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Albert Hauf Valls: «Aquí es peligroso denominar catalán al valenciano»

Albert Guillem Hauf i Valls (Sóller, 1938) es una eminencia de la filología catalana, catedrático de la asignatura en las universidades de Cardiff (Gales) y de Valencia. Especialista en ‘Tirant lo Blanc’ y en la monja protofeminista Sor Isabel de Villena, cubre con centenares de publicaciones todos los ámbitos de su cultura matriz.

Albert Hauf Valls

Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿El catalán está en peligro de muerte?»

Jajaja. No tengo una bola, pero algo no funciona cuando hay medios y enseñanza, y sin embargo los niños hablan castellano en el patio. Se están destruyendo las lenguas minoritarias que en teoría se protegen. El PP ha hecho mucho daño en Valencia y Cataluña, con la persecución de maestros o inflando casos minoritarios.

¿En la Valencia donde usted vive es heroico defender el catalán?

Aquí es peligroso denominar catalán al valenciano. El cambio de gobierno autonómico no ha mejorado tanto, no han sido lo suficientemente firmes. Escuché la expresión «ya están estos con los de la lengua» en un ambiente socialista.

Fue usted un hijo de alemán y ‘sollerica’ en la Mallorca de la Guerra Civil.

Mi padre pegó el salto a Sóller desde Francia, adonde había emigrado. Una de las cosas que más me hizo admirarle fue que se casara con mi madre, Josefina Valls Pomar, cuando hacerlo con una mujer de estirpe judía suponía la pena de muerte en su Alemania natal y se encontraba en aquellos momentos en la Mallorca germanizada. Aquello me sensibilizó sobre los xuetes.

Hoy, la mayoría de mallorquines son hijos de alemanes.

Mallorca es el último Land alemán.

Usted sabe más del ‘Tirant lo Blanc’ que Mario Vargas Llosa.

No lo sé, a Vargas Llosa le pegó fuerte una temporada, tomó a Tirant lo Blanc como modelo literario y lo definió como «novela total». Hizo mucho para divulgar la obra, como Dámaso Alonso.

¿Qué atrajo al Nobel peruano del Tirant?

Que es un libro excepcional, con multitud de visiones. Tiene psicología, guerra y también una vertiente satírica o paródica muy acusada.

¿Siempre ha sido usted pesimista?

En este mundo no se puede ser demasiado optimista, pero tampoco hay que adelantarse a las desgracias, ya vendrán solas. Es muy importante el sentido de humor que aprecié en los ingleses, capaces de reírse por encima de todo.

¿Por qué no hay Universitat de les Illes Balears en su currículum?

Tendría usted que preguntárselo a un señor que se llamaba Nadal Batle. Por intercesión de Joan Miralles, fui a ofrecerle al entonces rector mis servicios, que pensaba que podrían ser positivos. Me recibió mientras cortejaba a una mujer por teléfono. Me dijo que necesitaba ordenadores, pero no personas de mi perfil. Supongo que tenía el cupo cubierto. Para mí fue una bendición, «no hay mal que por bien no venga» es el refrán castellano que más me gusta.

Sucedió usted a Joan Fuster al frente de la primera institución idiomática de Valencia.

Fuster ejerció el cargo del IVEI con distancia pero logrando numerosas subvenciones. Le sucedí antes de que Zaplana se cargara miserablemente el Institut al llegar al poder, después de una sesión tormentosa donde enviaron a señores vestidos de negro y con gafas de sol.

¿Filólogo catalán rima con independentista?

El procés ha hecho aquí mucho daño, porque se ha empleado para cargar contra cualquier cosa que huela a lengua catalana. Ha sido un arma contra el valenciano, aunque no todo el mundo tenga claro el independentismo en Valencia ni en Mallorca. Por tanto hay que matizar, desde una defensa de la libertad de elegir que no parece tan fácil de conseguir.

Fue becario de la Fundación Juan March, ¿hubiera retirado las calles dedicadas al magnate?

El pasado no puede borrarse tan fácilmente. Sería muy sencillo descolgar las placas y derribar los monumentos, pero nuestra trágica historia fue grabada con sangre. No sé si Juan March llega a ser una bestia como Queipo de Llano, para mí es una persona respetable que defendía la cultura.

¿Qué se llevó de Mallorca?

Mucho, porque los primeros años marcan definitivamente. Era otra Mallorca, con la miseria o el espíritu clerical de un Mossèn Alcover que rescata las Rondalles, pero también se preocupa de la vida relajada de una inglesa del Terreno. Pero la isla tenía asimismo esencias que se han perdido, en mi caso el folklore que memoricé y los paisajes vírgenes de Artà o en torno a La Porciúncula.

Ejercía usted de turista camuflado.

Me alojaba en los hoteles haciéndome pasar por turista, ayudaba que mi esposa fuera alemana. Allí escuchaba cómo se sinceraban los trabajadores, que pensaban que no les entendía. Un día me echaron de la piscina del hotel porque estaba leyendo Diario de Mallorca, me dijeron que los mallorquines no tenían cabida en el establecimiento.

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