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Director de Studium Aureum
Entrevista

Carles Ponsetí: «Vivimos mucho el presente, pero nos falta replantearnos el futuro de la educación musical»

«En julio ofreceremos en Can Vivot tres funciones de ‘Dido y Eneas’ de Purcell con escenografía de Rafel Lladó pensada para el espacio»

Carles Ponsetí, el creador de la formación musical Studium Aureum.

El pasado 29 de mayo se cumplieron cuarenta años del primer concierto de Studium, que creó y dirige el músico Carles Ponsetí. La formación cerró ese mismo día en el Conservatorio su temporada de abono con un programa de música francesa para coro y piano.

Cuarenta años se dice pronto.

Pasan muy rápido, pero en ese tiempo pueden hacerse muchas cosas que bien merece la pena ser contadas y, aún mejor, haber sido vividas. En música, cuarenta años son toda una vida.

¿Cómo han evolucionado usted y su formación en esos cuarenta años?

Hemos ido caminando en paralelo, ya que, aunque haya hecho muchas otras cosas, como dar clases o dirigir otras formaciones, mi proyecto personal ha sido Studium, en el que he puesto toda mi energía, física, emocional y musical. Y es que la música, profesionalmente o no, forma parte de mi vida.

¿En qué sentido cree que han evolucionado usted y su grupo?

Sobre todo hacia una profundización hacia el modo de entender la música, de trabajarla. Y todo a través de colaboradores excepcionales que nos han ayudado a seguir ese camino juntos.

En la formación actual, ¿hay algún miembro fundador?

Sí, pocos pero algunos. Y es un honor poderlos tener, ya que es una fidelidad que no tiene precio.

¿Qué destacaría de esos cuarenta años?

Como puede imaginar, son muchos años y muchas emociones, y es difícil destacar algunas. Pero sí me gustaría destacar dos producciones que para mí han sido importantes: En 1991, en el castillo de Bellver, representamos King Arthur, de Henry Purcell. Fue una experiencia muy emotiva por muchas cosas y un gran reto. Recuerdo de manera muy especial el trabajo escenográfico con Pere Noguera y Rafel Lladó, el musical con los cantantes, con los actores, instrumentistas, figurantes, etcétera. Y también quiero destacar otra fecha, la del pasado junio, hace un año, cuando después de un año y medio sin poder realizar conciertos ni ensayar, hicimos el primer concierto, con mascarilla, en el hospital de Son Espases. Fue un homenaje a los sanitarios y un recuerdo para todas las personas afectadas por la pandemia. Para mí fue muy emotivo. Este concierto respondía a una necesidad de todos los que participaron en él de expresar el reconocimiento y dar las gracias. En esa sesión colaboraron también Andreu Riera y Ramon Andreu, entre otros.

Hablemos de la cantera. ¿Es fácil en la isla conseguir nuevas voces jóvenes?

La pregunta que debemos hacer a los jóvenes no es si quieren cantar o hacer música, sino ¿para qué quieres dedicarte a ello? Y según la respuesta puedes ver si el joven músico realmente llegará a serlo o no. No podemos pretender, como parece, que uno se convierta en músico de forma rápida. Vuelvo al tema de antes, el de la profundización, algo que falta en muchos de los estudiantes actuales, y es un concepto básico para convertirte en músico de verdad. Falta creer que lo que uno hace es transcendente.

En esos cuarenta años hay dos hechos importantes en la historia de la música en Balears: La creación de una sinfónica profesional y la creación y consolidación de un conservatorio profesional. ¿Cómo evalúa estas dos instituciones?

Crear la Simfònica se ha demostrado que fue dar un paso imprescindible. Nuestra sociedad tenía la necesidad de tener un instrumento como una orquesta profesional que, además de ofrecer buena música en directo y bien hecha, era un instrumento que, por inercia, ha generado muchos otros proyectos, como la posibilidad de hacer música de cámara y de dotar de profesores a las escuelas de música. Ampliar el Conservatorio también ha sido un hecho muy importante, pues veníamos de unas infraestructuras precarias. Ahora bien, en el tema del Conservatorio, quizás se ha sobredimensionado la importancia de ser músico profesional, ya que no nos hemos planteado si realmente todos esos alumnos tendrán salida para ejercer su trabajo. Muchos se encontrarán con dificultades para poder vivir dignamente de la música. Vivimos mucho el presente, pero nos falta replantearnos el futuro de la educación musical. Vuelvo al sentido de la transcendencia. Hacer lo que se llama bolos es una cosa, hacer música es otra bien distinta.

