿La reinserción funciona?

No. Me pregunto por la promesa hipócrita que hace la sociedad a quien entra en la cárcel. Resolvimos que sale cuando ha pagado por su crimen, pero la vuelta a la calle está llena de prejuicios y dificultades. Las cárceles no garantizan la reinserción. 

Apoyarse entre ellas ayuda.  

Inés sale a un mundo sin familia, su madre murió y no tiene relación con su hija ni su marido. Son dos mujeres que están solas y entre ellas se forja un vínculo de amistad íntima y profunda, casi de familia. Antes, Inés era una mujer machista, pensando siempre en cómo atender al marido. Y 15 años después se encuentra un mundo patas arriba y debe aprender un montón de códigos nuevos sobre qué es ser mujer. 

Tienen algo de ‘Thelma y Louise’. 

Hoy Thelma y Louise habrían tenido otro final, porque pertenecían a una época en que no había una red de mujeres a su alrededor que pudiera ayudarlas. Gracias a Dios, el mundo cambió y hay muchos más lazos entre mujeres para denunciar abusos y lograr derechos y defenderlos. 

"Una asociación evangelista me acusó de ‘abortera’ y ‘víbora que había llevado la manzana podrida al reino de Netflix’"

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¿Está en peligro lo logrado en cuanto a derechos de las mujeres? En Argentina han luchado duro por la ley del aborto. Pero ahora vemos las leyes antiabortistas en EEUU con los republicanos o en Castilla y León con Vox.  

Hay que estar siempre en estado de alerta y muy atentas. Virginia Woolf dijo que solo es necesaria una crisis económica, política o religiosa para que vengan a quitarnos algunos de los derechos que hemos conseguido. Cuando publiqué ‘Catedrales’, en España me decían que aquí el tema del aborto ya estaba superado, y mira lo de Vox. Y el PP decía cosas descabelladas como que el sistema de pensiones hacía aguas porque no se tenían hijos suficientes. Como si hubiera que tenerlos para eso. 

"A las mujeres nos matan, nos violan. Todo lo otro se puede resolver más fácilmente"

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Las mujeres de Irán y Afganistán: ¿podemos ayudarlas?

No lo sé. Cuando la religión se mete en la vida privada de las personas, cuando en cualquier país, por tema religioso somete a las mujeres a la ablación de clítoris o le niegas el derecho al aborto… es un gran problema. En Argentina, una organización católica ha secuestrado a una niña violada por su padre para que no abortara. Hay que separar la religión del Estado y la política. 

Es muy activa en la lucha por los derechos de las mujeres y los colectivos LGTBI+. ¿Cómo lleva las agresiones en redes? 

Ese ensañamiento lo vivimos mucho más las mujeres. Te dicen que son ‘trolls’ pero tienes que comerte las barbaridades que te dicen. Y si denuncias te dicen que como en vez de escribir ‘Te vamos a violar’, ponen ‘vio* lar’, no es delito. Cuando la discusión por la ley del aborto, yo iba a presentar a Leonardo Padura y unos activistas católicos empezaron a llamar 200 veces al día a la fundación que organizaba el acto pidiendo que me quitaran. Y por hacer la serie de Netflix ‘El reino’, con Marcelo Piñeyro [cuya segunda temporada se estrenará este trimestre], una asociación de la Iglesia Evangélica, que tuvo un presidente acusado de abusos a menores, me mandó una carta llamándome ‘abortera’ y ‘víbora que había llevado la manzana podrida al reino de Netflix’. Lloré y empecé a temblar. Porque son instituciones poderosas. Por suerte la reacción de rechazo fue unánime.  

¿Ha temido sufrir alguna agresión física?

No. Ahora está más tranquilo, porque se ha visto que tras aprobar la ley del aborto o la ley trans el mundo no se ha venido abajo. En Latinoamérica, a las mujeres nos matan, nos violan, nos maltratan. Todo lo otro se puede resolver más fácilmente. Pero de la agresión verbal a la física hay un límite muy fino. A la actriz Mercedes Morán, que en una ópera en el Teatro Colón interpretó a Teodora, una mártir cristiana, con textos de una teóloga ‘queer’, la abuchearon y una mujer la reconoció en la calle y la pegó en el brazo diciéndole ‘Con la Virgen, no, eh?’. 

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