Estamos ante una película extraña y arriesgada. Una de las razones es que lleva hasta el extremo el espacio cerrado, pues su protagonista pasa la mayor parte de la historia metido en un armario. Pero hay muchas más cosas que la hacen especial, como su coherencia a la hora de abordar el punto de vista de este hombre que encuentra en ese zulo un lugar de libertad para escapar de la alienación, mientras se dedica a espiar la vida de los otros (una pareja de clase media), a medio camino entre la faceta de acosador y de fantasma. Por esa razón, solo se enfocará lo que él ve desde su escondite, ya forme parte de la realidad o de su imaginación, que se colará desde el inicio en la pantalla.
No era fácil trasladar en imágenes la novela de Juan José Millás Desde la sombra. Su protagonista es incómodo (qué bien lo encarna un sorprendente Paco León), su trasfondo, también. Es una fábula moral en torno a los monstruos cotidianos. Y tiene una parte onírica muy complicada de materializar en la que la frontera entre la psicosis y la fantasía se superponen.
Félix Viscarret consigue hacer una película en la que de alguna forma todos los espectadores nos convertimos en voyeurs, repleta de hallazgos, de giros, de surrealismo, como si nos adentráramos en un laberinto metacinematográfico.
