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Antònia Jaume: «Tenemos que abrirnos a nuevas emociones más allá del simple entretenimiento»

La actriz mallorquina coprotagoniza ‘El Jardí’, de la Premio Nacional de Literatura Dramática Lluïsa Cunillé, una obra de «sentimientos y temas profundos» que llega el domingo al Principal

Antònia Jaume mira la pecera que representa el jardín, dos metáforas de la obra. PERE COTS

Al asistir a una representación teatral, uno espera la estructura clásica: planteamiento, nudo y desenlace, pero no siempre es así. La obra El Jardí, que se estrena el domingo en el Teatre Principal de Palma, apenas tiene argumento, ya que «bajo la aparente historia de dos mujeres que se encuentran y de las que no se detalla mucho, lo que se pone sobre la mesa son sentimientos y temas profundos», explica la actriz Antònia Jaume. Conocida por el concurso de IB3 Agafa’m si pots y la antigua serie Laberint de passions, protagoniza junto a Màrcia Cisteró el texto de la Premio Nacional de Literatura Dramática 2010, Lluïsa Cunillé. La mallorquina y su compañera han recibido múltiples alabanzas por sus interpretaciones en El Jardí, que fue nominada en los Premios de la Crítica.

Debido a que «es difícil poner etiquetas a la obra», anima a los espectadores a abrirse a «nuevas emociones, que se dejen llevar y tengan ganas de descubrir una dramaturgia diferente». Lo dice porque «estamos acostumbrados al simple entretenimiento, a una cultura de palomitas que puede estar muy bien para mantenernos distraídos una o dos horas, pero debemos ir más allá y dar espacio a propuestas diferentes». Jaume reconoce que a muchos puede que no les apetezca, «porque la vida ya es muy complicada», pero avanza que en El Jardí se tratan temas y sentimientos tan variados y universales como «la soledad, las ganas de ser amigo de alguien, las ganas de ayudar, hasta dónde nos dejamos ayudar, la pérdida del amor y cómo lo afrontamos, los recuerdos del pasado y cómo se desvirtúan...»

En la línea de sus anteriores obras, la dramaturga «no es nada explícita, no le gusta», y aunque «no sabes si un personaje habla de Hitler o no», sobrevuela un «trasfondo político entendido desde el planteamiento de que cualquier persona puede tener un abuelo con un pasado dudoso», ejemplifica la actriz. De hecho, en la sinopsis del Teatre Principal se indica que las protagonistas se ven abocadas a «los abismos del malestar de la memoria europea, escindida entre el recuerdo opresor de su locura más destructiva y el vértigo doloroso de las viejas utopías comunitarias». Antònia Jaume destaca que el texto bajo la dirección de Albert Arribas es «muy actual». El jardín del título y la pecera de la escenografía que ha creado Sílvia Delagneau son dos potentes metáforas que nos transportan de lleno a la parte más profunda de la obra.

Las actrices Màrcia Cisteró y Antònia Jaume. | PERE COTS

«Arribas, que es un director muy inteligente, nos explicó que los jardines fueron creados entre finales del siglo XVII y principios del XVIII para poner orden en el espacio público, para organizarlo con unos caminos, unos bancos, césped aquí y allí... Desde fuera, se ve bonito, pero también tiene una lectura negativa: quienes los utilizan van por el camino que han establecido los que mandan, por lo que representan el orden y la falta de libertad». Y en el plano emocional, continúa Jaume, se pueden hacer diversas lecturas: «hasta qué punto debemos seguir todos el mismo camino, cada uno tenemos nuestro propio jardín y no nos gusta meternos en según qué jardines», enumera sobre las connotaciones que aparecen en la obra y que «explican más de qué trata que cuando preguntan por el argumento».

La asfixiante pecera

El personaje de la mallorquina, una antigua jardinera municipal, no aparece cuidando un jardín, sino una pecera sin peces y con plantas acuáticas. «Representa la asfixia y la sensación de angustia que viven estas mujeres, porque la pecera es como una pequeña prisión y en el fondo ellas están atrapadas. Cada vez que intentan salir de su situación, surge otro tema motivo de dolor», detalla la actriz, para quien ha sido básico «tener una excelente dirección» con el fin de abordar como toca las complejas interpretaciones. «En esta obra cada palabra es una herida porque decir silla no es solo eso, sino el lugar donde se sentaba tu abuela, las palabras son referenciales. El espectador no debe entender un relato, sino la vivencia por la que transitan las protagonistas. Es como si leyesen poesía», concluye la actriz.

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