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Marta Aponte rescata a Raquel Helena Hoheb, pintora y madre del poeta William Carlos Williams

La escritora puertorriqueña está en Palma estos días, donde ayer presentó su última novela, en la que retrata los contrastes entre la cultura caribeña, europea y estadounidense del siglo XIX

Marta Aponte rescata a Raquel Helena Hoheb, pintora y madre del poeta William Carlos Williams MANU MIELNIEZUK

La escritora Marta Aponte Alsina (Puerto Rico, 1945) ha rescatado la figura de Raquel Helena Hoheb, puertorriqueña como ella, «un personaje de novela», pintora importante del siglo XIX latinoamericano y madre del poeta William Carlos Williams, autor de Paterson. El nombre del literato norteamericano es el reclamo para hablar de su progenitora, una «mujer apasionante», pero también es la excusa para retratar las culturas caribeña y estadounidense, dentro de un «planeta demasiado grande y demasiado desunido». Aponte Alsina, considerada una de las doce autoras imprescindibles de América Latina, estuvo ayer en La Biblioteca de Babel de Palma para presentar La muerte feliz de William Carlos Williams (Editorial Candaya).

Marta Aponte partió de los libros de Williams para comenzar a investigar sobre Raquel Helena Hoheb, «esta mujer caribeña del siglo XIX que tiene esa trascendencia reinonal». La novelista aseguró ayer que su libro «evoca el estilo y la escritura del propio poeta. Tiene muchos momentos histórico-líricos o épico-líricos».

Para Aponte es muy significativo que «las primeras palabras que oyó el poeta William Carlos eran en español, era lo que se conversaba en la casa», y consideró que la madre del escritor «merecía la pena una mirada más detenida, una investigación», aunque no halló muchos datos sobre ella. La mayor información la encontró en los escritos del hijo, del que leyó todos los libros para concluir que Hoheb podía protagonizar una novela. Nacida en Mayagüez, en Puerto Rico, vivió en París siendo muy joven, y ahí es donde Marta Aponte echa mano de otros datos verídicos para redondear la vida de la pintora, como es la Exposición Universal que se celebró en la capital parisina en 1889, «que, si vivió en París, estudiando, tuvo que visitar». O la influencia que pudo tener sobre ella los postulados del movimiento social de la Comuna de París. Hoheb acabó viviendo en Rutherford, en Nueva Jersey, donde ejerció de esposa y madre.

Esa madre marca e influye en su hijo, que tiene devoción y «dedicación compleja» por su progenitora, «con los problemas que suele generar este tipo de relación», señaló Aponte, quien identifica en William Carlos Williams el influjo de Hoheb. «En la visión del mundo, en su gusto, en su misma personalidad, él tenía una personalidad melancólica, pero al mismo tiempo muy viva, muy enérgica. Era muy trabajador, era médico, atendía supuestamente cientos de partos y al mismo tiempo escribía lo que iba viendo... Esa viveza de carácter, esa cultura básica creo que le viene en buena medida de la madre», apuntó la novelista.

Pese a que el libro versa sobre la vida de la pintora puertorriqueña, su nombre no aparece en el título, sino el de su vástago. «Esa es la ironía y, hasta cierto punto, la pena, la puerta de entrada es a través de lo que el hijo escribió sobre ella y del registro que queda sobre ella. Espero que sirva como aliciente para que otras personas más jóvenes, que ya en Puerto Rico hay algún investigador interesado en busca de recursos, se acerquen a lo que queda de la obra pictórica, de los dibujos , de la memorabilia de esta mujer y lo expongan al mundo, aunque sea en escala menor, y llegue a ser ese eslabón que merece en la historia del arte decimonónico caribeño. Tenemos un gran pintor que fue miembro del grupo impresionista, Francisco Oller, pero a ella no se la conoce», explicó Aponte.

En la obra de esta escritora queda patente que Raquel Helena Hoheb no fue la única mujer especial en la vida de Williams, las dos abuelas le marcaron, así como su esposa, «que toleró todas sus melancolías y comportamiento errático durante los 40 años que convivieron». Para Aponte, «definitivamente, en un universo de mujeres, hay un momento en que se habla de que el varón, cuando envejece, se afemina y creo que eso es muy bonito, es como una especie de suavizar los roles característicos que nos dividen en géneros antagónicos y contrastantes».

Con este libro, la escritora también ha querido realizar una semblanza de una de sus abuelas, a la que no llegó a conocer, y rendir un homenaje su tierra. «Al paisaje de mi isla y al paisaje natal de mi pueblo. Creo un sueño esa relación entre los minerales, la tierra, los elementos del planeta, que son la base de la vida y las culturas», indicó Aponte. La novelista lamenta que «vivimos en un planeta demasiado grande y demasiado desunido» en el que se desconocen otras culturas y la literatura de otros países. «Es incomprensible porque tenemos los medios cibernéticos, pero hace falta que se impulse, una política, un deseo de conocer el mundo», concluyó.

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