En La cuenta atrás (ECC, 2022), Carlos Portela y Sergi San Julián echan la vista atrás para ficcionar el antes, el durante y el después de la catástrofe del Prestige, de la que se cumplen ahora 20 años. A lo largo de sus páginas se describe la actitud y evolución de políticos locales, pescadores, medios de comunicación y voluntarios en un retrato del que muy pocos salen idemnes. Según su guionista, Carlos Portela, es también “la constatación de que en realidad todo esto fueron las fake news antes de las fake news, que lo vivimos y no éramos conscientes de que esto se iba a generalizar después”, destaca, para concluir que “con los años nos hemos acostumbrado a que hay que poner las cosas en cuarentena, pero en aquel momento te fiabas de los medios oficiales o pseudo oficiales”.

Portela, con una larga trayectoria tanto en el ámbito del cómic como en el audiovisual, donde ha contribuido con sus guiones a series como MatalobosLas chicas del cable o Velvet, defiende el uso de la ficción basada en hechos reales: “Hay cosas que, con la legislación española, no las puedes contar, aunque las sepas”. El vigués, pasadas dos décadas, se confiesa aún sorprendido por cómo la clase política ha tratado la catástrofe del Prestige. “Veinte años después, cuando todo ha prescrito, no tienen el menor atisbo de reconocer el más mínimo error. Me parece un descaro descomunal el no asumir bajo ningún concepto que las cosas se hicieron mal”.

Esa necesidad de recordar es, para el dibujante Sergi San Julián, uno de las razones fundamentales para seguir adelante con un proyecto como La cuenta atrás. "Hablando con gallegos cuando he tenido oportunidad de hacer alguna sesión de firmas allí, me di cuenta de la importancia del Prestige, había gente que me hablaba con rabia y dolor del asunto, que es algo que he visto raramente", recuerda el autor catalán. “También, por primera vez, me di cuenta de que hay una nueva generación de chavales que no habían vivido el desastre en primera persona y se acercaban por interés o animados sus padres, y eso creo que es la parte más importante de la obra, que aquello que pasó perdure”, concluye.

Un camino lleno de dificultades

El camino para que este cómic saliese adelante tampoco fue fácil: la primera parte de la obra vio la luz en 2008, años antes de que llegasen otros cómics con temática y sensibilidad similares como El día 3 de Cristina Durán y Miguel Ángel Giner Bou (Astiberri, 2018), sobre la tragedia del metro de Valencia, La grieta, de Guillermo Abril y Carlos Spottorno (Astiberri, 2016), que retrata la situación de las fronteras de Europa y quienes tratan de llegar al continente huyendo del horror, o Todo bajo el sol, de Ana Penyas (Salamandra, 2021), sobre el impacto del turismo y la especulación en nuestras costas. “Yo pensé varias veces que no se terminaba”, confiesa Carlos Portela, y Sergi San Julián toma la palabra para explicar que "el principal responsable de que esto tardara tanto fui yo, tanto yo como mi situación personal", cuenta. Y añade que “solo la estabilidad que me dio un trabajo a posteriori permitió que me liara la manta a la cabeza y dijese ‘o sale ahora o no sale’, siendo el catalizador el 20 aniversario”.

El dibujante destaca cómo, En España, “hay gente que puede vivir de editar, hay gente que puede vivir de distribuir, hay gente que puede vivir de vender, pero, lamentablemente, no hay prácticamente nadie que pueda vivir de dibujar o guionizar tebeos en España”.

El ilustrador Sergi San Julián.

San Julián habla de Osamu Tezuka y André Juillard como referentes para su trabajo en La cuenta atrás, y destaca el característico uso del color del gallego Miguelanxo Prado ("sus colores son los colores de Galicia", asegura). El minucioso trabajo de ambientación de la obra responde a una intuición artística que solo después ha racionalizado, tenido siempre clara la necesidad de primar lo efectivo por delante de lo efectista. "Son más de 40 personajes, si hacíamos algún tipo de artificio, más allá de flashbacks, nos exponíamos a que la gente no entendiese lo que estaba leyendo. El color acompañaba a esta manera de entender el tebeo, tenía que por un lado dar una atmosfera, pero al mismo tiempo, aclarando en qué lugar estábamos, quien era quien, tener controlados los espacios".

La importancia de esa escala cromática se traslada también al guion donde Carlos Portela tenía claro que la construcción de personajes se movería “en una gama de grises, entre el gris claro y el gris oscuro. El blanco y negro, a lo mejor para los superhéroes es creíble, pero a estas edades me cuesta mucho”.

Aunque Portela admite que “hacer una cosa mala no te convierte en alguien malo. Hay mucho matiz y mucho donde mirar”, lo que pasó en las costas gallegas hace dos décadas aún “trae un montón de recuerdos malos. Lo único bueno que hubo ahí fue la marea de solidaridad y la unión de la gente a todos los niveles”.

“Cuando yo era pequeño e iba a la playa en Vigo a veces escarbábamos en la arena y salía chapapote, era esta goma que usábamos para jugar, no éramos conscientes de que era petróleo de los barcos”, recuerda el gallego. Al final, concluye, “eso sigue debajo. O hacemos algo o no lo vamos a solucionar, porque el mar arregla las cosas hasta un punto. Primero fue el petróleo y ahora el plástico”.