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Literatura

El secreto para la longevidad de las librerías de Palma

La librería Drac Màgic, con 40 años de historia, y la Llibreria Lluna, que ahora cumple 35, saben, mejor que nadie, lo que es renovarse y abrirse a un mundo invadido por la tecnología

Laia Alegret, gerente de Drac Màgic desde hace 12 años, rodeada por la colección de la librería. GUILLEM BOSCH

De escuchar el soplido de una página al cambiar de lado, al silencio más absoluto de un click en la pantalla. En un mundo de inmediación y supremacía virtual las librerías luchan por mantenerse conectadas a una red de links cada vez más difícil de controlar. Sin embargo, a pesar de tener todo al alcance del móvil (porque, igual que la mano, es una extremidad más de nuestro cuerpo), la tinta impresa sigue más viva que nunca. 

Laia Alegret, que cogió el relevo de Drac Màgic hace 12 años, habla de un «re-enamoramiento del pequeño comercio y las librerías». Muestra de ello son las cuatro décadas de historia que cargan a sus espaldas para las que, según afirma la licenciada en Historia, no hay receta secreta: «No hay secreto. Trabajar mucho y que te guste lo que haces. Para que una librería funcione, se debe tener un buen fondo de libros y cuidarlo. Que haya el máximo número de títulos disponibles». 

La intrusión laboral de Internet

Alegret lo tiene claro: «Obviamente tienes que estar al día: nosotros hace muchos años que tenemos en marcha la venta online en nuestra Web. En la pandemia se disparó».

Una revolución digital que ha llegado a otras librerías de Palma como la Llibreria Lluna, que este año sopla 35 velas. Maria Barceló, una de las gerentes, cuenta que el secreto de una librería longeva es, además de dedicarle tiempo, «adaptarse a todo lo nuevo que va surgiendo» y «abrir el espacio a otras actividades culturales que no sean solo la venta de libros». En su caso, cuentan con talleres de escritura y cuentacuentos, además de perfiles en las redes sociales: «Al final es inevitable. Aunque no estés todo el día metido, sirven para informar de los eventos. La gente tiene la oportunidad de comunicarse contigo o pedir un libro y que le llegue a casa. Si la gente no siguiera comprando libros las librerías ya habrían cerrado todas». 

Las socias de Llibreria Lluna celebran el 35 aniversario del establecimiento este año. GUILLEM BOSCH

Y es que Internet ha supuesto una amenaza, no solo para las librerías, si no para todo el pequeño comercio, debido a la aparición de las grandes distribuidoras como Amazon, que se creó con los libros como producto de partida. Sin embargo, sus planes de conquistar terreno fuera de la pantalla en 2015, cuando empezaron a abrir sus propias tiendas físicas Amazon Books, se truncaron el año pasado al entrar en bancarrota. Menos del 5% de los ingresos del imperio literario digital provenían de los puntos de venta repartidos por los diferentes estados de EEUU.

Nueva industria, nuevo cliente

El perfil de cliente también ha cambiado. Barceló explica que, ahora, llegan jóvenes con peticiones de lectura que han visto en Tik Tok. La misma plataforma ha lanzado un «club de lectura virtual» bajo el nombre de #BookTok donde los usuarios comparten sus recomendaciones literarias y se reúnen bajo un hashtag que recopila millones de videos sobre el tema. 

Àlex Volney, presidente del Gremi de Llibreters y librero desde hace más de tres décadas, teme que esto signifique la desaparición de la «figura del librero» de toda la vida: «Todo el mundo entra en la librería con el móvil. La mayoría de la gente ya viene recetada por Internet. El librero orienta al cliente para encontrar lo que busca y necesita y esto está en peligro. Un poco lo que insinuó Umberto Eco antes de morir: si buscas ‘Julio César’ en Internet te salen 20.000 entradas, pero esto no sirve para nada sin orientación. Todo está delegado a las redes: es más ágil pero está destruyendo un tejido humano-cultural». 

La mayoría de la gente ya viene recetada por Internet

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Sobre esto, Laia Alegret distingue entre dos tipos de clientes: los que van «a tiro fijo» y los que se dejan recomendar. De los segundos, asegura que «si aciertas, vuelven». Drac Màgic celebra que se encuentran en un «momento muy bueno», con una «red de lectura muy bonita» y una clientela fiel. 

El futuro de la lectura

Pero la realidad es que las nuevas generaciones han hecho de Internet su mantra. Tanto que el tiempo libre se ha convertido, para ellos, en sinónimo de consumo de contenidos digitales. «Los jóvenes están conectados a las redes porque los padres dejan que lo estén. Promover la lectura no es solo trabajo de la escuela, que ya lo hace, si no también de los padres. Deben enseñar que tener un buen libro a mano se puede compaginar con las tecnologías, así como también compaginamos nuestra vida con hacer deporte o ir a un restaurante», señala Maria Barceló. 

Para Alegret, la relación de las librerías con las escuelas son clave para el futuro de la lectura: «Deben tener buenos planes de lectura y buenas bibliotecas, y nosotros debemos ayudarles en todo lo que podamos». 

Un sector “convulsionando”

Desde su hueco en la librería Llibres Ramon Llull, Àlex Volney asegura que la clave para que una tienda de libros se mantenga durante tantos años es «el valor humano» y la relación con los clientes. Además, cree que la digitalización no es la única amenaza de las ediciones en papel: «Si los derechos no son universales y las condiciones de los trabajadores no son dignas, no queda tiempo para ocio y, el que queda, no se invierte en tiempo de lectura. Son tiempos de precariedad. A menudo la gente no descarta leer, si no que no se lo pueden permitir. Si a eso encima le sumas las instituciones que están poniendo cada vez más difícil entrar en Palma, a la gente le da flojera venir a las librerías». 

La gente no descarta leer: no se lo puede permitir

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Un sector que ha sufrido diversas «convulsiones» en los últimos años. Según el presidente del Gremi de Llibreters, las librerías están en «constante dilatación, para un lado y para otro». Afirma que no se deben cerrar a lo digital pero que deben tener claro lo que son y no «cerrar las puertas a algo que funciona», como lo es la industria de la literatura impresa. Para acabar, plantea un último secreto para seguir acumulando grietas e historias: «Los libreros deben estar unidos, como lo están en EEUU, y plantar cara a las grandes distribuidoras online». 

Las librerías se enfrentan a nuevos retos en 2023. Sin embargo, ni la fiebre digital, ni las crisis mundiales, van a conseguir hacer del libro un objeto prescindible. La lectura tiene futuro y está encontrando su hueco en un maremagnum de aplicaciones. Las librerías de Palma lo demuestran: abiertas desde hace décadas tienen claro que el secreto para su longevidad es mantenerse fieles a lo que son, trabajar duro, renovarse y abrirse al mundo en constante cambio. 

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