Desde los primeros acordes de Insurrección, ni una sola persona se atrevió a desviar la mirada del escenario. Manolo García regresó ayer a la isla tras un largo parón pandémico con su pop-rock más clásico, himnos atemporales y un toque importado directamente del sur.

El artista presentó sus nuevos dos álbumes, Desatinos Desplumados y Mi Vida en Marte, compuestos en pleno confinamiento y quedándose a las puertas de un tercero, mientras rescataba las letras que llevan 40 años escribiendo la historia de la música de nuestro país. Un concierto de mirar a los ojos y hablar con la guitarra, casi sin pantallas -ni mascarillas- que hicieran de intermediarias entre la música y el espectador, pero aún así con un público más conectado que nunca.

El cantautor catalán ya lo confesó hace un mes a este medio: «Volver a Mallorca, con los recuerdos que yo tengo y los amigos que tengo, es estupendo. El hecho de volver a un lugar donde se te ha tratado tan bien es una maravilla. Tengo ganas de volver a ser feliz en la isla». Y así fue.

En la primera parte del concierto, el público enloqueció con temas como Lejos de las Leyes de los Hombres, del álbum Enemigos de lo Ajeno de El Último de la Fila. De este mismo álbum, Manolo García también repescó otros éxitos como Aviones Plateados o el ya mencionado, Insurreción, para inaugurar la velada.

El del otro lado del Mediterráneo también protagonizó un momento íntimo, acústico, al que puso el broche final con Pájaros de Barro del disco Arena en los Bolsillos, del que también interpretó A San Fernando un Ratito a Pie y Otro Caminando.

El público dándolo todo durante el concierto. | MANU MIELNIEZUK

En el recinto de Son Fusteret se congregaron personas de todas las edades, desde las que pusieron las poesías del catalán como banda sonora de su adolescencia en los 90, hasta las que crecieron enamorándose de su eco amartelado en la radio.

Manolo García «rodó», se enamoró y desenamoró en cuestión de notas, trajo su rocanrol más marciano y «un poco de amor» a Palma en una noche señalada en el calendario de muchos como la más esperada del ciclo de conciertos de la temporada estival en la isla. Sin duda, una velada que demostró que «nunca el tiempo es perdido», y menos si se pasa rodeado de seres queridos escuchado las historias llevan uniendo vidas desde hace décadas.

El cantautor catalán demostró seguir atrayendo a las masas. Con una puesta en escena, juego de luces y músicos impecables, tocó otros temas como Diez Mil Veranos, de Mi vida en Marte, con sus eléctricos violines, o el aflamencado Laberinto de sueños (en las geometrías del rayo) de Desatinos Desplumados, que unió la «guitarra vieja» con las palmas de todos los mallorquines allí presentes. Un registro versátil y polifacético, que pasaba del zapateo al llanto y de nuevo a la emoción de revivir viejos tiempos.

A este concierto en Palma, le sucederán otras fechas en el Estadio Fuensanta de Cuenca o la Plaza de Toros de Albacete. Una gira que seguirá rodando por España y finalizará a finales de este año con un macro concierto en el WiZink Center de Madrid.