Pablo Milanés, fallecido este pasado lunes, tenía previsto actuar en el Auditorium de Palma el 4 de febrero de 2023, durante su gira Días de luz. Hubieran sido casi tres décadas después de la primera vez que dio un concierto en la isla, en septiembre de 1994, en el mismo escenario. 

Entre esas dos fechas, fueron varias las ocasiones en que el cantautor vino a Mallorca. La última vez que pisó la isla fue en 2018, en las fiestas de Sant Roc en Porreres, ofreciendo uno de sus conciertos sentimentales ante unas mil personas. En el santuario de Monti-sion cantó, entre otras, La felicidad, La soledad y Hay, pero las ovaciones llegaron con Yolanda y El breve espacio en que no estás.

El considerado uno de los padres de la nueva trova cubana hablaba de su isla con palabras y tono suaves, también a través de sus canciones, y se definía como un “revolucionario”. “El compromiso político no se pierde por muchos años que uno cumpla. Es la esencia de cada persona”, declaró a Diario de Mallorca días antes de presentar su disco Orígenes en el Auditorium, en septiembre de 1994. Contaba ya con 50 años y en ese concierto pasó revista a su vida, a sus amores, a sus desengaños… Y el público, en una noche en que diluviaba, se entregó al poeta que era Milanés.

En el verano de 2009, actuó en el patio de La Misericòrdia, en otro concierto íntimo, ante unas 800 personas, en el que entonó su apología al amor con tintes críticos.

En febrero de 2015, recalaba de nuevo en el Auditorium, con su disco Renacimiento, que cobró más sentido tras haber superado un trasplante de riñón, órgano que le donó su mujer. Se presentó en Palma con un trabajo “muy reflexivo”, según definió él mismo. Y, una vez más, habló de Cuba y de La Habana y del futuro luminoso que preveía para su país.