Diario de Mallorca

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MÚSICA. CRÍTICA

El amor en los tiempos de covid

Dido & Aeneas de Purcell

Pati de Can Vivot, Palma

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Studium Aureum

Solistas vocales

Carles Ponsetí, director

Rafel Lladó, escenografía

14/07/22 

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Nueva visión de uno de los títulos de ópera barroca más populares y, al mismo tiempo, referentes. Dido y Eneas de Purcell es, sin duda una obra llena de matices, de melodías cautivadoras, de poesía, en definitiva.

En Dido y Eneas encontramos algunos de los momentos corales más bellos del barroco inglés así como algunas de las reflexiones, a modo de recitativo, más extensas y modernas de la época. Y, en Dido y Eneas hay una de las escenas de muerte más exquisitas, sí, exquisitas, de la historia de la música, cuando, al final, la protagonista muere por amor, o mejor dicho, se suicida por amor. El Lamento de Dido, obra mayúscula como pocas, casi cierra una obra de arte total, como diría Wagner. Casi, pues el cierre definitivo nos llega a través de un muy inspirado coro.

Nueva visión, pues de esa obra, por parte de Studium Aureum, dirigido musicalmente por Carles Ponsetí y escenográficamente por Rafel Lladó. Ambos directores supieron sacar toda la poesía, el encanto y la tragedia que Purcell esconde en la trama y en la partitura.

Lladó, por su parte, contó con un espacio que, de por sí y sin necesidad de añadir elementos nuevos, ya es teatral. Nos referimos a la escalinata que sube desde el patio a la casa de Can Vivot de Palma. Así que el escenógrafo optó por utilizar el espacio y, simplemente, añadirle una pequeña tarima en la que los solistas cantaban sus intrigas, amores y lamentos. El vestuario del coro era informal (¿demasiado?): camisetas, camisas, pantalones y zapatillas en blanco y negro. Una monotonía cromática solamente rota por los trajes de los tres protagonistas: una capa blanca para el príncipe Eneas, una camiseta rosa para la dama Belinda y una falda verde para Dido.

Entradas y salidas muy bien organizadas, subiendo o bajando la escalera o bien apareciendo desde los laterales. Todo muy bien medido y estéticamente resuelto.

En esos laterales fue donde Ponsetí situó a los músicos: violines, viola y oboe a la izquierda, tiorba, violoncello, contrabajo y clave a la derecha. Todo para integrar los instrumentistas en el proyecto y para producir un efecto sonoro a modo de estéreo.

Todos los músicos, con un Ramon Andreu al frente como concertino, son de lo mejor que tenemos en la isla para ese tipo de proyectos, así que es de justicia citarlos: Joan Rodríguez, Kepa Arteche, María José Gómez de la Vega, Miquel Àngel Aguiló, Francesc Aguiló, Marta Ambrós y Guillermo Femenías. En todo momento sonaron de forma muy afinada, atenta y barroca, pues de eso se trataba: de dar un toque historicista a la producción. Destacable la actuación de Guillermo Femenías cuando, en un momento concreto de la acción, se situó en la tarima para, primero acompañar a la voz y luego dar una lección de cómo se toca una guitarra barroca.

Las voces solistas, todas excelentes. Citaremos a Rafel Sitges, Maria Rosselló y Maria José Campaner, en sus breves, pero concisos roles, el siempre resolutivo y profesional Antonio Aragón en el doble papel de Hechicera y de Mercurio, a una extraordinaria Raquel Ribas como la amiga fiel Belinda, a Bartomeu Bibiloni, que cantó un gran Eneas (quizás lo mejor que le hemos escuchado), muy medido, con una voz potente, cálida, barroca y, sin duda a Adriana Mayer como Dido, siempre con una mirada al infinito, triste, melancólica y con una manera de cantar sobresaliente.

Y ¿qué decir del coro? Pues que cantó de forma maravillosa, sin estridencias, comedido, elegante, enérgico a veces, y que se mostró muy teatral.

Noche, pues para recordar, la del jueves en Palma.

Y, esta noche, la tercera y última de esas tres sesiones que han llenado Can Vivot de buena música y buen teatro.

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