Ha llenado ya recintos gigantes, pero el de casa es especial seguro.

Totalmente. Estamos todo el equipo especialmente nerviosos porque al final es jugar en casa. El Wizink Center es muy grande pero nunca lo he vivido. Pero el Palau Sant Jordi... Todos los grandes artistas los has visto ahí. Es muy emocionante y, si lo pienso mucho, me da un poco de miedo.

Y en este irá hasta su vecina.

Hace meses que cualquier persona que me encuentro por Barcelona me dice que va al concierto. Desde mis vecinas, familiares, madres del cole de mi hijo... ¡Coño, viene todo el mundo! Sí que tengo esta sensación que estará todo el mundo. Voy a actuar para toda mi gente y, a la vez, me apetece mucho porque, por circunstancias, los bolos más grandes los hemos hecho en Madrid y me apetecía mucho hacer un gran concierto en Barcelona.

¿Le cambia la rutina preconcierto?

Hay algo de lo de viajar o dedicarle un día entero a un bolo que me concentra mucho. Me descoloca estar aquí por la mañana, comer en casa, creo que iré lo más pronto posible al Sant Jordi porque estar en el sitio me concentra mucho más. Si no me genera como inseguridad, y no sabría redirigir la energía hacia el escenario.

¿Al acabar un concierto siente una descompresión total o necesita aprovechar la ola?

Normalmente mi cuerpo está muy cansado pero mi energía, mi mente y mis emociones están muy arriba. Tengo que hacer un pacto con mi cuerpo: 'Hey, ya sé que estás cansado, pero mejor vamos a tomar algo'. Cuando acabo normalmente no tengo hambre: quiero refresco y cigarro. Es como mi autorregalo.

Pude ver en vídeos cómo al acabar el concierto en Madrid parte del público, muchísimas mujeres, se juntó para seguir cantando canciones suyas. En el 8-M también se adoptaron canciones suyas para la protesta comunitaria. ¿Por qué cree que sus canciones producen esa comunión?

Me emocionó muchísimo verlo en vídeos. Cuando yo compongo siempre hay voluntad de comunión. La gente me dice que hago himnos. Busco una emoción en las canciones que es la que a mi me gusta recibir como público. La sensación de que, tengas a quien tengas al lado en un concierto, quieres abrazarlo. Este 'feeling' para mí es importante. Mi voluntad de conectar con la gente al componer existe, busco esta emoción colectiva y esta catarsis, y cuando se consigue, como es el caso del Wizink, me emociona mucho porque es mi éxito. No tener equis seguidores y poder comer de esto, que está muy bien, sino ese éxito, que es el más heavy, lograr esta emoción y conexión con la gente.

¿Lo que pasa dentro del concierto responde a la popularidad y lo de fuera significa que realmente ha trascendido?

Me hace mucha ilusión llenar recintos, pero cuando veo estos vídeos y la gente se me acerca por la calle y me dice cosas fuertes, de conexión... eso tan profundo me hace sentir más satisfecha.

Ha publicado el álbum al final de su primera etapa. ¿Ha saboreado esa sensación o lo ha vivido como un trámite?

Lo he hecho cuando realmente me ha apetecido hacerlo. Durante este tiempo todo el mundo me preguntaba y yo no sabía porque era tan importante un álbum. Y no quiero decir que ahora asuma que sí lo es, mi carrera petó sin álbum, pero sí que como artista he tenido la necesidad de cerrar una etapa para entender quien seré en el futuro, quien he sido, hacia donde iré. Es una sensación más de ordenar y enmarcar muchas de las canciones que me han dado tantas alegrías para poder avanzar.

El lanzamiento lo mimó mucho (con un pódcast propio, una audioguía...) para darle la entidad que merecía.

El mimar forma parte de devolverle a la gente todo lo que me ha dado y está dando. Mimando la salida era como decirles: 'quizá no encontraréis muchas canciones nuevas, un universo que no conocéis, porque este álbum ya es vuestro y lo conocéis, pero os ofreceré cosas nuevas'. Y también cumplir sueños porque estas charlas [desde personajes populares como C. Tangana hasta su madre] es una cosa que siempre había querido hacer.

¿Por qué decide presentarse como 'La emperatriz' desde el título, la portada...?