¿Qué cosas cambiaría en el Conservatorio?

Una muy básica sería dar estudios transversales. Que el músico no estudie solamente música, sino que también se forme en otras disciplinas. Claro que la técnica es importante, y mucho, pero falta eso que llamamos formación integral del artista, pues sin ella en el fondo creamos reproductores de música, pero sin ser realmente intérpretes. Y otra cosa, que no menor: los alumnos no van a los conciertos. Incluso los músicos profesionales ¿van a los conciertos? Por una parte, queremos que el público venga a escuchar nuestras propuestas, pero nosotros no asistimos a las de los demás. Y es que asistir a un concierto exige mucho, no basta con ir a escuchar, hay que esforzarse en comprender lo que se interpreta. Una cosa es pasar el rato ociosamente y otra participar de la cultura.

El 40 aniversario ha coincidido con haber llegado a los 100 conciertos de abono.

Crear temporada tiene su lógica, pues llega el momento en el que debes obligarte a ser previsor y a ser coherente, pues una temporada no es organizar conciertos de cualquier manera uno tras otro, sino que implica pensar bien en los programas, juntar o descartar obras, programar de forma coherente, en definitiva. Pero por otra parte está el tema del público. Con las temporadas y los abonos en cierta manera fidelizas al oyente, que quiere escuchar tus propuestas. Para nosotros, esos conciertos mensuales representan un estímulo. Y una cosa más, tener presente la duración, pues si puedes llenar el programa de diferentes obras, ¿por qué excederse tanto? Ser conciso a la hora de confeccionar un programa no es fácil, pero si se prepara y organiza, es posible.

También han creado el hábito de no aplaudir hasta el final.

Sí, aunque haya obras diferentes. Y hay que decir que a los intérpretes nos ayuda, nos permite mantener la concentración.

Volvamos a la programación, pues con Studium han trabajado intensamente la Música Antigua y por otra parte han dado a conocer autores contemporáneos.

Cierto, pero son dos mundos que, de alguna manera, se unen y complementan. Para mí, los mundos de Monteverdi y de Arvo Part están muy cerca. Los estilos, los medios sonoros pueden ser diferentes, pero el pensamiento es el mismo. Pero además está el atractivo de hacer música barroca, en la que muchas cosas no están en las partituras y debes intuirlas o preparar estrenos, en los que no tienes referentes anteriores y también debes utilizar la intuición. Todo eso, después, cuando haces música romántica, te sirve, naturalmente.

¿A qué se debe el auge de la Música Antigua, tocada con elementos y el espíritu de la época en la que fue escrita?

Primero debemos reconocer la labor que hicieron los pioneros y que abrieron ese camino de cambio de pensamiento. Nikolaus Harnoncourt sería una referencia. A partir de esos referentes, la música barroca se hace de otra manera, dejando atrás versiones hechas con gran orquesta de obras de Bach y otros músicos. A partir de esa nueva manera de entender el concepto musical, ha habido un florecimiento de muy buenos intérpretes que han aportado frescura a las maneras de hacer música. Y, por otra parte, ese camino ha llevado a redescubrir músicas que estaban olvidadas. Las discográficas y el mercado musical también han influido en ese auge. Hacer música antigua es como una filosofía, una manera de pensar que, si entras en ella, acaba seduciéndote.

Si hace unos años era difícil encontrar en Mallorca instrumentos antiguos, hoy sí los tenemos a nuestro alcance.

Pero no nos engañemos, tener el instrumento no implica tocarlo bien. Mejor tocar un instrumento moderno con criterios antiguos que uno antiguo sin saber cuáles son esos criterios. No basta decir que la orquesta tal o cual toca instrumentos de la época, lo importante es el espíritu con que se tocan. Nunca agradeceremos lo suficiente el trabajo que en su momento realizaron en ese aspecto Patrick Meadows y Stephanie Shepard, en Deià, haciendo que vinieran a la isla músicos de gran valía profesional, que nos aportaron mucho.

¿Podemos hablar del futuro inmediato?

Me gustaría poder ofrecer, en la temporada que viene, nuevas músicas desconocidas y también abrir una línea de recuperación de espacios para la música en Palma para así conjugar patrimonio y música en vivo. En este sentido puedo adelantar que, en julio, ofreceremos en Can Vivot, tres funciones de Dido y Eneas de Purcell, con una escenografía elaborada por Rafel Lladó pensada para ese espacio.

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