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OPINIÓN

Las literaturas no invaden países, todo lo contrario

La literatura jamás es enemiga de nada, aunque sea ideológica. Tampoco las culturas. La valentía de Basilio Baltasar al decidir, junto al jurado del premio Formentor, impulsar el galardón a una premiada tan políticamente incómoda como la escritora rusa Liudmila Ulítskaya debe ser puesta en valor. No es de recibo que alguien pueda creer que la literatura rusa es invasora. Ese es uno de los motivos, además de su calidad humana e intelectual, por el que la primera portada de abril en la nueva temporada editorial está dedicada a la entrevista que Elena Hevia le ha hecho desde su exilio en Berlín.

Su fuga es de novela. De hecho, a los pocos días de llegar a su nueva residencia berlinesa, se ponía a escribir un artículo donde relataba las inclemencias de la marcha. La mayoría de sus colegas han abandonado Moscú. Sólo dos han decidido quedarse. Y las similitudes con la huida de su familia, tras la Segunda Guerra Mundial, nos sitúan en una realidad que el mundo pensaba que no volvería a ocurrir.

Este suplemento está comprometido con la libertad de pensamiento. Los llamados librepensadores son necesarios. Sitúan las ideas en espacios radicales o centrados, y ayudan a construir una sociedad culta. Y en eso estamos.

La entrevista a Ulítskaya nos enfrenta a una reflexión muy interesante. ¿Un escritor debe tomar partido? Su literatura no es política, ni ideológica, ni de parte. Sin embargo, reconoce que toda su vida ha estado marcada por su relación con el poder. No de una forma directa. Ni ha militado, ni ha pretendido estar jamás cerca de la política. Sin embargo, el poder la ha marcado.

La literatura debe ser libre. Los escritores necesitan vivir en la libertad absoluta que un proceso creativo precisa. Y eso, en este momento, en Rusia es imposible. La escritora lo denuncia. «Escribes porque disfrutas», asegura. Magistralmente sencillo.

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