Era muy complicado encontrar el imaginario de este disco porque ya existía. La portada representa el collage en el que vivo. Me siento una especie de sacerdotiza extraña en los conciertos porque es como si hiciera un ritual de amor que es recíproco con la gente, y al mismo también está ese universo pop en el que existe hasta un paquete de Marlboro. Un collage de muchas de las cosas que me representan. Y solo se podía llamar así porque la carta del tarot me acompaña desde la primera canción. Tuve dudas, porque es como que tiene mucho peso, no tiene el contrapunto que suelo meter a las cosas.

Pero, ¿se ha sentido flotando?

A pesar de estar en el escenario y sentir la conexión con toda la gente, yo conecto desde mi vulnerabilidad. No me siento una mujer perfecta, 'popstar', impecable... Como mis canciones muestran mucho como soy, me muestro imperfecta y juego con ello, de verdad que en ningún momento me siento como una diosa del Olimpo, me siento una mujer normal que hace canciones. Pero no tengo que bajar de ningún sitio porque en el escenario estoy con mi familia, mi pareja, todo es muy terrenal...

¿Una persona tan espiritual como usted se ha parado a pensar en los porqués que le han llevado a actuar en el Sant Jordi?

Es muy difícil. Llevo toda la vida currando en la creación de una manero u otra y que llegue un Sant Jordi lleno es un regalo increíble. No sé, lo ha decidido la gente. Y solo puedo decir que gracias, que seguiré haciendo canciones y ojalá llene el Sant Jordi muchos años.

¿Y tiene claro cómo puede ser la Rigoberta del cambio de etapa?

No, justamente quiero que me sorprenda. Tengo muchas ideas, canciones empezadas... Pero realmente no tengo ni idea de muchas cosas y eso es lo que más me gusta. Si lo tuviera todo claro sería muy aburrido. Tengo ganas de ver qué pasa cuando exista este espacio de creación, ahora compongo entre agujeros... Es un enigma para mí, también porque soy una persona distinta de la de hace tres años.

¿Le encuentra el gusto a la incertidumbre?

Me encanta. Me hace feliz poder tener el privilegio de tener la agenda vacía y no sufrir, saber que tengo este terreno en el que jugar. También a nivel personal poder estar los fines de semana con mi hijo. ¡No sé qué hacen los padres en Barcelona! Quiero ser una persona normal, pasear por el parque con mi hijo. Y recuperar muchas amistades. Tengo ganas de cuidar a mi gente y de alguna manera hacer un reset y volver a empezar. Los inicios son muy excitantes y sacan lo mejor de ti.

¿En sus composiciones siempre debe haber un pie en tu mundo real?

Me encantaría explorar un paso más allá. Es un ejercicio, el de la ficción, que tengo ganas de hacer.

¿En este tiempo de ritmo frenético ha podido estar conectada con la realidad?

Me siento muy desconectada con el teatro. Hace un año que no voy, y me da mucha pena porque el teatro es suna gran inspiración para mí. Es tan fuerte tu burbuja que cuesta llegar a otras y es frustrante. Consumir cultura he consumido muy poca. Literatura, en los viajes, sí que me ha dado tiempo.

Anunció una retirada.

Fui muy torpe. Si pudiera volver atrás no habría dicho "me retiro", me ha llevado muchos dolores de cabeza, mi familia llamándome... ¡No me retiro! Pero sí que es cierto que quería que se entendiese, y era un compromiso conmigo misma: realmente no quiero subir a ningún escenario en 2023. De puertas afuera, el proyecto quedará bastante silenciado. Hay una voluntad de desaparecer un rato y que se entienda que no existiré.

Y no piensa... ¿se acordarán de mí?

[ríe] Esto lo trabajaré con mi terapeuta para que me de seguridad en mi misma. Al final es una cuestión de confianza, si no la tienes todo se va a la mierda. En este sentido estoy tranquila, la gente me apoya, me voy en un momento en el que la gente lo vive mucho y no tengo miedo. ¿Qué puede pasar? ¿Que después no venda tantas entradas? No es ningún drama, no se puede estar siempre arriba. Poder dedicarme a esto, tener el espacio para crear, ya es un privilegio.