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MÚSICA CRÍTICA

Camerata Salzburg: Violas de terciopelo

La solista Arabella Steinbacher. MICER

Camerata Salzburg ★★★★

Claustre de Sant Domingo de Pollença

  • Camerata Salzburg. 
  • Arabella Steinbacher, violinista. Gregory Ahss i Firmian Lermer, directores. 
  • Obras de Bruckner, Mozart y Brahms
  • 19-08-2022

Lo mejor que nos deparó el concierto de la Camerata Salzburg, el pasado viernes en su actuación en Pollença, fue la interpretación de esa obra curiosa y bella, muy bella, como es la Serenata número 2 de Johannes Brahms. Curiosa pues en ella el compositor no incluye los violines, dando un protagonismo especial a los instrumentos de viento y a las violas, que acompañan de forma delicada y a veces imperceptible, las intervenciones de las maderas.

Firmian Lermer es un enorme violista, lo demostró en la primera parte de la velada, en la que el violinista Gregory Ahss dirigió la sesión. Pero también Lermer demostró ser un enorme director, pues, desde el atril, hizo que la obra de Brahms se moviera por unos caminos de enorme exquisitez, consiguiendo de sus compañeros de instrumento unas sonoridades de terciopelo. Las violes estaban, pero sin molestar, sin notarse apenas, acompañando como a escondidas, dando a la obra un toque especial, creando un clima difícilmente superable. Una segunda parte para el recuerdo.

De todas maneras, la primera no quedó atrás en calidad, pues empezó con una versión para orquesta de cuerdas del Adagio del Quinteto en Fa mayor de Anton Bruckner. Obra mayor dentro del repertorio camerístico del romanticismo tardío y que ha pasado a un inmerecido segundo plano, dado el protagonismo que han tenido las sinfonías del compositor, dando a entender que todo lo demás de su opus es secundario, cosa del todo falsa. Desde aquí reivindicamos a Bruckner como un autor que va más allá del sinfonismo. Y con interpretaciones como la del pasado viernes, que fue de diez, aún más.

La Camerata Salzburg. MICER

Y también en la primera parte, el Concierto para violín número 4 de Mozart, con Arabella Steinbacher como solista, a la que ya conocíamos como intérprete del concierto de Mendelssohn hace unos años, junto a la Simfònica. Aquí, en Pollença, la intérprete alemana demostró una vez más sus cualidades, que son, sobre todo, la calidez, la musicalidad y la afinación. Donde menor calificación merece la solista es en la proyección del sonido, que en algunos pasajes resultó lejano y apagado, pero claro, pasamos del excelente más, al excelente sin más.

La orquesta sonó muy mozartiana, que es lo mismo que decir, espléndida, haciendo honor al nombre de la ciudad que la cobija y a su espacio habitual, el Mozarteum.

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