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Carlos Acosta: "Concebimos la danza como disfrute total, sin límite de estilos"

La compañía del bailarín y coreógrafo cubano, uno de los mejores del mundo, trae ‘Tocororo Suite’ al Auditorium de Palma el 29 de julio

Carlos Acosta está al frente de la compañía cubana Acosta Danza y el Birmingham Royal Ballet. EDUARDO MUÑOZ / EFE

De niño le gustaba el break dance y su formación es clásica, y en Tocororo Suite une danza contemporánea, afrocubana y elementos del ballet. ¿Aglutina esta combinación todo lo que para usted es el baile?

Tiene que ver con mi esencia. Guardo toda esa experiencia de la danza callejera en el barrio y los bailes populares como el inicio de mi carrera. Con el ballet vino el entrenamiento y la estilización, pero también en ese mundo pude conocer a artistas y bailar otros estilos y técnicas. No me puedo quedar con un solo estilo porque siento que todos me pertenecen. El baile nos pertenece a todos. Y Tocororo Suite tiene la mezcla de lo que soy yo y lo que también es la compañía Acosta Danza. Son cuerpos entrenados que bailan cualquier cosa con igual placer. La danza está concebida como disfrute total, sin límite de estilos.

Tocororo tiene un «agudo acento autobiográfico». ¿Cuánto hay del joven Yuli en él?

La fábula del muchacho que se separa de su familia para irse solo a un mundo desconocido tiene mucho que ver con mi historia.

¿Qué simboliza el título, el ave nacional de Cuba?

Por eso lo elegí. Es un símbolo muy fuerte de mi país, lleva en sus plumas los colores de la bandera y no sobrevive en cautiverio. Lo llamé Tocororo, que a su vez es el nombre del protagonista, porque quería que el espectáculo fuera indiscutiblemente cubano.

Se estrenó como coreógrafo con esta obra hace casi 20 años y ahora la versión suite está de gira por Europa y ha llenado el Teatro Real. ¿Envejece bien?

Tarda en envejecer. Cuando la repusimos en Cuba, funcionó como la primera vez. La hemos revisado en cuanto técnica de danza y en su dramaturgia. En esta versión suite nos centramos más en el baile, vamos más a la fiesta, aunque cuidamos que se mantenga la línea argumental de la historia para que el público la entienda y disfrute mucho más.

Con Carmen se despidió del repertorio clásico en 2015. ¿Lo echa de menos?

Había bailado mucho, apenas me quedaban obras de ballet por hacer y el cuerpo me pedía un cambio. Estaba convencido de que hacía lo que debía y quizás por eso no añoro mi carrera como bailarín clásico. No he dejado de bailar, sino que abrí mi espectro de estilos. Además, desarrollo proyectos como director de mi compañía, Acosta Danza, y del Birmingham Royal Ballet, por lo que no me queda mucho tiempo para la nostalgia.

Fue el primer negro en dar vida a protagonistas de obras cumbre del ballet. ¿Ha dejado de ser un hecho llamativo?

Basta con mirar las grandes compañías para comprobar que ha habido un cambio a mejor en los últimos años. Pero estamos en medio de un proceso que no ha concluido porque aún quedan muchos prejuicios. Creo que hay que seguir revisando los patrones estéticos que hemos heredado. El tiempo está demostrando con creces lo limitado y dañino de esos conceptos. El talento artístico y la calidad técnica es lo único que deben importar.

De un barrio muy humilde de La Habana a convertirse en uno de los más célebres bailarines de finales del siglo XX y principios del XXI. ¿Con qué se queda?

Me quedo con todo, no voy a escoger. Sin el barrio humilde, creo que el resto de mi historia no hubiera sido lo que fue.

Su vida de película llegó al cine con Yuli, de Icíar Bollaín, donde usted se interpreta a sí mismo y le nominaron al Goya. ¿Fue una experiencia muy dura recrear sus recuerdos?

Los sentimientos que mueven la película son verdaderos y están aquí. Yuli me obligó a revisar mi vida y, pese a que todos tenemos recuerdos que preferimos dejar dormir, el guion de Paul Laverty no me daba tregua. Además, el cine te obliga a repetir las escenas buscando la perfección e Icíar Bollaín sabe hacer muy bien su trabajo. Realmente fue un viaje duro para mí. Pero el resultado es maravilloso.

Cuba ha sido una potencia mundial en danza. ¿Cómo está la situación ahora?

Cuba está sufriendo una gran emigración de talento joven y eso ha afectado también a las artes. Cada año se gradúan cientos de artistas, muchos excelentes, y me gustaría que la mayoría pudieran escoger hacer sus carreras en su país y luego, aunque emigren, continúen conectados con Cuba y colaboren en el desarrollo de su cultura. Uno de mis sueños con Acosta Danza ha sido ofrecer a los jóvenes bailarines con talento la posibilidad de crear sus proyectos profesionales en la isla. Lo he conseguido en buena medida y quiero seguir haciéndolo.

¿Y la situación política?

Es otro momento difícil, con muchas presiones, y en medio está el pueblo. Pero confío en que los cubanos sabremos resolver nuestro destino porque siempre nos ha salvado una gran voluntad de ir hacia adelante. Por mi parte, como todo artista, me siento un sanador de almas. El arte da alivio y también cuestiona y arroja luz sobre zonas de conflicto. Por eso voy a seguir haciéndolo lo mejor que pueda, por el bien de mi país y de toda mi gente.

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